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El favor de hallar una morada para Dios

HECHOS 7:46 LBLA: “Y David halló gracia delante de Dios, y pidió el favor de hallar una morada para el Dios de Jacob”. La Escritura nos enseña que no sabemos pedir como conviene y lo que nos conviene. Por eso necesitamos llenarnos del Espíritu Santo para que interceda por nosotros y nos enseñe a pedir de la manera correcta —así pediremos lo que más nos conviene—, es decir las cosas que agradan a Dios y están dentro de su perfecta voluntad. David es un modelo para seguir en cuanto a la oración y por eso podemos aprender acerca de las peticiones que hizo ante el Señor, él fue quien al orar dijo: “Una cosa he pedido al Señor y esta buscaré”. David nos enseña que lo que pedimos al Señor también lo debemos buscar. En esta oportunidad analizaremos una de las muchas peticiones que David hizo al Señor por medio de la cual aprenderemos un poco más acerca de la oración en esta faceta de pedir.

Lo primero que deseo resaltar es que nuestro versículo base comienza así: “Y David halló gracia delante de Dios”, al ser el primer punto y la primera expresión del versículo, debemos comprender, que en la oración — la gracia de Dios juega un papel muy importante—, en este caso vendría a ser la base de la petición de David. La Biblia nos enseña que quienes hallaron gracia delante del Señor fueron oídos por Él, de hecho, algunos personajes de la Escritura al hacer peticiones anteponían la frase “si he hallado gracia”, dejando ver que el que encuentra gracia obtiene respuestas de Dios. Uno de los ejemplos lo vemos cuando la reina Ester (figura de la Iglesia), quien había evolucionado en la oración al punto de convertirse en una intercesora por su pueblo, cuando se presentó ante el rey Asuero (figura del Señor) para pedir por ella y por su pueblo, las tres veces antes de pedir dijo: “Si he hallado gracia”. Veamos algunos de los versículos en donde lo menciona:

“Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si le place al rey conceder mi petición y hacer lo que yo pido, que venga el rey con Amán al banquete que yo les prepararé…” (Ester 5:8 LBLA).

“…Si he hallado gracia ante tus ojos, oh rey, y si le place al rey, que me sea concedida la vida según mi petición, y la de mi pueblo según mi deseo” (Ester 7:3 LBLA).

“…si he hallado gracia delante de él, si el asunto le parece bien al rey y yo soy grata ante sus ojos, que se escriba para revocar las cartas concebidas por Amán…” (Ester 8:5 LBLA).

Como podemos ver, para Ester era muy importante hallar gracia y ser grata ante los ojos del rey para acercarse confiadamente a él. Por eso la Escritura nos muestra que el rey le extendió su cetro en dos ocasiones y cuando lo hizo fue porque halló gracia ante él. Veamos otro ejemplo: “…ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió hacia Ester el cetro de oro que estaba en su mano… Y el rey le dijo: ¿Qué te preocupa, reina Ester? ¿Y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará” (Ester 5:2-3 LBLA). De la misma manera David estaba por presentar ante el Señor una petición que brotaba de un anhelo muy profundo dentro de su corazón: Hallar una morada para el Señor y edificar una casa en honor al Nombre de su Dios. Y por eso la segunda expresión del versículo base es “y pidió el favor”, es decir, sabía que su petición era un favor inmerecido, ¡él sabía que no era digno de edificarle casa al Señor y por eso necesitaba su favor! Muchas de las cosas que pedimos al Señor —por no decir todas—, son favores inmerecidos y por eso antes de orar o pedir cualquier cosa, lo primero que debemos pedir es su favor, estando conscientes de que lo que pediremos no lo merecemos, pero si hallamos gracia y somos gratos ante Él, se complacerá en responder extendiéndonos su cetro de gracia y misericordia. La petición de David —edificar una morada para el Señor— refleja el amor que David tenía por Dios y su casa. De hecho, David previo a entregarle el trono a su hijo Salomón presentó una ofrenda extraordinaria para la construcción del templo, proveyó generosamente y con todas sus fuerzas, pero dijo claramente: “…en mi amor por la casa de mi Dios, el tesoro que tengo de oro y de plata, lo doy a la casa de mi Dios…” (1 Crónicas 29:3 LBLA).

La Escritura nos enseña que no fue David quien edificó la santa morada del Señor —lo cual pareciera indicar que Dios no le concedió su petición—, sin embargo, el hecho de que lo haya hecho su hijo significa que la petición de David fue respondida, pero no como David lo esperaba, ya que Dios había previsto que fuera su descendiente quien recibiría la respuesta. Esto significa que existen peticiones que hacemos que son como una siembra, algunas veces veremos la cosecha, es decir, la respuesta, pero otras veces será nuestro linaje quien recibirá esa respuesta. En ocasiones lo que sembramos al orar lo cosecharán nuestros hijos.

La petición de David fue grata a los ojos del Señor al punto que le dio la promesa de edificar su casa y hacerla duradera. Lo que David deseó hacer para el Señor, Dios lo hizo con él y sus hijos. Pidámosle entonces al Señor el favor de edificar su casa para que los nuestros sean elegidos y así terminar lo que nosotros empezamos.

Fuente:
POR HILMAR OCHOA | https://ebenezer.org.gt/revista-rhema/

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