Nehemías logró con su entusiasmo animar a su pueblo para levantar el muro derribado y sus puertas consumidas por el fuego, cuando todos dijeron: “Levantémonos y edifiquemos”. La motivación es una de las armas poderosas usadas en todo este libro. Y es que Nehemías aparece como el hombre del ánimo hablando a su gente.
Y cuando tuvo la posibilidad de ser derrotado por el desaliento, Nehemías confrontó a ese enemigo a través de su vida oración y de fe, haciendo de estas disciplinas espirituales un escudo para detener los dardos de fuego del maligno, disparados desde el mismo momento cuando él tocó la tierra de sus antepasados. Si usted es un genuino cristiano en algún momento se va a enfrentar al desánimo. ¿Y sabe por qué pasa eso?
Porque el Señor usa el desánimo para que dependamos siempre de él. Esté siempre preparado, porque este enviado de Satanás podrá visitarlo en cualquier momento y contagiará a otros. Pero si Nehemías es un verdadero ejemplo acerca de cómo combatir el desaliento, y salir victorioso, en la Biblia nos encontramos con Elías como el ejemplo del desánimo.
El profeta aparece en un momento en la cúspide al derrotar a los profetas de Baal en el Monte Carmelo (1 Reyes 19), pero luego lo vemos corriendo más de 160 kilómetros por la amenaza de una mujer llamada Jezabel, quien juró matarlo. Este hombre cayó en un profundo desánimo, porque después de esa carrera se sentó debajo un árbol, pidiéndole a Dios que lo matara.
La Biblia no oculta que aun los grandes hombres de Dios se desanimaron. Pero ¿qué pasó con Nehemías? Él es un modelo para ayudarnos a levantar y a edificar cuando la prueba arrecia en nuestras vidas. El desánimo es real, pero también la palabra de Dios nos ofrece su fortaleza para combatirlo. De eso se trata el presente tema.
MANTENIENDO LA COMPOSTURA ANTE LA AMENAZA
El Desaliento De Las Críticas (Vers. 2)
Observemos la intención del enemigo cómo viene para probar las áreas donde somos más vulnerables. Analicemos la intención de estas preguntas. La nueva versión internacional hace el planteamiento de esta manera: “¿Qué están haciendo estos miserables judíos?”.
Yo no sé cómo es su carácter, pero si alguien le llama miserable, usted puede tomar dos acciones: o quedarse quieto, lo que no siempre sucede, o simplemente activar su viejo hombre con sus palabras y sus hechos.
Esta gente insultó a los judíos haciéndoles ver su incapacidad para levantar aquella obra. Las críticas contra ellos no pudieron ser más duras. Nada produce más desánimo que sentirse criticado, y más cuando se está haciendo la obra del Señor.
Pero, le puedo asegurar algo, usted no va a ser criticado si no hace nada en la obra del Señor; actívense y las críticas llegarán. El enemigo usará el desánimo para debilitarnos más, porque si alguien sabe de nuestras áreas débiles es Satanás, y él va a estimular esa parte en nosotros para que bajemos la guardia y comencemos a mirar más nuestra debilidad y no nuestra fortaleza. No ignoremos las maquinaciones del enemigo en todo esto; su intención será convencernos de cuán débiles somos.
El Desaliento De Las Palabras Hirientes (Vers. 3)
En este texto notamos cómo el enemigo usa a la gente y sus palabras para no seguir adelante en el empeño de servir al Señor. En función de este texto, le pregunto: ¿Se ha sentido desanimado con el pensamiento de que toda su amorosa devoción y servicio a Dios, a la Iglesia o a sus amigos cristianos no tiene ningún valor y no está logrando nada bueno?
Si cedes a estos pensamientos estarás haciéndole caso a los nuevos “Sanbalat y Tobías”. Todos ellos son instrumentos del diablo para frenarte en tus buenos esfuerzos de trabajar para el Señor. Aquella burla no podía ser peor. Decirles a estos entusiasmados creyentes que si subiera una zorra derribará el muro era más que un sarcasmo, era un insulto y desprecio a los que con tantas ganas estaban trabajando en tan digna obra.
En este pasaje es clara la visión de dos grupos opuestos. Están los que hacen la obra del Señor con entusiasmo, alegría y ánimo pronto, pero también están aquellos que se paran frente al muro en construcción como verdaderos instrumentos del mal para detener su avance. Y ante estas embestidas no podemos sino seguir adelante. El enemigo no destruirá la obra del Señor, pero si puede entretener a los trabajadores.
