La biblia es el jardín del amor en el cual florece todo lo que Dios nos ha revelado para que podamos encontrar el camino que conduce a la vida eterna. Sus páginas dan testimonio del gran amor de Dios por su pueblo, un amor tan profundo que traspasa los límites del entendimiento. Un amor que lo llevó a dar a su único hijo para que todo aquel que en él crea no se pierda sino que tenga la certeza de tener en su vida el goce de todo el bien y las misericordias que solo él puede dar.
Ese amor del padre fue manifestado a través de su hijo quien se entregó a morir en la cruz. El mismo Jesucristo quien al resucitar de entre los muertos después de arrebatar el dominio y el poder terrenal de las garras del maligno se lo entregó a la Iglesia dándole autoridad sobre todo principado, potestad, gobernadores y huestes de maldad en las regiones celestes.
La Iglesia de Jesucristo, debe corresponder a este gran amor y debe ataviarse como una novia que espera por su marido. Ella debe encontrar su deleite y entrar en una plena intimidad para que el aceite de la unción permanezca y no se agote hasta que sea anunciado el regreso del esposo.
Una Iglesia en crecimiento es aquella que pone prioridad y sobre todas las cosas a Cristo, que busca primeramente su Reino y su Justicia, segura que las demás cosas serán añadidas. Pues aún antes del nacimiento del salvador se había anunciado su venida por medio del profeta Isaías. Profecía que le fue confirmada a José cuando supo que María había concebido “…José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”(Mateo 1:20-21). Revelación que trasciende en el tiempo hasta nuestros días en los cuales seguimos siendo testigos de las constantes manifestaciones del amor de Dios a través del Espíritu Santo.
Cristo, por medio de su iglesia, continúa iluminando los caminos de la humanidad, llevando sanidad a los enfermos, protección al desamparado, cobija al que tiene frío y alimento al que tiene hambre. Ese es nuestro papel aquí en la tierra, abonar diligentemente ese jardín de amor que Dios nos regala constantemente y, nos brinda en su palabra todas las herramientas necesarias para que esa obra podamos realizarla a plenitud.
Dios es amor, nosotros, la iglesia de Cristo, también somos amor. El mundo necesita sentir el amor de Dios en nuestro accionar, en nuestras palabras y en nosotros mismos como ejemplos de vida cristiana. Esta, hermanos míos, es la esencia del gran amor que a cada instante nos revela el Creador.
Gracia y Paz.