El cristianismo tiene a la verdad como el eje central de su mensaje y práctica. La verdad para los cristianos es mucho más que aseveraciones correctas. La verdad es personal ya que el Dios trino es la verdad. El Espíritu Santo no solamente nos guía en la verdad de Dios (Juan 14:16-17) sino que también nos da completa libertad (2 Cor. 3:17). Por esta razón, es imprescindible que los seguidores de Jesús, pero sobre todo los líderes cristianos estemos siempre firmes en la verdad de Dios y al mismo tiempo respetemos y proclamemos la libertad que Dios nos da a través del Espíritu Santo.
Tanto en nuestra vida diaria como en nuestro servicio a Dios necesitamos la dirección, guía y unción del Espíritu Santo. Es tristemente común caer en la tentación de hacer de nuestras opiniones y preferencias la verdad absoluta a la que todos deben rendirse y de esta manera limitar la libertad y obra del Espíritu Santo en la vida de los demás. Necesitamos al Espíritu Santo quien es tanto la fuente de la verdad como de la libertad para todos nosotros. Recientemente tuve el placer de escribir junto con Robert W. Pazmiño el libro, «Enseñando con unción: cooperando con el Espíritu Santo,» que publicó tanto en español como en inglés Publicaciones Kerigma (en inglés el título es «Anointed Teaching: Partnership with the Holy Spirit») en donde intentamos explicar el porqué la presencia y obra del Espíritu Santo es fundamental para todos los seguidores de Cristo.
Me gustaría compartirle una sección del capítulo «La enseñanza y la libertad de la verdad» que me parece explica cómo nuestras afirmaciones y enseñanza deben basarse en la verdad y sabiduría divina para así honrar el ministerio del Espíritu Santo en la vida de todos los creyentes:
El Dios de verdad es también la fuente de la verdadera sabiduría. Nuestras limitaciones no nos permiten comprender completamente toda la realidad, pero Dios no solamente lo sabe todo, sino que desea enseñarnos sus caminos. Por esta razón, la Biblia declara enfáticamente que el principio de la sabiduría es el temor al Señor (Prov. 1:7). El temor a Dios se refiere a vivir conscientes de quién es Dios y quienes somos nosotros. La sabiduría y el conocimiento de Dios son tan majestuosos que no tienen comparación con todo el saber que podamos acumular en nuestras vidas (Rom. 11:33).
Hace años cuando estaba estudiando en un seminario en Dallas, una persona me dio un consejo que no he olvidado y que cada vez valoro más por su simpleza, pero importante profundidad. Sus palabras fueron: «recuerda que solamente hay un Dios y tú no eres él.» Este es un principio fundamental del seminario y de la vida. Después escuché la misma idea, aunque expresada de esta manera: «¡ya no hay vacantes en la Trinidad!» Necesitamos recordar que nuestras vidas dependen de la providencia divina. La libertad de la verdad que Dios nos ofrece a través del Espíritu Santo es por la gracia de nuestro Dios. Dios es nuestro maestro y el único que merece nuestra admiración y devoción.
Por lo tanto, ningún líder o maestro cristiano puede ponerse en el lugar de Dios para dictar las normas que los demás deben seguir. Nosotros somos mensajeros de Dios, pero no tenemos la autoridad divina para juzgar a los demás. Cuando confundimos nuestra voz y enseñanza con la de Dios caemos en la idolatría que pervierte la verdadera enseñanza con unción. Una de las herejías más grandes sucede cuando hacemos de nuestras preferencias y opiniones fundamentos centrales de la fe cristiana. Esto sucede cuando creemos que somos el centro de la sabiduría divina y los demás están equivocados. Tristemente esta actitud es muy común en muchos pastores y maestros cristianos que creen que su ministerio es luchar por la fidelidad del mensaje bíblico. No se dan cuenta que al unir sus opiniones con las verdades de Dios hacen exactamente lo opuesto a lo que predican y enseñan. La humildad es una característica esencial de la enseñanza con unción.
Todos necesitamos la dirección de Dios y la iluminación del Espíritu Santo. Solamente el Espíritu Santo conoce completamente al Dios de verdad. A través del Espíritu Dios nos revela las cosas que Dios ha preparado para nosotros y que completamente muestran las verdades divinas como lo muestra claramente en 1 Cor. 2:9-13:
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.»
El Espíritu Santo nos enseña los caminos de Dios. La verdadera sabiduría viene de Dios el cual nos invita a depender de El para vivir y enseñar con rectitud (Sant. 1:5). Por lo tanto, una dependencia total en el Espíritu Santo es indispensable para la enseñanza cristiana. La oración es clave para poder recibir el mensaje de Dios y así compartirlo a los demás. Pero el mensaje de Dios no es exclusivo para unos cuantos, sino que es un regalo divino para todos.
En estos tiempos en los que las controversias por temas doctrinales secundarios cada vez se hacen más frecuentes; en los que las divisiones por preferencias políticas cada vez se profundizan más; y en los que emergen continuamente auto defensores de la fe; dejemos que sea el Espíritu Santo el que guíe nuestras palabras, actitudes y acciones para realmente ser sabios y así ser la luz a este mundo que tanto lo necesita.