“Iré a Worms aunque me acechen tantos demonios como tejas hay en los techados”, con estas palabras Martín Lutero se presentó ante el Concilio Supremo de los gobernantes de Alemania en 1521; e inició toda una reforma social y religiosa en el mundo entero.
Fue un 18 de febrero de 1546 cuando murió Martin Lutero, el gran Reformador Alemán que rescató a la verdadera Iglesia de Jesucristo sumergida en las garras del oscurantismo, enfrentando cara a cara con coraje y valentía a la poderosa Iglesia Católica.
“El justo vivirá por la Fe” fue su grito de guerra que hizo explotar como un eco con un poder transformador que el mismo desenterró de las mismas escrituras.
Lutero abandonó la iglesia católica y se dedicó a predicar la Fe Evangélica, no exento de errores y siempre acompañado de sus batallas personales contra el pecado.
Su lucha más crucial fue cuando se presentó ante la llamada dieta de Worms, una especie de tribunal inquisitorio ante el Emperador Carlos V y la jerarquía romana para esgrimir sus argumentos bíblicos. Acudió a la cita con una confianza absoluta en que Dios le daría la victoria contra el averno. Su Oración antes de iniciar su defensa es lapidaria en la historia, nos recuerda a un David angustiado clamando a su Dios en el día de la angustia.
“Omnipotente y eterno Dios, ¡qué terrible es este mundo! ¡Cómo quiere abrir sus quijadas para devorarme! ¡Y qué débil es la confianza que pongo en ti! Dios mío, protégeme en contra de la sabiduría mundanal. Lleva a cabo la obra, puesto que no es mía; sino tuya. No tengo nada que me traiga aquí, ni tengo controversia alguna con estos grandes de la tierra. Desearía pasar los días que me quedan de vida, tranquilo, feliz y lleno de calma. Empero, la causa es tuya; es justa; es eterna. ¡Dios mío, ampárame, tú eres fiel y no cambias nunca! No pongo mi confianza en ningún hombre.
¡Dios mío, Dios mío!, ¿No me oyes? ¿Estás muerto? No, no estás muerto, más te escondes. Dios mío, ¿dónde estás? Ven, ven. Yo sé que me has escogido para esta obra. ¡Levántate, pues, y ayúdame! Por amor de tu amado Hijo Jesucristo, que es mi defensor, mi escudo y mi fortaleza, ponte de mi lado. Estoy listo, dispuesto a ofrecer mi vida, tan obediente como un cordero, en testimonio de la verdad. Aun cuando el mundo estuviera lleno de diablos; aunque mi cuerpo fuera descoyuntado en el ‘potro’, despedazado y reducido a cenizas, mi alma es tuya: tu Sagrada Escritura me lo dice. Amén. ¡Dios mío, ampárame! Amén.”
Las hienas merodeaban el sitio, pero no pudieron devorarlo, sus amigos lo sacaron y providencialmente lo escondieron en el Castillo de Wartburg en cuyos sótanos fríos tradujo la Biblia al alemán popular, y esto fue la chispa que encendió las praderas convirtiéndose el evangelio en la antorcha que iluminó como mil soles al mundo y lo empezó a sacar de esa época oscurantista.
Lutero entendió claramente que si queremos ser aceptados por Dios, necesitamos una justicia perfecta que por nuestra naturaleza caída nosotros mismos no podemos engendrar, sólo cuando aceptamos por la Sola Fe, la Justicia perfecta de Jesús ofrecida al pecador por la obra perfecta y suficiente del Calvario, entonces somos justificados y somos y somos salvos por la Gracia de Dios mediante la Fe. Somos reconciliados con Dios, el pecado es quitado y la justicia perfecta de Jesús nos es dada y tenemos paz para con Dios.
Lutero fue un profeta en su tiempo, y su legado comenzó a construirlo cuando se entregó de lleno en Oración y estudio de la Palabra de Dios, haciendo de la Biblia el epicentro de la verdadera revolución espiritual. El Evangelio había sido sacado de las cenizas del oscurantismo al había sido reducido, y se convirtió en la antorcha gloriosa que alumbra el camino de regreso a casa; La Casa Dios.
Él tradujo toda la Biblia en solo dos meses del latín al alemán, usando tinta y cuando esta se acababa, sangre de gallina. Plasmó toda la Biblia en papiro y usó velas para iluminar su habitación durante toda la traducción.
Sé tú también un reformador; un reformador de tu barrio, de tu trabajo, de donde estudias. Sé un reformador de tu familia y haz lo que nadie nunca ha hecho. Sal del lugar de comodidad y deja de estar aguantando tanto problema, tanta opresión, tanta falta de compromiso.
Que puedas recordar este día 31 todos los años, porque fue el día en que se acabó el maltrato e irrespeto a tu vida. Recuerda esta fecha como el día en que cambiaste el rumbo de tu hogar y lo transformaste en un lugar de paz y amor.
No recuerdes al 31 como el día en que te vestiste de “bruja” o de “fantasma”; sino el día en que un hombre o la mujer, tuvo el valor y autoridad para cambiar, lo que había que cambiar.
Recuerda este día, como el día en que volviste tus ojos al Señor y le entregaste tu corazón sin reservas.. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”, Filipenses 2:13.