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El peso de lo que no se ve

No podrás alcanzar la libertad económica que Dios quiere para ti, si tus pensamientos no cambian. Lo que te separa, lo que hace la diferencia entre la gente próspera y la gente mediocre, no es dinero, sino una mentalidad, una manera de pensar. Hay quienes tienen mucho dinero, pero tienen vidas mediocres porque piensan y actúan como pobres. La riqueza no se mide realmente por el dinero que tienes, sino por la manera en que piensas.

Tú educas a tus hijos en base a tu manera de pensar. Tú transfieres a tus generaciones aquello que tú valoras; y la gente próspera sabe que, lo que tienen que transferir a sus hijos, no es tan solo riquezas, cosas tangibles. La Biblia dice que tenemos que dejar herencia, pero más que riquezas, tenemos que dejarles el conocimiento de qué fue lo que nos llevó a alcanzar lo que hemos logrado. Si tú no enseñas a tus hijos a tener la misma fe para alcanzar lo que tú alcanzaste, puedes entregarles riquezas, pero las van a botar.

En Lucas 15, vemos que un hombre tenía dos hijos, y uno de ellos, el menor, tuvo la valentía que no tuvo el mayor, de pedirle al padre su herencia; y el padre se la dio. El hijo lo perdió todo porque tuvo fe o confianza para pedir, pero no tuvo el carácter para sostener lo que se le dio. La gente mediocre cree que la solución para sus hijos es darles más cosas, en vez de darles el carácter que se requiere para obtener las riquezas, la abundancia, y poder sostenerlas. Si tú no entiendes esto, estarás valorando las cosas incorrectas.

En una entrevista, el basquetbolista Shaquille O’Neal habló acerca de su crianza por su padre, quien es militar, y acerca de cómo ahora él cría a sus hijos. Este hombre, ya siendo un atleta famoso, un día, sale por televisión, diciendo que tenía mucha presión. Su padre vio aquella entrevista, y lo mandó a buscar, le dijo que se montara en su avión y llegara a su casa. Una vez allí, el padre lo montó en su auto y lo llevó a la ciudad, hasta un lugar donde había deambulantes, y le dijo: Eso es presión; estando en el nivel que estás, nunca vuelvas a decir que estás en presión. Entonces, le dijo que se bajara del auto y se quedara allí a pasar la noche, para que aprendiera lo que verdaderamente es vivir en presión. Este hombre estaba enseñándole carácter a su hijo. Shaquille O’Neal mide 7’, pero el papá sabía que, si no le daba carácter, fortaleza interna, la riqueza que había obtenido por su físico la iba a perder. Muchos atletas tienen grandes riquezas, y las pierden, las botan porque no tienen el carácter, la ciencia para sostenerlas; no se dan cuenta que su tiempo de jugar terminará y, si no tienen el carácter para sostenerlas, las van a perder. Le preguntaron, entonces, cómo él educa a sus hijos, y contó que uno de ellos tiene notas sobresalientes, y un día O’Neal recibió el reporte de notas de este hijo, y muy feliz con sus notas, le llamó y le dijo que fuera y buscara un auto, que él se lo pagaría. El hijo llegó con la aplicación para un Mercedes Benz, el más costoso del concesionario, y O’Neal le dijo a su hijo: Quiero que entiendas que el rico soy yo, te queda mucho por trabajar para tener un auto como este; yo te voy a comprar un auto, pero no va a ser este. Si O’Neal no hacía esto, su hijo no aprendería el valor del dinero, no entendería que las cosas caras y grandes de la vida hay que trabajarlas, lucharlas. En la vida, no te van a dar grandes cosas para celebrarte por cada logro; hay que ganárselo, pasar por procesos.

La gente mediocre persigue únicamente los resultados, celebran los resultados, pero no aprenden a celebrar los procesos por los que tienen que pasar para llegar a esos resultados. La gente próspera enseña a sus hijos el valor, no del dinero, sino de sí mismos, y lo que se necesita obtener en el interior, el carácter necesario, no tan solo para obtenerlo, sino también para sostenerlo.

En Lucas, vemos el contraste de dos hijos en la casa de su padre, ambos en grandes dificultades emocionales. El hijo menor tuvo la capacidad y la confianza de ir delante del padre y pedirle algo; el mayor, no tuvo esa confianza. Cuando el menor regresó, el mayor le dijo al padre: Tú nunca me has dado nada; y el padre le dijo: Pero si todo lo que tengo es tuyo, ¿por qué no me pediste, por qué no lo buscaste?   El hijo mayor le tenía miedo, tenía mentalidad de esclavo, no tenía la confianza de ir a pedir; trabajaba, se quedó allí, pero no tenía la confianza para disfrutar de las riquezas de su padre, no tuvo esa fe. El hijo menor, tenía la confianza, la fe para pedir, pero demostró claramente por sus acciones, que no tenía el carácter para sostener aquello que le fue entregado; lo desperdició, lo perdió, se juntó con personas incorrectas, y terminó comiendo con los cerdos. Si tú le das algo a alguien, y no tiene el carácter para sostenerlo, eventualmente, lo pierde.

En la parábola de los talentos, vemos cómo el señor les da a sus servidores de acuerdo al nivel en que están, y espera que ellos lo aumenten. De la misma manera, Dios te va a dar hasta un nivel, y el resto tienes que multiplicarlo. Lo más grande que tú recibes cuando multiplicas no es el resultado de la multiplicación, sino todo lo que has aprendido, tu desarrollo dentro de ese proceso. Eso te da un peso de gloria.

“ Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:17-18

Pablo decía que aquello por lo que estaba pasando le daba un peso de gloria, una autoridad. El peso de gloria hace que no te muevas de un lado a otro, que cuando las cosas a tu alrededor se mueven, tú te mantengas firme; cuando las cosas a tu alrededor desaparecen, tú te mantienes firme. El huracán María se llevó nuestro edificio, pero no se llevó nuestra fe, nuestra valentía, nuestro coraje de seguir hacia adelante, nuestra fuerza. Pablo dice que tenemos que mirar las cosas que son eternas, lo que está por dentro. Abraham era un hombre bendecido, tenía peso de gloria; su caminar con Dios le había dado autoridad, y dondequiera que iba prosperaba; en el campo, en el monte, en la ciudad, en los lugares más áridos; lo que él cargaba, hacía que hubiera aumento. Si perdía algo, lo recuperaba. La gente mediocre se enfoca en lo externo; la gente próspera se enfoca en lo interior, en el carácter necesario para poder alcanzar las cosas para que, cuando las cosas a su alrededor sufran algún cambio, ellos puedan permanecer firmes.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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