La nacionalidad dominicana, forjada por Duarte y los trinitarios, se fundamenta en tres realidades que debemos conocer, profundizar y amar: Dios, como sujeto y centro de todo lo que existe, olvidado y racionalizado por muchos en momento de felicidad o tragedia, la patria, centro de las aspiraciones, deseos de porvenir, mejores condiciones de vida, y la libertad, valor de expresión de movimientos, cambios, transformaciones, y búsqueda constante de perfección y plenitud de Ser.
El lema nacional, como afirma nuestra Constitución en su artículo 34, nos lleva a pensar de manera obligatoria que la fe cristiana, como elemento necesario para la vida, estuvo presente en todo el pensar y quehacer de Duarte y los trinitarios. Y como se explica en el libro sagrado: «Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11: 1-5).
Fe es saltar al vacío. Fe es vacío. La única certeza es el propio movimiento desde el límite de lo conocido hacia el borde de lo desconocido. La fe es luchar con uno mismo, poner en conflicto las certezas frente a las preguntas que nunca prescriben. Es asumir que lo único que tenemos seguro es la duda; es confesar con la incompletud que despierta la búsqueda; en fin, es dolor, es ubicarnos en la trascendencia.
La patria es ideal, porvenir, esperanza. Es única, con sus características y matices que no podrán ser borrados mientras existan dominicanos que conozcan, practiquen y amen sus símbolos eternos. La patria está cimentada en los valores cristianos, progresistas, y no en lo «chabacano», lo «de poca monta».
La República debe seguir fundamentada bajo el juramento trinitario: «En el nombre de la santísima y augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente…» y la expresión sagrada en el escudo nacional referida por el Evangelio de San Juan, capítulo 8: 32 «y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres», inspiración divina que movió a los padres fundadores a encarnar el lema nacional estableciendo las bases de la patria, la libertad, el amor y la fe en Dios.
¡Y qué decir de la libertad! La capacidad del ser humano para elegir y tomar sus propias decisiones, dar razón al gusto de lo humano por lo ficticio, las proyecciones, el arte y los sueños; en fin, todo lo que nos prepara o nos pone a la expectativa de lo inesperado. Es la realidad por la que nuestros antepasados lucharon e invirtieron energías y sueños para ver la nación libre y soberana. Que el 179 aniversario de la independencia nos invite a mantener vivas en nuestras mentes estas tres realidades, no como simples enunciados, sino como una forma de vivir, actuar y pensar.