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Después de la infidelidad

Se ha dicho, y con razón, que la muerte de la pareja es menos dolorosa que la traición de ésta. La infidelidad es como un huracán que destroza todo a su paso. Destruye relaciones, fragmenta familias y arruina futuros. Los idilios más prometedores, las pasiones más fuertes y las emociones más vibrantes en manos del amante quedan regados por personas lisiadas y futuros arruinados. Los patrimonios más estables se evaporan y las familias más firmes se dividen. No hay nada que una infidelidad no destruya.

Si eres víctima de una infidelidad, situación que representa el reto más grande para un matrimonio, no existe exigencia bíblica para que sigas casado/a. Dios permite el divorcio en este caso. Sin embargo, si tu cónyuge genuinamente se ha arrepentido y está dispuesto a realizar el difícil trabajo de reconstruir la confianza, anímate a aplicar una gracia nada común. En tanto que te asiste el derecho de irte, tal vez estés abandonando una felicidad mayor y la más grande de todas las sanidades que surgirá al extender la gracia en lugar de alejarte y reclamar tu derecho. Es una senda difícil, es verdad. Es más arriesgada. Exige inmensa fe y enorme perdón. Pero las recompensas no visibles pueden ser más grandes de lo que podrías imaginarte. El divorcio no borrará el dolor ni el daño que la infidelidad te ha causado. Tú deberás sanar de cualquier manera.

La cuestión es, ¿cómo y con quién vas a decidir sanar tu corazón?
Dios quiere llegar a las grietas más profundas, al dolor más intenso y sanar por medio de su amor incondicional. El veneno ponzoñoso de la amargura y la culpa se retirarán y llegará la plenitud. Si necesitas recibir esta gracia, ¡tómala para tu vida! Está disponible en este preciso instante. Acude a la cruz y deja que el amor de Cristo te cubra y te sane.

La restauración es posible. Dios sí perdona y sí restaura. El rescata y sana a las personas quebrantadas y las libera a un futuro prometedor. ¡Ten esperanza! Él puede sacar belleza entre las cenizas, alegría de la tristeza y del llanto gran risa. “No importa que tan dolorosa haya sido la crisis por la que han tenido que atravesar, ustedes todavía pueden tener un matrimonio de ‘tierra prometida’. Si ambos están dispuestos a pagar el precio pueden tener un matrimonio más pleno del que tuvieron hasta ese momento”, Meisner, B y A.

Siempre habrá dos opciones: exponer, culpar y terminar para siempre la relación o luchar por la restauración de matrimonio. Nosotros abogamos por la restauración. Debes luchar por tu familia y el futuro de tus hijos, ¡vamos, lucha por los sueños que alguna vez tuvieron juntos!

Fuente:
Pastores José Luis y Silvia Cinalli

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