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El cristiano y la política

Definiciones de política

El término política procede de la acepción griega POLITIKE, que se definía como el arte de gobernar la polis o ciudad-estado griego. Actualmente el diccionario de la Real Academia de la Lengua define política en tres de sus acepciones: 1. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados; 2. Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; 3. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

Foy Valentine expresa que la política es el arte o ciencia de gobernar, el arte de lo posible, la lucha por el poder, la búsqueda y el ejercicio entre grupos, el proceso de determinar quién consigue qué, cuándo y cómo, la relación entre los gobernantes y los que son gobernados, y el proceso de trasladar las presiones sociales en leyes publicas. En consecuencia, el concepto de política se define en tres sentidos básicos: como lucha por el poder, como conjunto de instituciones por medio de las cuales se ejerce el mismo, y como reflexión teórica sobre su origen, estructura y razón de ser.

La historia humana es la historia de la lucha política protagonizada por individuos, grupos, o naciones para conquistar, mantener o extender el poder político. Esa lucha por el poder puede ser pacífica o violenta. Los procesos de lucha por el poder indican un estado avanzado de civilización y una mayor sensatez en el ejercicio de la política.

Las guerras constituyen la forma mas extrema del enfrentamiento político, cuyo fin es la destrucción del adversario. La política tiene el poder como su objetivo principal de donde se desprende que, sin poder, no habría política. Su método primario es la negociación, para lograr que se lleven a cabo las decisiones de bien público como su objetivo esencial.

Pablo A. Deiros dice: la política es la preocupación por todo lo que tiene que ver con el bienestar común en términos de una nación, en sus relaciones internas y externas. El ejercicio político implica preocupación por el país y su destino histórico. Alguien dijo “como quiera que definamos la política nunca es tan mala para justificar que los cristianos nos retiremos de participar de nuestros deberes ciudadanos, ni tan buena que no sintamos la necesidad de impregnarla constantemente con los valores éticos de la fe cristiana”. Los cristianos estamos llamados a evangelizar la política. Albert Butterfield, historiador cristiano inglés, dijo: “ningún hombre ha inventado todavía una estructura política, sin que la inventiva del diablo no encuentre la manera de explotarla para sus fines perversos”.

El gobierno civil, institución de Dios

Dios es la suprema autoridad del universo y por él han sido establecidas las instituciones terrenales y sus autoridades. La Biblia enseña que esas instituciones de poder son: la familia, la nación y la iglesia. El estado ha sido construido por Dios para hacer posible la vida ordenada y pacífica de los seres humanos en sociedad, mientras dure este sistema de cosas en este mundo. Pueblo, territorio y poder son los elementos básicos que conforman un Estado. La nación es una comunidad humana que posee elementos históricos, tradicionales, culturales y económicos comunes. El territorio es el espacio físico donde habita el pueblo y es también donde se ejerce el poder político.

El poder es la capacidad que tiene el Estado de imponer a los ciudadanos la aceptación y el cumplimiento de sus decisiones determinadas por medio de sus tres ramas: el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. El Poder Ejecutivo es el órgano ejecutivo del Estado y dispone de tres elementos básicos para su funcionamiento: Administrativo, que comprende: gobierno, ministerios, gobiernos regionales, tribunales, policía, etc.; las Fuerzas Armadas, que tienen como función la defensa de la soberanía nacional, y Hacienda, que se ocupa de la recaudación de los fondos necesarios para el sostenimiento de todo el aparato estatal y la realización de los programas sociales del país.

El poder político institucionalizado en el Estado es un hecho cuya realidad histórica no necesita comprobación, el cual desde la perspectiva de la fe queda evidenciado en los pasajes bíblicos de Mat.22:17-22, Rm. 13:1-7, 1 Tm. 2:1-2 y 1 P. 2:13-17. William Barclay, gran erudito de escritos sagrados dice: “ningún hombre puede vivir completamente separado de la sociedad de la que es miembro”. Como parte de la nación, goza de beneficios que no obtendría aislándose. No es razonable reclamar los privilegios y negarse a los deberes. El hombre tiene deberes para con el Estado y debe cumplirlos, aunque sea Nerón quien esté sentado en el trono. Platón dijo: “El Estado existe por razón de justicia y seguridad”. Sin Estado, sin leyes y sin el compromiso de obedecerla, los más fuertes gobiernan con egoísmo perversidades e injusticias y los débiles serian abusados, la vida se regiría por la ley de la selva.

Jesús, en Mt. 22 separó lo de Dios de lo del Cesar (gobierno civil), pero no significa que lo de Cesar es independiente de lo de Dios. Al contrario, la autoridad que reside en el Estado de cualquier nación ha sido establecida y sustentada por Dios. El apóstol Pablo expresa su visión principal acerca del Estado aseverando que el imperio romano y la pax romana, era el instrumento de Dios para librar al mundo del caos. (Rm. 13:1-7) Idealmente, los hombres debían estar unidos por el amor cristiano, pero no lo están; el Estado es el instrumento de Dios para que el pueblo se mantenga unido y en paz. Por tanto, es deber de los cristianos colaborar y no estorbar a los que administran el Estado, porque lo sepan o no, las autoridades políticas cumplen un deber encomendado por Dios. Su deber es fomentar el bien y castigar el mal. Pablo insiste que el Estado guarda relación con el propósito ordenado de Dios para la sociedad, con el fin de evitar la anarquía. Con todas sus limitaciones, el Estado cumple un propósito dentro del ordenamiento providencial de Dios en la nación.

