Los dones y los talentos, bendiciones ambas de Dios que aunque son vistos a veces como la misma cosa, realmente difieren en que los talentos son habilidades innatas, nacemos con ellas y las vamos desarrollando a través de la vida o no; sin embargo, los dones son un regalo del Espíritu Santo de Dios, cuando nos rendimos a Él, Él nos regala capacidades extraordinarias para trabajar en su obra, para poder servirle.
Pero, ¿es esto un acto de magia que sucede cuando aceptamos a Cristo como único Salvador de nuestras vidas?
Cuando miramos a nuestro alrededor, en la congregación, vemos muchas personas que están sentadas pasivamente en los bancos, sólo escuchan, las vemos domingo tras domingo, pero ni siquiera sabemos su nombre, estas personas, o no han descubierto cuales son sus dones, o los retienen para cuando sea el tiempo adecuado. Lo triste de esto es que no sabemos cuánto tiempo nos queda para poner nuestros talentos al servicio del pueblo de Dios, ni siquiera sabemos si nos quedan algunos segundos para hacerlo.
Si reflexionamos sobre esto, nos daremos cuenta de que no hay magia, se necesita todo un proceso de crecimiento espiritual y de comunión permanente con el Señor para que esto se dé; de esta manera, si deseamos ponernos al servicio de Él y rendirnos a su voluntad para ser un miembro útil, debemos empezar por pedir en oración que Dios nos muestre cuales son nuestros verdaderos talentos y con qué dones nos va a armar para militar en sus filas.
Realmente podemos tener una noción de nuestros talentos, pero con lo que sí vamos a quedar sorprendidos es con los dones que Dios nos revelará y que ni siquiera soñábamos que desarrollaríamos.
Los talentos tienen que ver mucho con nuestra personalidad, esto no pasa así siempre con los dones, en ocasiones he quedado sorprendida viendo a algunos hermanos hacer cosas para el Señor que yo ni siquiera soñé que sería posible, porque su personalidad no tiene nada que ver con la actividad que han hecho; soy psiquiatra, sé perfectamente de que hablo.
Un ejemplo vivo de esto es mi esposo, siempre tuvo un carácter retraído y hasta cierto punto era penoso, sin embargo, Dios lo equipó de tal manera que se glorificó en sus debilidades, hasta ha trabajado en obras de teatro, ¡increíble!
Dios da los dones según su propósito y su voluntad y estos deben ser usados para su gloria y no para satisfacer vanidades humanas. Dios me dio una voz para alabarle a Él y para eso no necesito un público, ¡Él es mi público! Y cuando canto sólo para Él en la cocina o en el baño, siento una felicidad increíble; sin embargo, cuando canto ante un público, caigo casi en un ataque de pánico y heme aquí, trabajando para Él en algo que nunca creí poder hacer.
Él nos demostró que no es nuestra voluntad lo que importa, sino la suya, si no nos sometemos a ella, tendremos muchas contiendas y tropiezos en el camino y créanme, someterse es la mejor opción.
Por supuesto que para lograr usar correctamente estos dones debemos pasar un “entrenamiento”, pues de lo contrario, en vez de ser de bendición para otras vidas, podemos ser piedras de tropiezo y el mejor entrenamiento está en la comunión permanente con Dios y en el saber escuchar a personas que transmiten conocimientos porque llevan toda una vida en el Evangelio y Dios las usa para “entrenarnos” y nos habla a través de ellas, sólo tenemos que saber escuchar con discernimiento.
En fin, todo consiste en que decidamos ser buenos siervos fieles y aprender a escuchar la voz de Dios. Todos tenemos talentos, Dios nos quiere equipar con los dones que Él sabe que necesitamos para ser útiles. No nos resistamos a obedecer. No escondamos nuestra luz debajo de un cajón, alumbremos y seamos de bendición para cuanta vida Dios nos ponga en el camino, recordemos siempre que no somos quienes generamos la luz, sólo somos administradores de ella.