
El amor de Dios no es como el amor humano, que cambia con las estaciones del alma o se enfría ante la indiferencia. Su amor es eterno, incondicional y fiel, aunque muchas veces le demos la espalda.
A pesar del rechazo, Dios sigue amando.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros.
1 Juan 4-10
El rechazo no detiene su amor. La cruz de Cristo es la prueba más alta de un amor que permanece, aunque fue ignorado, golpeado y negado.
Él nos sigue buscando, nos sigue llamando, nos sigue amando.
Extendí mis manos todo el día a un pueblo rebelde. Isaías 65-2
Cuando el corazón humano cierra la puerta, el corazón de Dios no se cierra. Su amor es más fuerte que nuestro rechazo, más persistente que nuestro olvido.
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31-3
Hoy, si has sentido que fallaste, si te alejaste o lo rechazaste con tu actitud, Él no ha cambiado su amor por ti. Aún te llama por tu nombre, aún anhela abrazarte.
Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5-89-