¿Debe el cristiano participar en política?

Generalmente, los cristianos de todos los tiempos se han marginado de la política por diversas razones. Los creyentes hispanos no somos una excepción. Muchos ven la política como una actividad perniciosa que gradualmente puede corromper la conciencia del cristiano, que según el Señor Jesús dijo: “están en el mundo… pero no son del mundo” (Jn. 17:11 y 16), y Pablo dice que nuestra ciudadanía está en el reino de los cielos (Fi. 3:20). No somos del mundo porque no practicamos las obras pecaminosas de las tinieblas que Satanás, con engaño, ha sistematizado en el mundo. Pero Dios ama el mundo (al ser humano) y por el mundo murió Cristo para salvación. Además, nuestra misión es ese mundo sin Cristo. Por otra parte, somos ciudadanos del Reino de los cielos, pero también de la nación donde nacimos.

Los cristianos somos hombres y mujeres de dos mundos, el físico y el espiritual, del reino de los cielos y de la República Dominicana, si somos dominicanos. No existe un solo pasaje bíblico que ordene al cristiano aislarse de los problemas y necesidades de su nación y renunciar a su papel de ser luz, sal y levadura del mundo. (Mt. 5:13-16 y 13:33) Lo más fácil es enajenarse de los grandes problemas nacionales y sus soluciones y refugiarse en las cuatro paredes de un templo. La Biblia enseña el ejemplo de hombres como José, Daniel, Nehemías e Isaías que influyeron positivamente sobre el poder político de su época. Los casos de Deborah, Esther y Betzabe, mujeres protagonistas que ejercieron poder político con la sabiduría de Dios. Es digno de mencionar el caso del hermano Erasto, tesorero de la ciudad de Roma, del cual se habla poco, pero desempeñó responsablemente un puesto político delicadísimo, a pesar de las presiones de los intereses de diversos sectores de la ciudad y el gobierno de Roma.

El cristiano que tiene una profunda devoción con Dios, una preparación diversa en la educación secular y una probada vocación de servicio a la comunidad, puede hacer vida política en beneficio de su ciudad o nación, dando mayor importancia a su vida de fe, para que los valores de la espiritualidad verdadera lo alejen de las distorsiones en que puede caer el hombre en el ejercicio de la actividad política. Todo cristiano que incursiona en política sabe que es un campo bien difícil, donde resulta fácil resbalar por errores propios, por zancadillas, y trampas que tienden enemigos políticos. La calumnia y la difamación es parte del juego. Para el creyente es difícil porque no siempre se puede aplicar los principios cristianos al pie de la letra, que es de lo que se tiene que cuidar el cristiano para mantener su corazón en integridad.

En cuanto a la iglesia, como organismo viviente, cuna del reino y de la autoridad de Dios, sabemos que su misión en la tierra es predicar el evangelio de Jesucristo, trabajar por los sectores vulnerables de la sociedad y cumplir con su rol profético de proclamar justicia social en la nación. Para nada es su misión el incursionar en la política partidista. En cuanto a los partidos políticos cristianos, pueden ser legales pero innecesarios para la sociedad y peligroso para la propia fe evangélica. La experiencia histórica aconseja no fomentar partidos confesionales, pues ya fracasaron en la Europa del siglo XVIII.

Conciencia cristiana al votar

Los partidos políticos son una expresión de la democracia representativa. Se entiende que cada uno cree tener la verdad absoluta y el programa de gobierno que es el más justo y conveniente para la sociedad. En su lucha por el poder mienten, denigran, acusan y dañan reputaciones, etc. El asunto es que ninguno tiene la verdad completa y muchas veces exageran faltando a la sensatez y a la justicia. Los cristianos fieles deben ser muy cuidadosos en vincularse excesivamente a un partido político determinado, para no caer en emocionalismo político radical que debilite su consagración espiritual.

Es importante evaluar los principios de los partidos políticos y verificar si están en sintonía con los valores bíblicos; tales como la honestidad, justicia, libertad, verdad, respeto a la vida y a la dignidad humana, la defensa y protección de los inocentes, y ayuda a los sectores vulnerables de la sociedad. En cuanto a los candidatos, es bueno evaluar su historial moral. Si ha servido a la comunidad o se ha aprovechado de ella, quienes lo apoyan económicamente, si habla siempre la verdad o solo cuando está en campaña. ¿En qué comprende su programa de gobierno? ¿Es inteligente, educado, humilde y compasivo para servir al pueblo? ¿Tiene un carácter templado y una familia estable? ¿Cuál es su afiliación política? ¿Cuál es su condición espiritual? ¿Tiene temor de Dios? ¿Se preocupa por los problemas de las comunidades? ¿Cuándo sea elegido, cumplirá con las promesas de campaña?

El cristiano debe emitir su voto por aquel candidato que tenga temor de Dios, y que más se acerque al justo y solemne compromiso de buscar soluciones sabias a los grandes problemas nacionales. Lleno de coraje y de la voluntad política indeclinable, de pasar de las meras palabras a los hechos.

El 16 de febrero y mayo se celebrará las elecciones congresuales y presidenciales respectivamente. Dominicanos y dominicanas, estamos comprometidos ante Dios, la nación y nuestras conciencias, a usar el derecho al voto sabiamente en beneficio del engrandecimiento de la nación.

Que el Señor nos bendiga con paz y comprensión para que el amor, la justicia y el bienestar prevalezcan, a fin que la nación se encamine bajo el eterno señorío de Jesucristo.

Fuente:
Pastor Luis Alberto Reyes

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