El mismo Dios soberano que usó las circunstancias de Pablo para cumplir su voluntad, puede hacer lo mismo con las suyas.
Filipenses 1.12-18 Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún.
Si pudiera cambiar sus circunstancias, ¿lo haría? La mayoría de nosotros diría que sí. Incluso si estamos experimentando condiciones de relativa tranquilidad, siempre podemos imaginar una vida mejor. Y para aquellos de nosotros que pasamos por situaciones difíciles, dolorosas o angustiosas, anhelamos ver la carga aliviada. En realidad, existen ciertas circunstancias sobre las cuales no tenemos control, así que nuestra única opción es atravesarlas. Sin embargo, si somos hijos redimidos de Dios, nos encontramos justo donde Él quiere que estemos, porque su soberanía gobierna todo lo que vivimos.
Esto fue cierto para el apóstol Pablo a pesar de estar encarcelado, encadenado y vigilado. Después de un fructífero ministerio de proclamación del evangelio y de fundar iglesias en todo el Imperio romano, se encontró bajo arresto domiciliario. Pero incluso durante estas circunstancias difíciles, Dios mantuvo el control, y su obra en Pablo y a través de él no se detuvo. Lo que parecía un aspecto muy negativo de la vida del apóstol —encadenado y vigilado— resultó ser el medio que Dios usó para entregar el evangelio a toda la guardia pretoriana. El encarcelamiento de Pablo también movió a otros creyentes a proclamar con valentía a Cristo. Algunos lo hicieron por amor, mientras que otros actuaron con envidia; pero en ambos casos, el objetivo de difundir el evangelio se logró. El mismo Dios soberano que usó las circunstancias de Pablo para cumplir su voluntad, puede hacer lo mismo con las suyas. Pero al igual que el apóstol, usted tendrá que confiar en que el Señor le consolará y fortalecerá para resistir, y sí, incluso para regocijarse.