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“El perdonado que no perdona”

Mateo 18:21-35. Este versículo trata un tema fundamental en el cristianismo, “el perdón”. Los discípulos cercanos a Jesús lo habían escuchado enseñar sobre el perdón en múltiples ocasiones, pero no necesariamente entendían todas las implicaciones de Sus enseñanzas. De hecho, la pregunta que hace Pedro en Mateo 8:21, “¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”, es una indicación de algunas de su falta de entendimiento en cuanto al tema del perdón. La razón por la cual Pedro pregunta esto aquí, es porque, sólo unos versos atrás, Jesús instruyó sobre el proceso de confrontar a un hermano cuando peca (Mateo 18:15-17).

Los rabinos entendían el perdón como algo opcional en algunos casos, y cuando se daba, estaba limitado a solo algunas ocasiones. Lo sorprendente de la respuesta de Jesús fue que dijo, “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, refiriéndose a la necesidad de que perdonemos indefinidamente. El énfasis no está en el número de veces que se debe perdonar sino en el desprendimiento en nuestra actitud de perdón. Esto es algo chocante para la mente carnal. Jesús está indicando que Sus seguidores no llevan cuenta de las veces que perdonan y que aman como está descrito en 1 Corintios 13:5. Humanamente hablando, esto es casi inconcebible y hasta injusto. ¿Por qué tendría yo que perdonar a una persona que de manera reiterada me ha herido? Y la respuesta de Jesús fue, ¡Por qué esa es la forma como Dios los ha perdonado a ustedes! Frente a Dios pecamos, expresamos pena por nuestro pecado y buscamos el perdón de Dios, luego nos damos la vuelta y cometemos exactamente el mismo pecado. De ahí entonces la parábola de Mateo18:23-35 donde Jesús comunica de manera magistral que Dios tratará duramente con aquellos de Sus hijos que no muestren el mismo tipo de perdón que ellos han recibido de parte de Dios.

Analicemos esta parábola dividiéndola en tres “escenas”:

Escena del Perdón del Rey (Mateo 18:23-27)

Pensemos en como es que Dios opera en lo que respecto al perdón. La parábola comienza diciendo, “el reino de los cielos puede compararsea ciertorey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.” Esta parábola, posiblemente hace referencia la dinámica de los reyes con sus gobernadores de provincias, o sátrapas. Cada cierto tiempo, dicho sátrapas tenían que traer impuestos recolectados; en la situación descrita parece ser una en la que el gobernador cobró pero gastó lo cobrado, poniéndolo en una deuda impagable. Ante la insolvencia del siervo, aún sin juzgarle por su malversación, el rey procedió según la ley de venderlo junto a su familia, algo que no pagaría su deuda ni ínfimamente, pero era lo que correspondía legalmente. El siervo, sabiendo que no tenía justificación alguna ni los medios para pagar lo que debía, “cayó postrado” y apela a la paciencia y promete pagar la deuda. El rey típico de la época, se hubiese indignado con la promesa insensata de pagar tal deuda… pero este no era un rey típico. El rey no sólo perdona la deuda, sino que perdona la maldad y corrupción que condujo a este individuo a esta situación (Mateo 18:27). Dios, en su gracia y misericordia por nosotros, perdona ciertamente la deuda del pecado, pero no sólo eso, es que nos coloca como sus hijos amados.

La Escena del Rencor del Siervo Perdonado (Mateo 18:28-31)

El siervo perdonado sale de su reunión con el rey habiendo recibido “tal alivio” y se encuentra con alguien que le debe a el. La deuda del siervo hacia el rey es incomparablemente mayor que la deuda del siervo con cualquier consiervo. Pero a pesar de que la deuda perdonada a él era incomparablemente menor, “lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía” (Mateo 18:30). Esta fue una decisión propia; su consiervo le hizo la misma petición que él hizo al rey y, “sin embargo, él no quiso”. La falta de perdón es eso, una decisión que se toma de mantener al otro como nuestro deudor. Cuando vemos el perdón del rey concedido, al lado del perdón del siervo retenido, hay una especie de “repulsión” al ver tal actitud, de tristeza. Eso fue lo que experimentaron los consiervos en Mateo 18:31 y se lo dijeron a su señor, el rey.

La Escena del Juicio al Siervo Rencoroso (Mateo 18:32-35)

“Entonces”, al enterarse el señor, lo manda a llamar, a rendir cuentas de su actitud hostil hacia su consiervo. Las primeras palabras del rey fueron “siervo malvado”. Esto es lo que Dios piensa de la falta de perdón: es algo malvado y perverso. En Mateo 18:33, hay una poderosa “lógica divina”: “¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?” La evidente respuesta es “claro que debí dar a mi hermano, el mismo trato que yo pedí para mi, de misericordia y paciencia.” Jesús presenta al rey como “enfurecido” (v.34) ante la falta de perdón del siervo, y con razón. El rey [Dios] se dispone ahora a lidiar con la maldad de su siervo “lo entrega a los verdugos hasta que pague todo lo que le debía.”

En el versículo 35, Jesús agrega, “Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.” Esto es lo que Dios hará con todos los que nos rehusemos a perdonar a los que pecan contra nosotros. El trato del rey [Dios] con el siervo rencoroso es una indicación de que Dios no dejará sin disciplina a aquellos que se nieguen a perdonar. Los cristianos que se niegan a perdonar a otros serán sometidos al tipo más severo de disciplina, hasta que aprendan a perdonar, así como han sido perdonados.

Fuente:
Pastor Hector Salcedo

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