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Desesperanza aprendida

“17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;… 21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto… 32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano… 37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?… 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.” Juan 11:17-18, 21, 32, 37

Jesús entra a aquel lugar, y todo lo que oye es crítica, condenación; está viendo cómo, aparentemente, su oración no tuvo respuesta, y todos le culpan. Pero la confianza de Jesús es: Tú siempre me escuchas. Cuando todos le han puesto final al asunto y piensan que no hay nada que se pueda hacer, tú confianza está en que Dios siempre oye tu oración.

Hace un tiempo se realizó un estudio titulado “Learned Hopelessness”, o Desesperanza Aprendida. En el estudio, se les daba pequeños choques eléctricos a 3 grupos de perros. Unos estaban en una jaula donde tenían la opción de darle a una palanca para ya no recibir más descargas. Un segundo grupo, sin importar lo que pasara, recibía el choque eléctrico comoquiera. Y el tercer grupo también recibía el choque eléctrico, pero estaban en una jaula que tenía una baranda que ellos podían brincar al otro lado, donde no había choque eléctrico. Tan pronto recibieron el choque, este tercer grupo brincó al otro lado. Pusieron allí también al grupo que tenía la palanca, e igual brincaron al otro lado. Pero al poner al segundo grupo, el que no tenía palanca, recibieron el choque y se quedaron allí, pudiendo brincar al otro lado. Esto nos habla de la desesperanza que aprendemos, sugestionando nuestra mente, pensando que no hay nada que tú hagas que pueda cambiar la situación que tú estás viviendo. Y esto es lo peor que te puede pasar.

Hemos aprendido la desesperanza de nuestro pasado, de nuestro ayer; que porque a otro no le resultó, a nosotros tampoco nos va a resultar. Y, teniendo oportunidad de hacer cosas nuevas y tener nuevas experiencias, nos quedamos con la marca del pasado, nos cerramos a lo nuevo de Dios, estamos acostumbrados a la desesperanza. Dios nos da la oportunidad de hacer algo nuevo, un nuevo comienzo, pero lo que recordamos son los fracasos del pasado, y nos acomodamos a la situación que estamos viviendo. Pero los que caminamos con Dios tenemos una seguridad: Aunque las cosas se pongan malas, Él nos oye.

No renuncies a tu milagro. Dios te escucha. Lázaro murió pero Dios dijo que va a vivir, y va a vivir.

Lo que hace que tú camines seguro es la certeza de que tú tienes un Dios que te oye. Tú le sirves a un Dios real, vivo, un Dios que oye, que escucha y responde tu oración. Cuando las cosas se ponen difíciles, camina a Betania, a los lugares difíciles, con la confianza de que puedes decir: Gracias, Dios, porque tú siempre me escuchas. La gente está llorando, lamentándose, criticándote, pero Dios te escucha, y Él lo va a hacer para su gloria. Tú tienes que llegar a ese nivel de confianza de que Dios te oye. Muévete de esa desesperanza que ha marcado tu vida.

Jesús hizo 4 cosas con Marta, que hoy Dios quiere hacer contigo. Ella se había quedado encerrada en la desesperanza. Ella dijo: Ya hiede. En otras palabras, ya no hay nada que se pueda hacer, llegaste tarde. Y Jesús le dio una promesa; le dijo: Tu hermano resucitará. Aquellos que vivimos con esperanza en el corazón, somos los que caminamos con la promesa que Él nos ha dado. Si tú oras de acuerdo a su promesa, su promesa te da esperanza. Hay una promesa de Dios para tu vida y la de los tuyos.

Jesús quitó la mirada de Marta de Lázaro, y la puso en él. Le dijo: Oye bien, mírame a mí; Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que está mirando su situación, ve el muerto, pero el que está mirando a Cristo, ve cómo se va a levantar. Si miras tu situación, tú estás mirando la tumba; pero cuando tú miras a Cristo, estás viendo tu solución. Todo va a cambiar, te vas a levantar.

Jesús le preguntó a Marta: ¿Crees? Porque hay algo poderoso en una confesión de fe. Tu vida cambia cuando, con tu boca, tú declaras y confiesas lo que tú estás creyendo.

Y, por último, Jesús hizo que ella tomara una acción de fe, cuando le dijo: Quita la piedra.

Si tú estás en desesperanza porque es lo que has aprendido, porque piensas que no hay nada que puedas hacer, hoy, recibe esa confianza de que Dios te escucha, de que lo que estás viviendo no es tu final, no es lo último. Tú tienes que tener claro que Dios tiene una promesa para tu vida. Deja de estar mirando tu situación, y míralo a Él. Confiesa lo que tú has creído. Mueve la piedra, haz algo que demuestre lo que tú has creído, y pronto verás el milagro que Dios te prometió.

Si tú quieres ver la gloria de Dios, entiende que Jesús dijo que, lo que precede la gloria de Dios, es tu fe. ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? ¿Tú quieres ver la gloria de Dios? Solo cree. Atrévete a creer, camina por la ciudad, en medio de la desesperanza, con la certeza y la seguridad de que Dios te ha escuchado y que, aunque las cosas se pongan peores, al fin y al cabo, todo será para la gloria de Dios.

La depresión, la tristeza y la desesperanza desaparecen de tu mente, de tu corazón, de tu vida, y tú caminas en medio de todo con firmeza, con la seguridad de que, lo que Dios te prometió, se va a cumplir, en el nombre poderoso de Jesús.

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