
«Oí la voz del Señor que decía: ‘¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?’ Y respondí: ‘Aquí estoy. Envíame a mí.’”Isaías 6:8
2 Corintios 5:20
«Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros. En nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!»
En medio de una generación que muchas veces guarda silencio ante la injusticia, el pecado y el dolor humano, resuena la voz eterna de Dios: “¿A quién enviaré?” No es una pregunta antigua ni ajena a nosotros; es una invitación viva, personal y urgente.
Isaías no fue llamado cuando todo en su entorno estaba en orden. Fue en un tiempo de crisis nacional y personal el rey Uzías había muerto, y el templo se llenó de la gloria de Dios que Isaías reconoció su necesidad de ser purificado. Sólo entonces pudo responder: “Aquí estoy. Envíame a mí.” El llamado comienza con un encuentro con la santidad de Dios y una rendición total a Su propósito.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo nos recuerda que no solo somos llamados, sino enviados como embajadores de Cristo. Esto no es un título, es una responsabilidad. Representamos a un Reino que no es de este mundo, y nuestro mensaje es claro: ¡Reconcíliense con Dios!
Ser embajador implica caminar con integridad, hablar con compasión y actuar con valentía. No todos predican desde un púlpito, pero todos podemos ser enviados: a una familia, a una comunidad, a una generación que clama por redención.
La disponibilidad es más valiosa que la elocuencia. Dios no busca a los más preparados, sino a los más dispuestos. Quienes se rinden a Su llamado verán cómo Él los equipa, los guía y los respalda.
Hoy, Él sigue buscando mensajeros. Que nuestra respuesta no sea una excusa, sino un eco firme del corazón: “Aquí estoy, Señor. Envíame a mí.”
Oración Final
Señor, hoy escuchamos Tu voz que clama desde los cielos: “¿A quién enviaré?” Y desde lo profundo de nuestro corazón te decimos: Aquí estamos, envíanos a nosotros. Límpianos como limpiaste a Isaías, renueva nuestras vidas con tu Espíritu y úsanos para llevar esperanza, verdad y amor a quienes la necesitan.
Haznos embajadores fieles, instrumentos de reconciliación y luz en medio de la oscuridad. No queremos ir sin Ti, pero tampoco queremos quedarnos cuando Tú nos llamas. Pon tus palabras en nuestra boca, tu compasión en nuestro corazón y tu autoridad en nuestras acciones.
En el nombre de Jesús, Amén.