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El nuevo gobierno necesita un equipo que trabaje e idealice el concepto de cambio

Si algo debería preocuparnos a todos es la creciente presión que se está arremolinando en torno a la gestión que ya casi inicia del presidente electo Luis Abinader. Preocupa que las expectativas de todos los sectores estén tan desbordadas y que el presidente a su llegada al Palacio Nacional encuentre, además de una grave crisis económica y sanitaria, un sofocante estado de reclamos y demandas que alteren el ritmo normal de trabajo de una administración que, aunque quisiera, no puede satisfacer al mismo tiempo las múltiples necesidades de todos los sectores, muchas de las cuales no son tan sencillas y requieren de tiempo para ser respondidas.

No importa si son improvisadas o no, técnica o económicamente viables, todos los sectores están pidiendo, algunos hasta de forma amenazante y compulsiva, que el gobierno tome de inmediato unas que otras medidas que favorecen sus intereses. Visto esto así, el nuevo gobierno estará jugando en una cancha en la que una misma jugada arrancará tanto aplausos como abucheos.

Pocos de los funcionarios nombrados por el presidente electo lo están ayudando con observaciones realistas y bien fundamentadas. Todos están alentando expectativas de bonanza y bienestar. Nadie está hablando de sacrificio y paciencia. Todos estamos reclamando, nadie está pensando en aportar. El gobierno no puede cambiar si los ciudadanos no comenzamos a ver sus funciones y su rol con ojos diferentes.

Esa mesura, esa forma planificada y realista de abordar los problemas de la sociedad tiene que ser parte del cambio, sino va a degenerar en populismo y pronto tendremos más de los mismo. Producir cambios sociales no es tarea simple, producir cambios sociales significativos no es cambiar caras, es desafiar voluntades, trastocar hábitos, trastornar prácticas y generar nuevos modelos de comportamientos. Es un proceso que tiene su parte traumática y el gobierno debe tener alguna terapia para su tratamiento.

En el gobierno de Luis Abinader solo habrá cambios reales, si desde su administración se trabaja en procura de una nueva cultura. Yo en su caso, hubiera creado desde la Secretaria Técnica de la Presidencia una unidad para trabajar el cambio en término conceptual, una unidad para producir contenido sociales y culturales que expliquen y le den fuerza ideológica al cambio.

Es más, si esa unidad estuviera operando desde ya, muchos de los pronunciamientos improvisados y hasta tremendistas de algunos funcionarios nombrados es probable que no se habrían producido. Tenemos que trabajar una cultura de cambio, más allá de las frases de campaña. Si el cambio es verdadero, no solo debe serlo del gobierno, el cambio debemos encarnarlo todos.
Hay que entender que el gobierno como estructura es un gran tablero, pero, aunque el juego es uno solo, cada sector del país tiene una ficha y está interesado en que la misma avance en el juego, pero con frecuencia, se olvida que para que su ficha avance tienen que moverse otras. Al final, la perdida o la ganancia del juego no depende del movimiento único de una ficha, depende de como se movieron todas en conjunto.

En este juego de poder las fichas que mueven los pobres tienden a ser retrasadas, con frecuencia quien se encarga de moverlas se olvida de ellas, y hay ocasiones que hasta la sacan del tablero.

Cada sector se está moviendo de acuerdo a su muy particular interés. Pero a los pobres, a los que están en el olvido, ¿cómo le irá en este juego? Ellos son los que menos presionan y hablan. ¿Quién está hablando por ellos? ¿Quién tiene diseñado un programa técnicamente bien elaborado para equilibrar un poco esta sociedad tan desigual, tan carente de justicia social e igualdad de oportunidades para todos? Si verdaderamente estamos abocados a un esperado e histórico proceso de cambio estos son temas que deben preocuparnos.

Mientras tanto, esperemos que el nuevo gobierno se enfoque, que pueda capear este temporal de presiones desenfrenadas y comience un trabajo que toque la cultura y la mentalidad del dominicano, de tal modo que todos podamos encaminarnos hacia la construcción de una patria mas justa, de bienes mejor distribuidos y de acciones más solidarias y edificantes. Que no olvidemos que los pobres tienen ficha en este tablero y son también parte del juego.

Fuente:
Tomás Gómez Bueno

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