Después de la resurrección de Cristo, no se experimentó inmediatamente lo que se podría pensar que sucedería luego de un evento tan poderoso como este. La Biblia relata que el velo del templo, que separaba al hombre de la presencia de Dios, se rasgó. Esto sucedió en símbolo de que la presencia de Dios no estaba en el templo, pero aun así la gente continuó asistiendo.
En Juan 20:19, después de haberse cumplido la promesa de la resurrección de Cristo, podemos ver cómo los que caminaron con él predicando el evangelio, estaban encerrados por temor. Tomás, en vez de llenarse de fe, tuvo más dudas. Pedro vio la tumba abierta y su reacción fue esconderse por miedo, condenación y culpabilidad por haber negado a Jesús.
Es muy triste que eventos poderosos, como este, sucedan en tu vida y, en vez de llevarte a otro nivel de fe, lo que provoquen sea más dudas.
Nada pudo detener al Cristo resucitado. El milagro de la resurrección se ve cuando, al moverse la piedra, se rompen los sellos que pusieron los romanos para asegurar que nadie la moviera. Ahora la tumba queda abierta para que el mundo entero viera que el milagro había sucedido y, por el contario, los discípulos estaban a puerta cerrada, escondidos.
Dios ha abierto puertas para que veas el milagro en tu vida, pero estás escondido tras puertas cerradas. El milagro está en que esa puerta de bendición está abierta, no por ti, sino por el poder de Dios, para demostrarte que de cualquier lugar te puede sacar y llevarte al lugar de tu victoria.
Muchos hoy día están encerrados detrás de la puerta de la frustración, culpabilidad, angustia, pensando qué será de sus vidas y temiendo que estas puertas eviten que Jesús entre. Pero lo maravilloso es que no hay puerta que evite que Jesucristo llegue al lugar en que te encuentras para sacarte de tu encierro y transformar tu vida.
En el viejo testamento, se puede ver cómo Dios le dijo a Elías: No entraré a la cueva, sal de la cueva que voy hablar contigo. Pero, por el contrario, Jesús atraviesa la puerta para hablar con los discípulos. Este es el milagro más grande de la resurrección: La gracia.
Por la gracia, no importa detrás de qué puerta estés paralizado, Dios no va a esperar a que salgas, sino que entrará a tu corazón y tu mente para decirte: Ten paz, he resucitado; la victoria te pertenece y la puerta se abrirá de par en par para que abraces tu bendición.
Permite que Dios entre en medio de tu mente y tu corazón. Sé libre de todo miedo, de toda angustia y recibe paz. Hoy Dios te dice: Cuando no tengas fuerza, tengas temor, cuando te acusen, cuando te señalen, guarda mi palabra, retén mi nombre, sigue creyendo que Yo abriré la puerta por ti y nadie la podrá cerrar.
Pastor Otoniel Font