La Apropiada Respuesta (Vers. 4)
Ya Nehemías conocía a sus enemigos. De hecho, ellos le dieron la bienvenida cuando llegó a Jerusalén, y si alguien sabía cómo enfrentar aquellas críticas desalentadoras era él. El arma usada por este hombre de Dios le funcionó desde el principio. Él no se amilanó. Él no se inmutó. Él no entró en discusión con ellos ni los enfrentó con palabras usadas por ellos mismos.
Simplemente él le remitió a Dios las críticas y sus amenazas, diciendo: “!Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros! Haz que sus ofensas recaigan sobre ellos mismos: entregarlos a sus enemigos; ¡que los lleven cautiverio”. Esto significa que debemos resistir la tentación de devolverle el golpe a quien le propinó.
No nos corresponde a nosotros ocuparnos de los que nos ofenden y critican. En lugar de hacer eso debemos volvernos a Dios y derramar todos tus sentimientos heridos sobre él. La manera cómo Dios trabaja con los burladores y los provocadores del desánimo siempre será mejor que la nuestra.
Cuando estés desanimado debes ir a Dios en oración y hablarle a él de cómo te sientes o cómo te tratan. ¿Cuál será el resultado? Que Dios te concederá Su gracia suficiente para vencer tu desánimo.
RESISTIENDO MÁS ALLÁ DE LAS FUERZAS
“La Fuerza De Los Trabajadores Se Está Agotando”. (Vers. 10)
Este texto es una realidad en cualquier obra, incluyendo la del Señor. Hay momentos cuando nuestras fuerzas colapsan y no queremos seguir avanzando.
La reconstrucción del muro fue atacada hasta el final. Ahora nos encontramos con una prueba interna. Había un desafío afuera, pero no se esperaba uno de adentro mismo. La tribu de Judá era la más fuerte y valiente de todas.
A ellos se les conocía como la tribu de los grandes reyes, y de ellos vino el Mesías mismo.
Si ya no era tolerable el desaliento de los enemigos de la obra del Señor, menos sería escuchar las palabras desalentadoras de esta tribu de Israel. El (vers. 6 habla de una obra hecha hasta la mitad.
El pueblo tuvo un gran entusiasmo de seguir hasta esta parte, pero ahora hay malas noticias. Los constructores se mantenían fuertes ante el rostro del ataque; pero cuando el llamado es a echar el resto para concluirla obra, se levantan obstáculos especiales, y ellos vienen de su propia gente.
La observación de la tribu de Judá era real: el escombro era demasiado. Las fuerzas de la gente están a punto de pararse, y en esto el desaliento puede ser colectivo. Por lo tanto, toda esta gente va a requerir de un extra en sus fuerzas.
“No Podemos Edificar El Muro” (Vers. 10b)
Estas fueron otras palabras que vinieron para probar las fuerzas de los constructores. Cuando usted está entusiasmado haciendo algo que le apasiona, donde ha invertido su tiempo, energías y hasta su dinero, escuchar que ya no puede seguir eso crea un estado de frustración y hasta de paralización.
Pero es frente a estas malas noticias que nuestro ánimo y fuerzas deben activarse más. Frente a estas malas noticias, Nehemías va a desarrollar un plan de contingencia para dar al traste con el desaliento de afuera y de adentro. Y fue tan exitoso el plan concebido que el vers. 23 es un reflejo visible de la continuidad de la obra, y el haber recuperado las fuerzas, que ellos ni siquiera se quitaban la ropa, sino solo para bañarse.
Ciertamente podían estar físicamente agotados, pero desde el punto emocional estaban muy animados. La visión de su Dios y la motivación de su líder Nehemías, hacían realidad las palabras del vers. 6, cuando dice: “porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar”. Es cierto que a veces sientes como si el fracaso fuera tu compañero, y el deseo de dejarlo todo es lo que más domina. Pero al saber para quién trabajamos, nuestras fuerzas se renuevan (Isaías 40:31).
CONFIANDO EN LA ESTRATEGIA DEL LÍDER
“Y Por Causa De Ellos Pusimos Guardia…” (Vers. 9)
Todo estaba “tranquilo” en Jerusalén hasta que llegó Nehemías y su proyecto de levantar los muros y edificar las puertas quemadas, pero una vez arrancó el trabajo se levantó una fuerza enemiga, como si fuera una jauría de lobos con la firme intención de acabar con la obra y matar a quienes la hacían. Observemos las malvadas intenciones de quienes no querían el bien para la ciudad.
Sanbalat y Tobías, y una gran compañía más, se enojaron y conspiraron contra ellos (vers. 7); pero esto iba más allá, una intención secreta se había puesto en marcha con el fin de paralizar totalmente la obra (vers. 11). Esta noticia se había dado hasta diez veces (vers. 12), por lo tanto, el peligro era inminente.
