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El anciano junto al camino

Había una vez un anciano que vivía en una pequeña aldea. Todos los días, el anciano se sentaba junto a la carretera principal de la aldea y saludaba a los viajeros que pasaban. Él era conocido por su sonrisa amable y sus palabras de aliento para todos los que pasaban.

Un día, un joven viajero se detuvo a hablar con el anciano. El joven estaba triste y desanimado, y le preguntó al anciano: “¿Cómo puedo encontrar la felicidad en la vida?”

El anciano sonrió y le preguntó al joven: “¿Qué traes en tu bolsa?”

El joven respondió: “Solo algunas piedras que recogí en mi camino”.

El anciano le pidió al joven que sacara una de las piedras de su bolsa. Luego, el anciano le dijo: “Sostén esta piedra en tu mano y cierra los ojos”.

El joven hizo lo que el anciano le pidió, y el anciano comenzó a hablar: “Esta piedra representa la tristeza y el dolor que has experimentado en tu vida. Si la sostienes con fuerza, te pesará y te mantendrá atado a tu pasado. Pero si la sueltas, te darás cuenta de que puedes seguir adelante y encontrar la felicidad que buscas”.

El anciano le pidió al joven que dejara caer la piedra y que sacara otra piedra de su bolsa. Esta vez, la piedra era más pequeña y más suave al tacto. El anciano le dijo al joven: “Esta piedra representa la bondad y la gratitud. Si la sostienes con amor y gratitud, encontrarás la felicidad que buscas”.

El joven dejó caer la piedra y sacó otra de su bolsa. Esta vez, la piedra era grande y pesada. El anciano le dijo: “Esta piedra representa el resentimiento y la amargura. Si la sostienes con ira y resentimiento, te pesará y te mantendrá atado a tu dolor. Pero si la sueltas, te darás cuenta de que puedes liberarte y encontrar la paz que anhelas”.

El joven dejó caer la piedra y se dio cuenta de que el anciano tenía razón. A partir de ese momento, comenzó a dejar ir las piedras que lo habían estado pesando y encontró la felicidad que había estado buscando.

Como cristianos, a menudo cargamos con el peso de nuestras emociones y de nuestro pasado. Pero si aprendemos a soltar las piedras que nos pesan, podemos encontrar la felicidad y la paz que anhelamos.

Como dice en Filipenses 4:6-7 No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús“.

Fuente:
Consuelo Gómez

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