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El pecado moral lleva al desastre nacional

Desgraciadamente, las naciones y las instituciones seculares se niegan a reconocer cuán importante es fundamentar los esfuerzos materiales sobre sólidos principios espirituales. Sólo esto asegura la prosperidad y el progreso a largo plazo de una sociedad o una institución. Es necesario eliminar la fuente de la contaminación demoníaca que oprime a una nación antes de que cualquier esfuerzo reformador pueda tener efecto permanente. Si las bases espirituales de una sociedad están contaminadas, por más acciones bien intencionadas que se emprendan, el resultado a largo plazo siempre será el fracaso. El salmo 127 lo declara así en palabras memorables:

1 Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia.

Sin duda alguna, la grave crisis económica y social por la cual están pasando los Estados Unidos y las demás naciones del mundo actualmente, se debe a la violación de esos principios espirituales que fundamentan la vida de los pueblos. La avaricia de las grandes corporaciones y sus ejecutivos; el uso de la mentira y la artimaña para aprovecharse de la ignorancia del consumidor; el consumismo desbocado del ciudadano común; la confabulación de los gobernantes con el sector industrial para violar las leyes financieras—estos son sólo algunos de los pecados persistentes que han devastado la economía mundial recientemente.

¡Entre octubre y diciembre del 2008 Estados Unidos perdió casi una tercera parte del valor de su economía! Trillones de dólares desaparecieron casi de la noche a la mañana de la economía nacional, todo debido a la desobediencia colectiva a los sanos principios de la palabra de Dios.

Todos los economistas están de acuerdo en que uno de los más grandes desastres financieros en la historia de la humanidad se ha debido en gran parte a la violación desenfrenada de principios básicos de moralidad, ética y prudencia común. La pregunta de los sesenta y cuatro mil dólares es: ¿Cómo es posible que en una de las naciones más sofisticadas de la tierra todos los sistemas de análisis y supervisión financiera pudieran fallar en manera tan obvia durante tanto tiempo? Sólo cuando se desató la crisis comenzaron los analistas a señalar los elementos de crasa inmoralidad que habían estado a la vista por todas partes. ¡Es como si la nación entera apenas se despertaba de un profundo trance! La violación de principios espirituales había llevado a la más poderosa nación del mundo a caer de rodillas por medio de uno de los más grandes y vergonzosos desastres de toda su historia. Todo esto nos recuerda el sobrio veredicto del apóstol Pablo en Romanos 1: 28: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”.

Tristemente, aun los mismos ciudadanos, al nivel individual, habían colaborado hacia el desplome financiero. Durante mucho tiempo habían gastado más de lo que ganaban, viviendo a fuerza de las tarjetas de crédito, negándose a ahorrar, y adquiriendo hipotecas que obviamente en algún momento no podrían pagar. Desgraciadamente, para mucha gente que se quejó amargamente de la mala conducta de las corporaciones y sus ejecutivos, las palabras del apóstol Pablo eran demasiado aplicables: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo” (Romanos 2:1).

Como si todo esto fuera poco, en medio de esa gran crisis institucional en Estados Unidos salió a la luz la más grande estafa financiera de toda su historia. Bernard Madoff, uno de los financistas más admirados de toda la nación, resultó ser uno de los más grandes estafadores que jamás haya existido. La gran pirámide financiera que este hombre había mantenido durante décadas finalmente se vino abajo, arrastrando consigo cincuenta billones de dólares de algunas de las familias e instituciones más poderosas de la nación, así como de otros países. De nuevo, todo el mundo se preguntó cómo era posible que este hombre hubiera podido engañar a tanta gente durante tanto tiempo, incluyendo las instituciones supervisoras más poderosas del país, las cuales habían sido alertadas varias veces acerca de la gran posibilidad de que Madoff estuviera, efectivamente, llevando a cabo una pirámide muy sofisticada.

Al leer sobre esta historia en los periódicos la primera vez, inmediatamente pensé que la gran estafa que este hombre había llevado a cabo era prácticamente lo mismo que las instituciones financieras de toda la nación habían estado haciendo durante los últimos años; es decir, estafando al consumidor por medio de una vasta pirámide de proporciones nacionales. Interesantemente, poco después comenzaron a surgir comentarios de parte de analistas financieros de todo el mundo observando lo mismo. En su indignación, por medio de este escándalo Dios estaba proféticamente denunciando a las instituciones de la nación acerca de su inmoralidad y su explotación del pueblo.

Lo que estamos observando al nivel mundial en este tiempo nos indica que Dios está acelerando su reloj profético. Nos esperan tiempos verdaderamente terribles si la humanidad persiste en desbocarse tras sus propios dioses materiales e ignorar las leyes del Dios verdadero. Si las naciones quieren verdadera prosperidad y seguridad, tienen que comenzar arreglando cuentas con el Rey de toda la tierra. Harían bien en acatar el sabio consejo del salmista: “Ahora bien, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían” (Salmos 2:10-12).

Fuente:
En Memoria Apóstol Roberto Miranda

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