El panorama que hoy se vive con el Coronavirus ha congregado sin distinción de estatus a las comunidades de la familia, la iglesia y a la nación en un mismo espíritu de temor y de inseguridad.
Desde la cúpula de los gobiernos mundiales se escucha el grito de desesperación por las muertes que se han producido a consecuencia del mortal virus, cual si fuera la victoria de Egipto en tiempos de Moisés, cuando el ángel de la muerte hirió aquella población de aquella gran nación, por no honrar a Dios con la identidad de la marca de la sangre del cordero en el dintel de la puerta principal de cada casa como identidad de los hijos de Dios.
El mensaje espiritual que se puede interpretar de la pandemia del también llamado Covid-19, nos habla de cómo a razón de la voz de Dios, este virus nos predica con la autoridad de un evangelista mundial llamando a la comunidad que en estos tiempos está inclinando su corazón en un temor reverente ante Dios como sus hijos obedientes a la voluntad de nuestro Padre Celestial.
El Covid-19 nos ha traído un tiempo de gracia final, de parte de Dios, para alertar a su pueblo, a su iglesia, a las familias y a las naciones, de que preparemos nuestro vestido blanco de lino fino, en obediencia, santidad y adoración al único y Poderoso Dios, Jehová de los Ejércitos de Israel. La causa de esta pandemia o plaga está en 2 de Crónica 7-14: “ si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”.
