Dios quiere que nuestra vida sea fortalecida y fundamentada en el Poder de Su Espíritu. Dios quiere que nuestras acciones, nuestros esfuerzos a favor del Reino, nuestros ministerios, nuestra vida cotidiana como padre, como esposos y esposas, como trabajadores o profesionales esté fundamentada sobre la energía, sobre el poder, la autoridad que sólo Su Espíritu puede dar.
La Palabra del Señor es clara que los hijos de Dios no podemos movernos solamente en nuestras propias fuerzas o en nuestra propia inteligencia sino que necesitamos algo que sólo puede venir desde arriba. Por nosotros mismos estamos perdidos. El mundo es demasiado pesado y las fuerzas que están en contra de nosotros son tan poderosas. El poder del pecado, el poder del mundo, el poder de las tinieblas es tan poderoso y tan negativo que si tratamos de vivir esa vida fructífera y enérgica que Dios quiere que vivamos por nosotros mismos, por nuestras propias fuerzas, por nuestra sabiduría nunca podremos hacer nada que valga la pena en el Reino de Dios. Nunca podremos tener el éxito en nuestros esfuerzos personales, nunca podremos tener impacto en nuestro ministerio a no ser que sea con la energía del Espíritu Santo.
La Palabra del Señor es bien clara con respecto a esto. Por eso es tan importante que todo cristiano sepa que primeramente, ese es el plan de Dios. Que vivamos una vida llena, rebosante del Espíritu Santo y también que sepamos cómo ir a ese Espíritu de Dios, cómo encontrar el acceso a ese poder y a esa energía que Dios quiere suministrarnos y que Él quiere que corra a través de nosotros continuamente.
Los creyentes que aprenden a vivir con el Poder del Espíritu Santo será gente mucho menos desgastada, tendrán menos fracasos, recibirán más iluminación del Señor, renovarán sus fuerzas con mayor facilidad, podrán durar más tiempo en los ministerios y en los proyectos que emprendan que aquéllos que sólo viven conforme a una energía religiosa o simplemente a una piedad espiritual, religiosa, o cualquier otro tipo de energía que no sea la energía del Espíritu Santo.
Por eso es tan importante hermanos que nosotros entendamos esta gran verdad. Dios quiere que seamos llenos del Espíritu Santo. Dios quiere que aprendamos a ir una y otra vez a las aguas y beber de ese poder de Dios.
Y vamos a ver a través de estas próximas meditaciones que ese llamado a vivir en el Poder del Espíritu Santo no es algo nuevo que se le ocurre a Dios solamente en el Libro de los Hechos o en algunas otras partes del Nuevo Testamento, si no que desde el principio mismo, en la vida de profetas, reyes y gente que Dios usó en el Antiguo Testamento, ese principio de vivir y de moverse, y ministrar en el Poder del Espíritu Santo siempre estuvo allí. Lo que pasa es que a veces en el Antiguo Testamento esa verdad no está tan claramente explicada o desarrollada como lo vemos en el Nuevo Testamento, pero es una verdad que Dios siempre ha querido que Su pueblo conozca. Que para vivir vidas de poder y de efectividad, para hacer cosas grandes en el Reino de Dios y para tener éxito contra los poderes de las tinieblas que siempre quieren destruirnos, y llevarnos al fracaso, necesitamos la unción del Espíritu Santo.
Y uno de los textos que muestran la obra y la importancia del Espíritu Santo lo encontramos en el mismo Libro de Génesis, en el primer capítulo, en el momento mismo de la creación donde dice que: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios» marque eso «y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.»
Como vemos en este pasaje aún al inicio mismo, antes de Dios iniciar el proceso de la creación ya Su Espíritu mismo ya estaba jugando un papel creativo. Lo que nos muestra este pasaje de Génesis es que había un momento donde todo era vacío. No había ninguno de los objetos y de los principios, y las cosas que componen la creación como nosotros la conocemos. Dice que la faz de la tierra estaba vacía, había sólo desolación. Todo lo que había era mera potencialidad. Pero el Espíritu de Dios estaba moviéndose sobre ese caos, sobre esa potencialidad, esas aguas que representan la vida que ha de surgir.
De hecho los científicos saben, aún aquéllos que hablan acerca del darwinismo y de que la creación, mejor dicho de que la naturaleza surge por sí sola y no a través de Dios, dicen que la vida comenzó en el agua. Y aquí dice claramente que el Espíritu del Señor se movía sobre las aguas. Es decir, cuando hay algo vacío, cuando hay algo caótico que es mera potencialidad en nuestra vida, lo que hace que surja la vida es la Presencia del Espíritu Santo.
Lo que vemos aquí es que Dios se estaba preparando para crear, para ordenar, para poner los fundamentos que habría de ser toda la creación que hoy nosotros disfrutamos, y vemos el Espíritu del Señor moviéndose y preparándose para hacer lo que tenía que hacerse.
Yo diría que esto nos enseña que toda creatividad tiene que venir por medio del Espíritu Santo en nosotros. Lo que convierte nuestro vacío, lo que convierte nuestro potencial, lo que convierte a veces el caos que hay dentro de nosotros, el desorden en creatividad, en vida, en acción, en orden es la Presencia del Espíritu Santo.
En un sentido el Espíritu de Dios, así como se posó sobre las aguas para entonces comenzar a crear lo que habría de ser la naturaleza y la creación tiene que posarse también sobre nuestras vidas, nuestros ministerios, todo lo que nosotros somos y dar a luz la creatividad que Dios quiere se dé en nuestra vida, pero para eso necesitamos la unción, la llenura, la Presencia, el mover del Espíritu Santo en nuestra vida y nuestros ministerios. Más adelante continuaremos con esta meditación. Que el Señor te bendiga.