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El perdón no es una debilidad, sino una de las armas más poderosas que Dios nos ha dado para vivir en libertad

Hace algunos años, Dios me llevó por un camino que nunca imaginé transitar. Estaba pasando por una temporada de dolor profundo, y aunque había intentado por todos los medios sanar, algo en mí seguía atado al pasado. Sabía que había áreas en mi vida que necesitaban sanidad, pero me resistía a soltar ciertos recuerdos, ciertas ofensas. Fue en ese tiempo que el Señor me habló de una manera muy clara sobre el perdón. Recuerdo estar en oración, y fue como si el Espíritu Santo me susurrara: «No puedes seguir adelante hasta que no sueltes completamente aquello que te ha herido».

Esa revelación me dejó sin palabras. El perdón no es un proceso fácil; muchas veces pensamos que hemos perdonado, pero en lo profundo de nuestro corazón, seguimos aferradas al dolor, a la injusticia, a lo que nos hicieron. Yo también luché con esto. Había heridas que me negaba a exponer ante Dios, creyendo que si las mantenía guardadas, de alguna manera, tenía control sobre ellas. Pero, amigas, el verdadero perdón no tiene que ver con el control, sino con la libertad.

Dios me mostró que mientras no perdonará completamente, yo era quien seguía prisionera. No la persona que me había hecho daño, sino yo misma. Mis emociones, mi salud, mi paz mental estaban atadas a esa falta de perdón, y hasta que no lo soltara, no podría experimentar la plenitud de la sanidad que Dios quería darme.

En este proceso, entendí algo profundamente liberador: el perdón total es un acto sobrenatural. No es algo que podamos hacer por nuestra propia cuenta, sino que necesitamos la gracia y la fuerza de Dios para lograrlo. Recuerdo claramente el día en que finalmente me arrodillé y le entregué al Señor cada herida, cada nombre, cada situación que había guardado por años. Fue como si una carga enorme se cayera de mis hombros. Pude respirar, pude sentir la paz que había estado buscando por tanto tiempo. Ese fue el inicio de una nueva etapa en mi vida, una etapa de libertad y restauración.

Hoy, te invito a reflexionar en tu propio camino. Tal vez has estado llevando una carga similar. Tal vez, como yo, sientes que hay cosas que has intentado soltar, pero aún se aferran a un pasado doloroso. Si es así, quiero recordarte que el perdón no es una debilidad, sino una de las armas más poderosas que Dios nos ha dado para vivir en libertad. Jesús mismo nos mostró el poder del perdón cuando, aun en la cruz, pidió al Padre que perdonara a quienes le habían causado tanto dolor (Lucas 23:34). Si Él pudo perdonar en medio del sufrimiento más grande, nosotras también podemos hacerlo con su ayuda.

Perdonar no significa que lo que sucedió está bien, ni que tienes que olvidar lo que pasó. Lo que sí significa es que estás dispuesta a dejar que Dios sea quien se encargue de hacer justicia, mientras tú avanzas hacia la sanidad y la paz. El perdón te libera a ti, no a la persona que te lastimó.

El Señor nos promete en su Palabra: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Él está listo para tomar tu carga y darte descanso, un descanso profundo que solo el perdón y la gracia de Dios pueden traer.

Este viaje no termina aquí, es un proceso diario de entregarle al Señor nuestras cargas, pero no estás sola. El Espíritu Santo está contigo en cada paso, y su poder es suficiente para ayudarte a caminar en la libertad que tanto anhelas.

con amor y oraciones,

Fuente:
Magie de Cano

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