Una de las fallas que puede cometer una iglesia o un pastor es no preparar a sus feligreses para los sufrimientos, las pérdidas y adversidades que inevitablemente vendrán a la vida de todo creyente. Particularmente las iglesias que enfatizamos el poder de Dios y nos movemos en el mover pentecostal, siempre hablamos de la victoria, el poder y la guerra espiritual, pero muchas veces no hablamos lo suficiente acerca de esos tiempos en que podremos encontrarnos pasando por sufrimiento o enfermedad, y que requerirán una postura de fe y humilde obediencia a la soberana voluntad de Dios.
¿Cuántas veces has pasado por una situación de dificultad en tu vida—enfermedad, carencia económica, dificultades en tu trabajo o en tu profesión? Quizás ha habido un tiempo de sequía espiritual, aún de depresión, problemas matrimoniales, y dificultades en la vida, y tu le has orado al Señor que pase de ti esa copa. Has ayunado, y has confesado todos los pecados de que te acuerdas y aun los que quizás podrías haber cometido sin darte cuenta. Te has reconciliado con toda la gente que te hizo algo y con los que tú has ofendido. Has reprendido y declarado; has hecho todo lo que prescribe el manual pentecostal para salir victorioso de la prueba, y sin embargo todavía continúa el problema, la enfermedad, la dificultad.
Muchas veces, cuando a pesar de todos nuestros esfuerzos persiste la prueba, nuestra tendencia es a dudar de la fidelidad y la misericordia de Dios.
La verdad es que a nuestra vida van a venir situaciones que no vamos a poder explicar de ninguna manera racional. Y en esos casos tendremos simplemente que aceptar que Dios es soberano. Tendremos que reconocer que Dios es Señor, que él no se equivoca, y que por definición no hace nada malo. Será necesario reconocer por fe que todo lo que él hace en la vida de de sus hijos es bueno por definición, y que aunque quizás en el momento que estamos pasando por la prueba no sepamos la explicación, el Señor sabe que eso es necesario y es para nuestro bien, y aun para bendición de los que están alrededor de nosotros.
Muchas veces nuestros sufrimientos no serán porque estamos fuera de la voluntad de Dios, sino precisamente porque estamos dentro de la voluntad de Dios. Como vemos en el caso de Esteban, que estaba haciendo la voluntad de Dios, predicando Su palabra, defendiendo el señorío de Jesucristo. Su martirio viene precisamente porque está declarando la verdad de Dios y moviéndose en integridad como ministro y predicador del Evangelio.
Segunda Timoteo 3:12, dice: “… Y también los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución…” En ocasiones, por nosotros hablar la verdad y sostener una conducta ejemplar, habrá gente que querrá perseguirnos y atacarnos. El enemigo tratará de destruirnos y de llevarnos a negar la fidelidad y la misericordia de Dios. Querrá neutralizar nuestro testimonio que tanto bendice a las personas alrededor de nosotros.
En un caso anterior en la historia de la Iglesia Primitiva, Dios había escogido librar a Pedro y a Juan del martirio, sacándolos milagrosamente de la cárcel. Sin embargo, en este caso, con un hombre lleno del Espíritu Santo, íntegro en su caminar con Dios, Dios escoge soberanamente no librarlo de una muerte dolorosa y cruel.
¿Por qué esas dos diferentes maneras de proceder con siervos suyos? Los designios y los caminos de Dios no son nuestros caminos. A veces él tiene propósitos que no tendrán una fácil o evidente explicación. Muchas veces, cuando viene una prueba inmerecida a nuestra vida, si no tenemos una clara respuesta a nuestras preguntas, simplemente tendremos que decir, “Padre, aunque que no entiendo, me someto a tu voluntad. Tú eres Soberano y sé que eres bueno. Cúmplase tu voluntad y no la mía”.
Esteban escogió glorificar a Dios en medio de su terrible martirio. Su comportamiento heroico y ejemplar ha servido para inspirar a millones de creyentes a través de dos mil años de historia de la Iglesia de Jesucristo. Quizás su sangre inocentemente derramada fue instrumental en la eventual conversión del que llegaría a ser el gran apóstol Pablo años después de su muerte.
Las palabras de Habacuc en el capítulo 3:17 al 19 son palabras inmortales que debemos grabar en nuestros corazones siempre:
“… aunque la higuera no florezca ni las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo y los labradores no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales, con todo yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de siervas y en mis alturas me hace andar…”
Esa es la actitud que el diablo no sabrá jamás cómo manipular o tornar para su ventaja. Un cristiano jamás podrá ser derrotado mientras mantenga esa actitud, esa postura de total rendimiento a la soberana voluntad de Dios en su corazón.
Recuerda que tus sufrimientos nunca son en vano. Siempre hay un propósito sublime detrás de cada uno de nuestros padecimientos. Dios siempre está trabajando positivamente en la vida de cada uno de sus hijos. Nada de lo que pasa en la vida de un siervo o una sierva de Dios carece de significado o propósito. Todo Dios lo usará para cumplir sus benévolos propósitos en tu vida
Vivamos la vida cristiana con ese sentido de que nada podrá separarnos del amor de Dios. En las sublimes palabras del apóstol Pablo, “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Ciertamente, “a los que a Dios aman, todas las cosas ayudan a bien”. Con esa confesión, lánzate a las aguas de la vida confiadamente, y deja que Dios cumpla su soberano propósito en ti. Si confías en él, no serás jamás defraudado.
[quote_center]Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; Aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; Aunque falten las ovejas del redil, y no haya vacas en los establos; Con todo yo me alegraré en el SEÑOR, Me regocijaré en el Dios de mi salvación.Habacuc 3:17
Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos.
2 Timoteo 3:12[/quote_center]