Una de las panorámicas más admirables del Nuevo Testamento es observar un día de esparcimiento en retiro con Jesús. La vida cotidiana, las calles, las ciudades, la cultura, el dinero, los valores, la religión y sus líderes, los milagros y la fama, todos convergen en el encuentro con Él. Jesús, en su ministerio, invitaba a las personas al Reino de la gracia, la justicia, la misericordia y el amor.
En este contexto, la evangelización de Jesús y sus discípulos tenía lugar en las aldeas y ciudades. En muchas ocasiones, lo encontramos sentado, rodeado por una multitud que buscaba la paz que solo Él podía ofrecer. Sus colaboradores, los discípulos, servían al Maestro y facilitaban el encuentro entre Él y las personas, presentándose para impartir bendiciones a los necesitados.
Sin embargo, las multitudes eran tan grandes que los discípulos, intentando mantener el orden, a veces impedían que los niños se acercaran a Jesús. A pesar de esto, el Señor Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores, quien está sentado a la diestra de Dios Padre, no rechazaba a nadie. Con sabiduría divina y el discernimiento que sólo el Espíritu Santo puede dar, Jesús conocía lo más profundo del corazón humano, incluso aquello que el propio hombre no puede ver en sí mismo.
Dios, en su infinita bondad, revela sus secretos a quienes le son íntimos, a los que tienen un corazón contrito y humillado ante su presencia. Él trabaja con propósito en nuestras vidas y nos guía hacia lo que ha de venir, mostrando su poder y amor en formas que muchas veces no entendemos al principio.
La escena de Jesús rodeado de niños y multitudes nos invita a reflexionar sobre el poder transformador de un corazón humilde y dispuesto. Jesús nos enseña que no hay distinción de edad, posición o condición cuando se trata de acercarse a Él. La invitación al Reino de Dios está abierta a todos, y su poder se manifiesta incluso en los corazones más pequeños, como los de los niños, quienes representan la pureza, la fe y la confianza necesarias para entrar en su Reino.
Versículos de apoyo. Jeremías 17:9-10: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.»Ezequiel 36:26: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.»Proverbios 4:23: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.»