“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.” II Cor. 7:10,11.
Solicitud: La solicitud es “diligencia o instancia cuidadosa”. La persona que realmente se arrepiente de sus pecados tendrá “solicitud”. Tendrá una diligencia, una instancia cuidadosa para no caer en los mismos pecados. …no proveáis para los deseos de la carne. Rom. 13.14. Si antes de su conversión tenía problemas con alcohol, drogas, etc. será diligente en evitar los lugares a donde iba antes. Si antes tenía problemas con la pornografía y el sexo ilícito, “se cuidará diligentemente” para no caer en lo mismo.
Tal vez quite el Internet de su casa para que no haya ninguna provisión para su carne. Tiene que dejar de salir con las amigas o los amigos que le serían una tentación. Cualquiera que sea su área de debilidad, el arrepentimiento producirá solicitud en su carácter y en su comportamiento. Será diligente en no proveer para la carne, en evitar la tentación y el pecado.
Defensa: Esta “defensa” es una “apología”. De hecho, la palabra griega que se traduce “defensa” es apología. La “defensa” del que se arrepiente es una “respuesta” que le da a otro en explicación por algo malo que le ha hecho. Lleva el sentido de una disculpa, de pedirle al ofendido que le perdone por lo que le hizo. Su “respuesta” (defensa), entonces, no es una excusa por lo que hizo sino una confesión de culpabilidad y una petición para perdón.
El arrepentimiento genuino produce un deseo en el corazón de uno de estar a cuentas con los que él ha ofendido. Lo lleva a las personas a las cuales ha hecho daño para hablar con ellas y presentar su “defensa”, su “apología”, explicándoles que actuaba mal pero que ya se arrepintió. Con esta explicación, no está procurando “excusarse” sino que está buscando el perdón y la reconciliación. Mat 5.23-24. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tú hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, preséntale tu “defensa”, tu “apología”, pidiéndole que te perdone, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Indignación: Esto se refiere al enojo, la ira y el enfado vehemente que el arrepentido siente hacia lo que ha hecho o sea sus pecados y sus infracciones de la Ley de Dios. Una manifestación del fruto del arrepentimiento es el “enojo piadoso” contra el pecado, una “ira santa” contra lo que ha hecho.
Temor: Sin el temor de Dios, los hombres no se apartan del mal o sea, no se arrepienten. Éxo. 20.20. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. Prov. 16.6. Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal. Prov. 14.27. El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte. Si alguien no teme a Dios, no se arrepentirá. Entonces, la ausencia de un santo temor, un temor “saludable” de Dios y de las consecuencias del pecado por haber violado la Ley de Dios, es una indicación de que no se arrepintió.
Si un “creyente” puede seguir practicando el pecado sin temer a Dios ni las consecuencias de sus acciones, no tiene la salvación porque no se ha arrepentido. El que entiende el carácter de Dios, que Él es Santo, Bueno y Justo. La Ley de Dios, sus infracciones de dicha Ley y las consecuencias que tales acciones traen, temerá y se arrepentirá, y se apartará de las acciones que están trayendo las consecuencias, la muerte, la condenación, la ira de Dios y el infierno.
Es por esto que Jeremías dice que el temor de Jehová nos mantiene cerca de Él. El temor de Dios resulta en el arrepentimiento, el apartarse del mal y el que se arrepiente es el que corre a Dios para recibir misericordia y el perdón de pecados. Jer. 32.40. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Por lo tanto, los que se arrepienten son los que sirven a Dios con temor y reverencia, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne. Heb. 12.28-29. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor. Jud. 23 A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne. Si no hay temor de Dios, es muy posible que no hubo arrepentimiento, y sin el arrepentimiento no hay salvación.
Ardiente afecto: El arrepentimiento genuino produce un “afecto” un deseo que arde en el corazón del arrepentido. Es un deseo profundo que le quema en el corazón para mostrarse “limpio en el asunto” a mano. Nadie tiene que decirle al arrepentido lo que tiene que hacer para arreglar cuentas con las personas que él ofendía con su vida y sus pecados. El arrepentimiento produce en él un deseo ardiente de mostrarse limpio en estos asuntos.
Celo: Esto se refiere al cuidado, la diligencia o el esmero que alguien pone al hacer algo. Es el interés extremo y activo que el arrepentido siente por la causa de agradar en todo a su Señor. II Tim 2.4. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. El que se arrepintió tiene “celo” por Dios y las cosas de Dios. Es el que se entrega a la voluntad de su Señor. Por el arrepentimiento se apartó de los caminos de la maldad y ahora “celosamente” se acerca a su Señor para procurar cada día agradarle en todo.
Vindicación: La vindicación es la acción y el efecto de vindicarse, de vengarse. Es recuperar lo que le pertenece. II Cor. 10.6. Y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta. El deseo de “vengarse” del viejo hombre y sus hechos es un fruto del arrepentimiento genuino. Por ejemplo, si alguien antes era un ladrón, es una violación del octavo mandamiento: “No hurtarás”, después de arrepentirse va a querer devolver lo que robó, pedir perdón y hacer restitución por lo que hizo.
Vemos esta actitud de vindicación en Zaqueo cuando se arrepintió. Luc 19.8-9. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa… Debido al arrepentimiento uno quiere recuperar lo que el viejo hombre le ha quitado: la integridad, el buen nombre, la disciplina, una buena reputación y sobre todo una relación correcta con su Creador. Sobre todo, el que se arrepiente procura mostrarse limpio de lo que hacía antes. O sea, por haberse arrepentido, toma decisiones para cambiar su comportamiento y arreglar cuentas con los que antes ofendió. Esto demuestra que realmente se arrepintió y se convirtió al Señor.
Este arrepentimiento para salvación se manifiesta en maneras prácticas porque es un cambio radical de 180 grados de comportamiento. Por lo tanto, si no hay fruto digno de arrepentimiento, indicaciones externas y visibles de que uno confesó sus pecados y se apartó de ellos, es muy posible que no se arrepintió. O sea, si el estilo de vida de alguien es igual después de su “conversión” a cómo era antes, puede ser que no se convirtió. Cuidado su conversión pued ser falsa.