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El hábito sí hace al monje

41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.”  Lucas 23:41-42

Eso lo dijo uno de los presos en una cruz al lado de Cristo.  Él reconoció algo que algunos de nosotros no hemos querido aceptar.  Otro le dijo: Si eres el Hijo de Dios, bájanos de aquí; como para salir de allí a volver a hacer lo mismo.  Pero este le dijo: Nosotros, por nuestros hechos, estamos aquí.  Aceptó algo que la gente hoy no quiere aceptar.  El otro lo que estaba diciendo era: Por lo que mami me hizo, terminé en la cruz; por lo que papi me hizo, terminé en la cruz; por lo que la sociedad me hizo, terminé en la cruz; no me quisieron ayudar.  Pero este dijo: Por nuestros hechos.

El problema que tienes hoy, es porque no has querido aceptar que tú estás donde estás por tus hechos.  No es culpa de tu país; son tus hechos.  Es no levantarte todas las mañanas temprano, es no ir a trabajar, es no ahorrar, es no luchar, es no hacer lo que tienes que hacer.  Tú lo que debes decir es: Gracias a Dios por su misericordia, porque he hecho muchas cosas que me deberían haber llevado a otro sitio, pero Dios todavía me tiene aquí; todavía tengo familia, tengo techo.  Pero lo que haces es cuestionar por qué le pasan cosas malas a gente buena, creyéndote bueno, cuando al mismo Cristo le dijeron Maestro bueno, y él dijo: Bueno hay uno solo, que es el Padre.

Este muchacho le dijo al otro: Por nuestros hechos, estamos aquí; puedes quejarte que él no te va a salvar ahora, pero tú estás donde te mereces, mientras que él no merece estar donde está.  Y dijo a Cristo: Acuérdate de mí.  Pidió misericordia.  Pero tú no pides misericordia hasta que aceptas tus errores, hasta que aceptas que son tus hechos los que te han llevado a vivir así.  Pero tú no quieres vivir meramente de la misericordia de Dios.

Dios dijo: Tendré misericordia del que tenga misericordia.  Al final de la vida de cada uno, Dios tendrá misericordia del que tendrá misericordia.  Pero como tú no sabes si Él la va a tener contigo al final o no, no vivas dependiendo de su misericordia, sino de su gracia, tratando de vivir la salvación en la que tú has creído, para que tus hechos no te lleven a una cruz para tú tener que pedir misericordia, sino para vivir verdaderamente en el poder de la gracia de Dios.

El hábito sí hace al monje.  Tus acciones te llevan a ser quien tú eres.  Todo lo que tú haces cada mañana, todo lo que oyes, lo que miras, lo que hablas, con quien andas; todo lo que haces se va acumulando.  Tus hábitos sí hacen al monje.  La cantidad de dinero que tienes hoy, no es porque haya una mala economía en el país, sino porque no te has disciplinado a ahorrar, porque lo has gastado en otras cosas, porque no has salido a trabajar de sol a sol.  No es porque Dios no te ha dado.  Es que es más fácil decir que Dios entiende que tú no ofrendes nada, que decir que estás tan embrollado por tus errores, que no le puedes dar nada a Dios.  Mejor di que por tus hechos no puedes diezmar y ofrendar, y pídele a Dios perdón por todos tus errores financieros.  Dile: Ten misericordia de mí; te prometo que, desde hoy, voy a hacer lo mejor, y algún día voy a poderlo hacer.  Eso es mejor que apaciguar tu mente y que te engañes, pensando que estás bien.  Es mejor que admitas que el problema en tu matrimonio es porque has sido un bandido.  No digas que es que ya no te atiende, que no sientes lo mismo, que ya no es lo mismo.  Por tus hechos, estás donde estás.

Sansón se acostó con muchas mujeres; y un día, se acostó con una a la que le dio el corazón, y todo se echó a perder.  El problema de Sansón fue que, como se acostaba con muchas y los molleros seguían, pensó que todo estaba igual.  Pero una cosa es tener molleros, otra, tener fuerza; y la fuerza de Sansón no venía de sus molleros, sino de Dios.  Puede que tengas músculos, pero no tengas fuerzas; puede que estés viviendo de apariencias porque piensas que porque eres inteligente, eres hábil, sabes hablar, pues todo está bien.  Pero entiende que puede ser que sean tus músculos, y no necesariamente la fuerza de Dios.  Es mejor una piedrecita, pero ungida con el poder de Dios, que tener mucho músculo y no tener fuerza alguna y autoengañarte.

Este mensaje es en amor, para cumplir con nuestra responsabilidad delante de Dios.  No te vamos a alagar hoy por tus músculos y decirte que todo está bien.  No.  No importa los músculos; si no tienes la fuerza de Dios, pronto, por tus hechos, caerás donde no quieres caer…  y no podrás decir que nadie te lo dijo.  La clave hoy se encuentra en tu dependencia cada vez más de Dios, y en tu deseo de servirle.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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