Pero observe lo que hace un auténtico líder. Un hombre de Dios sabe del poder de la oración, pero también de la parte humana para lograr sus fines. El poner un equipo de guardias de día y de noche aseguraba una contraofensiva para repeler al enemigo.
En esto hay una verdad muy importante: Dios siempre estará de nuestro lado, pero también es cierto que cada uno de nosotros debe estar también en guardia, porque “vuestro adversario el diablo anda como león rugiente”. No podemos darle tregua a quien busca destruirnos.
“Puse Al Pueblo…Con Sus Espadas, Con Sus Lanzas…” (Vers. 13)
En los momentos cuando más arrecian los ataques, cuando las pruebas llegan a ser más severas, debemos activar una estrategia de victoria. Nehemías tomó algunas decisiones estratégicas. Observe lo que hizo. Dio prioridad a aquellas partes de las paredes donde eran más vulnerables.
Animó a su gente para distribuir mejor sus recursos. Se aseguró en reforzar las defensas donde más se necesitaban. Otra cosa que hizo fue organizar a los trabajadores por familias, haciéndoles construir muros cerca de sus casas. Algunos trabajaban en equipos, otros lo hacían defendiendo (vers. 17).
Una mano para el trabajo, y la otra para la defensa ¡qué impresionante estrategia! Esta manera de organizar a su gente ayudó a mantener el ánimo, pero también puso al enemigo a considerar el precio de una eventual derrota (vers. 15). Cuando el entusiasmo y la determinación por servir al Señor son dominantes en nuestras vidas, Dios viene para darnos sus fuerzas, y el enemigo tendrá que huir.
No hay posibilidades para una derrota cuando tenemos a Dios como aliado, y al usar la espada, la lanza y el arco de nuestra fe, él la guiará contra el enemigo de su obra. Dios nos ha dotado de estos recursos victoriosos.
3. La Absoluta Confianza Puesta En Dios (Vers. 14)
La manera cómo Nehemías depende de Dios respecto a la obra encomendada, y cómo actúa frente a los enemigos es simplemente asombrosa. En todo este capítulo, como en los anteriores y los que vienen, su oración contra los que vinieron para detener la obra es ejemplarizante.
Comenzó pidiendo en sus oraciones lo mismo que David en sus salmos imprecatorios, diciendo: “No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti…” (vers. 5). Y estando en el fervor del trabajo arengó a los nobles y oficiales, y al resto del pueblo, con una de las palabras más inspiradoras y llenas de fe que alguien haya pronunciado (vers. 14)
Era tal su devoción y su confianza respecto al trabajado de Dios en medio de ellos que, aunque había puesto a su gente estratégicamente y avisada ante cualquier contingencia del enemigo, estas fueron sus palabras: “nuestro Dios peleará por nosotros” (vers. 20).
No hay fuerzas enemigas que puedan prevalecer cuando tenemos una fe inquebrantable al estilo de Nehemías. Los enemigos no solo se enmudecen, sino que al final, todo el consejo de maldad, Dios lo desbarata. Nadie que se levante contra sus hijos prevalecerá. El ánimo de Dios es nuestra mayor fortaleza; eso debe movernos.
Levantémonos y edifiquemos: Venciendo el desánimo a través del ejemplo de Nehemías El texto que da origen al presente mensaje dice: “Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar” (vers. 6). Nada detiene a un corazón animado, pero de igual manera, el desánimo lo paraliza.
Martín Lutero sufría de lo que actualmente conocemos como estados depresivos. En medio de sus grandes luchas, muchas veces su condición era de tal tristeza y desánimo, que no salía de su habitación por largo tiempo.
En cierta oportunidad, su esposa Catalina sabiendo que Martín se encontraba muy deprimido, se presentó delante de él totalmente vestida de negro. Martín Lutero al verla vestida de luto le dijo: “Mi amor, ¿quién ha muerto?”. Catalina le respondió en tono triste: “Dios ha muerto. “¡Eso es una blasfemia!”, replicó Martín. “¿Cómo puedes decir eso, Catalina? ¡Eso es una blasfemia!”, aseveró muy indignado. Catalina le dijo: “Eso es precisamente lo que tú siempre estás diciendo con tus actitudes.
Cada vez que crees que tus problemas no tienen solución, cada vez que estás triste, acongojado y desesperanzado, estás diciendo que Dios ha muerto”.
El ánimo es la antítesis de una vida frustrada y desalentada. Nadie más fue atacado para sentirse desanimado ante la obra de levantar los muros como Nehemías, sin embargo, fue frente al desánimo de afuera, y de adentro, que él dijo: “No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas” (vers. 14). Acordémonos que nuestro Dios es grande.