Las circunstancias de la vida te hacen cuestionarte a ti mismo, cuestionar tus capacidades; y, muchas veces, cuestionas también a Dios. Le crees por algo por mucho tiempo, y luego que lo tienes, parece esfumarse en un momento. Y por un momento lo que piensas es que Dios ha burlado de ti, que te ha fallado. Es importante que trabajes estos pensamientos de manera correcta para que, de en medio de la crisis, puedas ver tu milagro resucitado.
En 2 Reyes 4, se nos dice que Eliseo pasaba consistentemente frente a la casa de una mujer sunamita. Esta le dice a su esposo que aquel era profeta y que ella deseaba preparar habitación para que él pudiera quedarse. Así lo hacen, y Eliseo siente la obligación de hacer algo por la mujer. Giezi, siervo de Eliseo, le dice que la sunamita no tiene hijo y que el esposo es viejo. Y Eliseo la manda a buscar y le dice que en un año tendría un hijo. Y así fue. Pero años más tarde, estando en el campo con su padre, al niño le da un fuerte dolor de cabeza y muere. La mujer pone a su hijo en la habitación que había construido para el hombre de Dios, y decide ir a verle; cuando su marido le pregunta para qué, su respuesta es: Paz. De camino, se encuentra con Giezi, quien le pregunta si todo estaba bien con ella, con su esposo y con su hijo, a lo que ella respondió: Bien.
A la mera insinuación de desear a Dios en tu vida, Dios siempre buscará la manera de pasar delante de ti consistentemente. El mero hecho de que tú tengas en tu corazón el deseo de tener una relación con Dios, provoca que Dios busque la manera de pasar delante de ti todas las veces que sea necesario. Esta mujer insistentemente buscaba al profeta, buscaba a Dios; en su corazón tenía un deseo, un anhelo de tener una relación con Dios. Y aquel deseo se convirtió en una realidad cuando ahora ella es capaz de moverse de su deseo a una acción más concreta. Ella creó en su casa, en un segundo piso, en un lugar alto, un aposento para que el hombre de Dios no simplemente pasara por allí, sino que se quedara en aquel lugar. Ese aposento en tu vida es tu mente, tu corazón, donde tú debes poner un lugar donde, luego de insistentemente buscar a Dios, digas y hagas de ese lugar su habitación permanente. Lo grande es que aquella mujer no lo hizo buscando un milagro, pero es imposible hacer algo por Dios y que Él no te dé un milagro.
La verdadera relación con Dios no es la que buscas tener con Él por lo que Él te pueda dar, pero es imposible tú buscar insistentemente a Dios, hacerle una habitación, y que Él no te sea recíproco. Dios nunca se queda con nada de nadie, Él siempre hace algo más grande. Ella no hizo la habitación para pedirle un hijo o una mejor posición; ella hizo la habitación porque reconoció que aquel hombre era enviado de Dios, y ella quería una relación con Dios. Y su acción provocó que Dios quisiera hacer algo a favor de ella. Cuando tú busacas a Dios sinceramente, no por lo que pueda darte, sino por quien es Él, porque tú reconoces quien es Él, es imposible que te quedes sin recibir los deseos más grandes de tu corazón. Esta mujer no persiguió al profeta porque estuviera buscando algo de parte de él; ella simplemente quería una relación con Dios. Pero Dios es recíproco cuando encuentra a alguien que le busca insistentemente y quiere tener una relación con Él.
Si insistentemente tú has buscado a Dios, no por lo que te puede dar, sino porque quieres una relación con Él, es imposible que te quedes de la misma manera. El milagro que tú has deseado, Dios lo tiene reservado para ti.
Esta mujer recibe un milagro, no porque hace algo para recibirlo, sino porque hace algo para tener a Dios en su casa, y aquel esfuerzo no iba a quedar en vano. Nada de lo que tú hagas por tener una relación con Dios quedará en el vacío. Dios la manda a buscar para darle su milagro. Lamentablemente, aquel milagro, aquello que por tanto tiempo ella había deseado y que Dios se lo ofrece, por un momento se esfumó. Cuando tú buscas a Dios para pedirle algo y pasa lo que a esta mujer, piensas que fue Él que te lo quitó, pero más difícil es cuando no se lo pediste y te lo dio; ahora piensas que para qué te lo dio. Hay cosas que tú tienes que tú no se las has pedido a Dios. Has buscado a Dios sinceramente, de corazón, y Él te ha dado más de lo que pudieras pedirle. Pero hoy parece que Dios se hubiera burlado de ti porque muchas de esas cosas aparentemente se han perdido. Así se sentía aquella mujer. Le dijo al profeta: ¿Por qué me das algo que no te pedí? Te busqué simplemente por tenerte, por buscarte, y ahora me das algo y se esfuma.
Lo interesante es que, antes de llegar donde el profeta, se encuentra con dos personas; con su esposo, quien le pregunta cómo está todo, y su respuesta es: Paz; y con Giezi, quien también le pregunta, y ella responde: Bien. Lo peor que tú puedes hacer en una crisis es contarle tus problemas a gente que no te puede ayudar. Cuando la gente te pregunte cómo está todo, tú lo que tienes que decir es: Bien. Eso no es mentir, eso es no meter en tus problemas a gente que no te puede ayudar, que lo que va a hacer es empeorar las cosas, frustrarte. Si no te pueden ayudar, ¿por qué contarles tus problemas?
Nunca, en medio de las crisis, le hables de tus problemas a gente que no puede ayudarte. Deja de estar haciéndote la víctima, deja de estar haciendo lloriqueo; dile a la gente: Todo está bien. Donde único tú tienes que ir es al mismo lugar de donde salió tu primer milagro. Aquella mujer fue donde el profeta, donde el hombre de Dios, y allí se tiró a sus pies. Sintió que Dios se había burlado de ella, pero llegó al lugar correcto.
El Dios que te dio el trabajo, no se ha burlado de ti porque lo hayas perdido ahora. Ve al mismo lugar; deja de estar hablando con gente que no tienes que hablar. Busca insistentemente a Aquel que te dio aquello que tú no pediste; Él te lo dio, y Él es quien tiene la respuesta. Tu familia no tiene la respuesta, ni tus vecinos, sino Aquel que te dio el milagro. El resto del mundo, lo único que tiene que saber es que todo está bien. Aquella mujer fue al lugar correcto a buscar su milagro, y lo recibió.