La educación redime los pueblos. No hay manera más eficiente de combatir la pobreza que educarse, ya que se adquieren nuevos conocimientos que se capitalizan en mejores empleos. Incluso hay estudios que señalan que cada año de universidad equivale a un 8% de incremento frente al desertante o el que no estudió nada.
El gobierno ha hecho un apreciable esfuerzo con lo del 4% del PIB para la educación, pero el cambio principal no es en infraestructura, no es en política educativa. Lo más destacado es el adecentamiento de la condición del profesor, capacitándolo y haciendo que gane suficiente dinero para que viva con dignidad.
Pero hay muchos intereses que confluyen en ese sector. Ahora mismo, el año escolar se encuentra en peligro, ya que la asociación de profesores dice que no apoya algunas medidas del ministro de educación, especialmente la designación de funcionarios de regionales, ya que la ADP señala que es una atribución que le corresponde a ellos y que los nombramientos responden a compromisos políticos.
El ministro, Andrés Navarro, reiteró que su actuar se fundamenta en la Ley General de Educación, y que no piensa echar para atrás en su decisión.
Yo no sé quien tiene razón, pero es injusto que dos de los grandes actores del sector no puedan ponerse de acuerdo. Nadie tiene derecho a negarle a los jóvenes el pan de la enseñanza y son muchas las cosas que han conseguido los maestros por medio de otras tácticas de protestas, aunque en este caso, ni siquiera es por necesidad, sino por un cariz político, ya que se han permeado los sindicatos y el estado por partidos políticos.
Deseo hacer el voto de que nuestras futuras generaciones puedan tener una educación de calidad y sin tanta conflictividad, lo que se reflejará en un mejor país. Pero eso solo se logra por medio del consenso de todos los actores involucrados, tirando hacia el mismo lado.