“Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan.” Salmos 126:1
Lo peor que ocurre cuando llega la crisis, es que tu mente se cierre y no puedas soñar.
El Salmos 126 es uno de los que se conocen como salmos de grado o de escalera, que son los Salmos 120 al 134. En aquellos tiempos, cuando se iba al templo a adorar a Dios, había quince escalones para subir. Y el judío lo que hacía era que leía cada uno de estos salmos en cada escalón. Y en el peregrinaje hacia la iglesia se leían estos salmos, porque recuerdan la liberación de Dios sobre el pueblo de Israel.
Si los leemos los quince, vemos que son progresivos. El Salmos 126 es el séptimo, y es un salmos a través del cual Dios quería recordar algo que Él había hecho por el pueblo de Israel, específicamente el momento en que liberta a Israel de la cautividad de Babilonia.
En Esdras 1, se nos dice que Jehová despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, para liberar al pueblo de Israel, para subir a edificar la casa de Jehová en Jerusalen. Ciro era un rey pagano, sin embargo, en Isaías 45 Dios lo llama su ungido. Dios unge a un pagano, a un mundano, que no es perfecto, que ha cometido muchos errores, que no estamos de acuerdo con montones de cosas; pero en cada pueblo, en cada lugar, Dios levanta a un Ciro que quizás piensa que es una decisión política, y no se da cuenta que es Dios quien levantó su espíritu para libertar a aquellos que Dios quiere que sueñen.
Dios levantó a Ciro para que el pueblo fuera libre de la cautividad, porque Dios quería un pueblo que soñara.
Esta cautividad del pueblo de Israel no fue una geográfica. El pueblo de Israel estuvo cautivo en varias ocasiones: Con los egipcios, con los babilónicos, con los romanos; En cada ocasión, con unas características diferentes. Egipto fue una esclavitud de opresión geográfica, donde el pueblo era obligado a trabajar. Con los romanos, era una confusión de religión; Se les permitía alabar a Dios, pero estaban condenados a vivir bajo las reglas del pueblo romano en otras cosas. En el capítulo 126 del libro de Salmos, se está hablando específicamente del momento en que Ciro detiene la cautividad a la que Nabuconodosor había llevado al pueblo de Israel. Esta cautividad no era como la de Egipto. De hecho, parte del pueblo no se quiso ir, porque los babilónicos les habían otorgado derecho de construir casas. Y esa es la gente que, en medio de la crisis, lo que hacen es conformarse con lo que tienen, en vez de seguir el grito de libertad para subir a un lugar más alto, porque prefieren quedarse en ese nivel, antes que comenzar otra vez un nuevo camino.
¿De qué te sirve quedarte en una buena casa en Babilonia, en vez de caminar hacia tu destino, sabiendo que lo que Dios tiene para ti es mucho más grande?
El enemigo quiso cambiar la identidad del pueblo de Israel como hijos de Dios. Dios tiene que levantar a Ciro, quien cumple la profecía que se había dado de que el pueblo de Israel estaría esclavizado en Babilonia por setenta años, y de que Dios tornaría aquello.
Cuando miramos la historia de la cautividad babilónica, más que una cautividad física, era una cautividad mental, una cautividad de pensamiento, una crisis de identidad. A Daniel quisieron cambiarle el nombre, quisieron que hablara otro lenguage, que comiera otra comida; porque si le cambias el nombre, el lenguaje, y la comida a una persona, la cambiaste para siempre. Nabuconodosor escogió los príncipes, los más inteligentes, y los castró, para que no se reprodujeran. Les cambió el nombre, les cambió el lenguaje, y les cambió la comida. Daniel no permitió eso; Por eso dice la Biblia que Daniel tenía un espíritu diferente. Otros cedieron a la cultura, cedieron a la moda, y quisieron vivir más fácil, pero a Daniel no le importó que lo tiraran al foso de los leones; él sabía que de ahí Dios lo iba a sacar, y que el sueño que Dios había depositado en él no iba a morir. De la misma manera que Daniel no moriría en el foso de los leones, la quiebra no acaba contigo, el divorcio no acaba contigo, ese problema no acaba contigo.
Ciro dio la orden de que el templo se reconstruyera, porque lo primero que hizo Nabuconodosor para esclavizar al pueblo judío en Babilonia fue quitarles el deseo y la razón por la cual caminar hacia Jerusalén.
Lo primero que hizo Nabuconodosor fue sacar el tesoro, y dice la Palabra que donde está tu tesoro está tu corazón. Nabuconodosor saca el tesoro, se lo lleva, y lo pone en Babilonia. Ahora no había razón por la cual peregrinar hacia Jerusalén, porque en la mente de ellos no había nada valioso allí, porque lo tenía ahora Nabuconodosor. Así que ahora no había deseo de peregrinar, de caminar, de ir a Jerusalén a adorar a Dios.
Cada vez que el pueblo iba a Jerusalén, iba para una fiesta. Para ellos, no era un martirio dar una ofrenda, no era un martirio vestirse y caminar para ir a la iglesia. Y en el camino hacia Jerusalén, el pueblo recordaba lo que Dios había hecho cuando los sacó de Egipto, por ejemplo. Ese peregrinaje es el que hacía al pueblo soñar, y fue eliminado, por lo que el pueblo perdió la razón por la cual viajar a celebrar a Dios. Lo mismo pasa hoy día. Para algunos es un martirio ir a la iglesia; Vestirse, salir, el servicio es muy largo, el recogido de la ofrenda, todo se les hace pesado. Al cine, tú vas a entretenerte; Pero tú no sueñas con los que te entretienen, tú te entretienes con los que sueñan; El artista, el cantante, el deportista que soñó, te entretiene; Y lo que te entretiene, te cautiva. En la vida, tienes que caminar por lo que sueñas; Y, sin darte cuenta, tu tesoro te lo han movido a otro lugar, cuando tu tesoro debe estar siempre en la casa de Dios, porque es en tu peregrinaje a la casa de Dios que tú eres libre para soñar.