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El precio de nuestra libertad fue la muerte de Jesús en la cruz

El evangelio es libertad y es poder de Dios, según la Palabra. Hay vidas transformadas que inspiran y no sólo producen gozo, sino más gratitud. Por el mundo cristiano caminan unos cuantos pablos que antes fueron saulos, pero son los saulos son los que más abundan. Hay básicamente dos tipos de saulos.

Unos son los que odian a Dios y a la iglesia de Jesucristo, otros confunden el mensaje del evangelio, y aunque Jesús los derribó del caballo de sus perversiones y trajo luz a sus vidas oscuras, siguen todavía preguntándole de vez en cuando- ¿Y tú quién eres? – mientras el Señor todavía persiste en su misericordia para componer sus vidas egocéntricas contestándoles –Levántate, yo soy Jesús, el que te dio vida -. Son los amadores de sí mismo, doctos de la letra, autoproclamados patriarcas, que muestran la Palabra viva como sistema y método sin la mediación del Espíritu de Dios y sin tal Espíritu no hay libertad.

La libertad en Cristo proviene de su Espíritu y de nuestra unión y relación con Él. Esta libertad quita el velo de los ojos y descubre los corazones para vivir dependiendo de Jesús. No me podría imaginar una vida plena en Cristo si no me apropio del gozo que me da la libertad de vivir en Él. El poder transformador del evangelio por la obra del Espíritu cierne sobre nuestro espíritu los anhelos de parecernos a Él, de no separarnos de Él, de permanecer en Él, de apropiarnos de su substancia de pureza sobrenatural.

¿Qué hemos hecho para ganar esa libertad? Nada; sólo escuchar su voz (algunos son eunucos por el oído), abrir la puerta (otros no se deciden a tirar del picaporte) y Él decidió bañarnos de su gracia regalándonos una mesa de manjares espirituales. La gracia y las misericordias de Dios son infinitas y rompen toda cadena de esclavitud. ¿Y cuál fue el precio de nuestra libertad? El apóstol Juan nos desea gracia y paz “…de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre (Ap 1.5). El precio fue una muerte de cruz, su sangre nos trajo redención y liberación.

La vida plena se vive desde la gracia y desde el llamamiento a vivir en libertad para servirnos por amor los unos a los otros (Gal 5.13). Si no ¿para qué disfrutamos de la libertad en Cristo? La respuesta a la libertad en Cristo es vivir en gratitud, es dejar ataduras viejas y romper las cadenas para que se desaten los dones espirituales que tal vez tenemos escondidos. Vida plena es estado de ánimo que conforta: “Tú has defendido, oh Señor, la causa de mi alma, Tú has redimido mi vida.” (Lm 3.58)

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas | Ministerio Internacional de Intercesores “La Higuera”, Cuba

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