Este texto hermoso se explica solo. Disfrútenlo.
Y uno de los ancianos de la ciudad dijo, «Háblenos del Bien y el Mal». Y él contestó: Del bien en ti puedo hablar, pero del malo no. Porque, ¿qué es lo malo sino lo bien torturado por su propia hambre y sed? Sí, cuando el bien tiene hambre, busca comida aun en cuevas oscuras, y cuando él tiene sed, bebe aun aguas muertas. Eres bueno cuando eres unido con ti mismo. Pero cuando no lo eres no eres malo. Porque una casa dividida no es un antro de ladrones; sólo es una casa dividida. Y una nave sin timón puede vagar sin rumbo entre islas peligrosas pero hundirá en el fondo. Eres bueno cuando te esfuerzas por dar de ti mismo. Pero no eres malo cuando buscas ganancia para ti mismo. Porque cuando te esfuerzas por ganancia sólo eres un raíz que agarra la tierra y le mama el pecho. Claro que la fruta no puede decirle al raíz, «Sé como yo, madura y completa y siempre dando de tu abundancia». Porque para la fruta dando es una necesidad, como recibiendo es una necesidad para el raíz. Eres bueno cuando estás totalmente despierto en tu habla, Pero no eres malo cuando duermes mientras tu lengua se tamblea sin propósito. Y aun habla tambleadora puede fortalecer una lengua débil. Eres bueno cuando andas a tu meta firmemente y con pasos valientes. Pero no eres malo cuando andas cojeando hacia allá. Aun los que cojean no van hacia detrás. Pero Uds. que son fuertes y rápidos, asegúrense que no cojeen antes de los cojos, pensándolo una bondad. Eres bueno en maneras incontables, y no eres malo cuando no eres bueno, Sólo holgazaneas y te has puesto perezoso. Qué lástima que los ciervos no puedan enseñarles rapidez a las tortugas. En tu anhelo por tu gigante mismo se halla tu bien: y ese anhelo está dentro de todos de Uds. Pero en algunos ese anhelo es un torrente precipitándose con fuerza al mar, llevando los secretos de las colinas y las canciones del bosque. Y en otros es un arroyo plano que se pierde en ángulos y curvas y que perdura antes de alcanzar la orilla. Pero que él que anhela mucho no le diga a él que anhela poco, «¿Por qué eres lento y vacilante?» Porque los que de veras son buenos no les preguntan a los desnudos, «¿Dónde está tu prenda?», ni a los sin techo, «Qué ha pasado a tu casa?»