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Destinados a la cruz

ROMANOS 6.8-11

Cuando usted vio el título de la meditación devocional de hoy, imagino que pensó que se refería a Jesús. Si es así, acertó a medias. La cruz es siempre acerca de Jesús, pero los creyentes también están destinados para el sacrificio y la muerte.

“La muerte al yo” ocurre en el momento de la salvación, al ser crucificados con Cristo (Ro 6.6). El viejo yo muere, y recibimos una nueva naturaleza cuando el Espíritu Santo viene a morar en nosotros (Jn 14.17). A veces, se tarda un poco más en llegar el momento en que entregamos a Dios todo lo que amamos y valoramos.

Pero Dios no se detiene en la salvación; su propósito es conformar a los creyentes a la imagen de su Hijo (Ro 8.29). Por eso, nos convierte en hombres y mujeres que experimentan la libertad, porque el Señor Jesús ha triunfado sobre el pecado.

Sin embargo, para vivir como Dios quiere, tenemos que estar dispuestos a dar a Cristo la posición central en nuestras vidas. Por consiguiente, el Señor nos llama a la cruz todos los días, para que renunciemos a las cosas que puedan distraernos de nuestro objetivo de servirle y obedecerle.

No entienda mal lo que significa estar destinado a la cruz. Dios no nos va a quitar todo, dejándonos como unos solos y tristes indigentes. Poner nuestras cosas de valor en la cruz ­ya sean bienes, personas o sueños­ nos libera de lo que nos ata a este mundo.

Cuando somos libres de las cosas del mundo, nuestra autoestima no depende de lo que tenemos o de la aceptación de la gente, porque estamos completos en el Señor. Para disfrutar de una vida nueva en Cristo bien vale la pena hacer un viaje diario a la cruz.

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