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Desentrañando el Misterio de los Milagros

Consideremos primero la pregunta de si los milagros registrados en los cuatro evangelios en realidad tuvieron lugar. En el mundo occidental ha surgido un gran escepticismo sobre los milagros bíblicos. El escepticismo existe en los círculos académicos, en la cultura de élite y también en la cultura en general. Pero el escepticismo es en gran medida un fenómeno occidental. La gente de otras culturas no encuentra muchos problemas, porque sí creen en un mundo espiritual.

La estrechez cultural del escepticismo
Esta estrechez de mira cultural del escepticismo muestra que un tema a considerar tiene que ser «qué es lo que crea la dificultad en la vanguardia de la cultura occidental». Al menos parte del problema es la influencia de una cosmovisión materialista o naturalista. Esta cosmovisión dice que el universo es un sistema impersonal, cuyo carácter básico es la materia y la energía en movimiento. No hay lugar para un Dios personal. Tampoco hay lugar para espíritus finitos, como ángeles, demonios o espíritus difuntos. En consecuencia, no hay lugar para los milagros. No hay espacio para que Dios, como un ser supremo personal, actúe de una manera personal que se desvíe de los patrones normales en los que gobierna el mundo. Tampoco hay lugar para espíritus finitos que interrumpan el curso normal de la naturaleza. La «naturaleza» se concibe como impersonal y no puede haber excepciones.

Esta cosmovisión ejerce una influencia poderosa porque está muy extendida, aunque la gente rara vez analiza si realmente tiene apoyo más allá del nivel de prejuicio cultural. Se asume de manera amplia que los éxitos de la ciencia natural apoyan una cosmovisión materialista. Sin embargo, ese éxito surgió originalmente en el contexto de la Europa moderna temprana, que todavía tenía una cosmovisión en cierto modo cristiana. En sus primeros momentos, la propia ciencia se concebía como una investigación de la sabiduría de Dios en las formas en que gobernaba el mundo. Se centraba en las regularidades, lo que llamamos «ley científica». Solo por un compromiso filosófico, una especie de fe atea, se podía llegar a la conclusión de que no debía haber excepciones ni milagros.

El poder de Dios
Un aspecto en el tratamiento de los milagros de Cristo es negarse a aceptar simplemente el punto de vista materialista moderno y occidental. En cambio, tenemos que tratar positivamente el tipo de mundo en el que vivimos. El mundo que experimentamos es en realidad un mundo creado y mantenido por Dios. Las regularidades son las regularidades de Su gobierno fiel sobre el mundo. Pero también puede actuar de manera excepcional y eso es lo que llamamos «milagro».

La divinidad de Cristo
Lo siguiente que debemos tener en cuenta es quién es Cristo. Es el Hijo eterno de Dios según la Biblia (Jn 1:1), que asumió la naturaleza humana y vino a la tierra para salvarnos. Si realmente es el Hijo divino de Dios —y no solo un ser humano particularmente religioso— eso marca la diferencia. Si Dios es quien es, y el Hijo divino es quien es, debería sorprendernos que no hubiera milagros acompañando los actos decisivos que llevaron a la salvación del mundo. La gente tiene prejuicios sobre la realidad de los milagros porque también tiene prejuicios sobre quién es Cristo en realidad.

Las pruebas de la fiabilidad histórica de la Biblia
También podemos apelar a la confiabilidad histórica de la Biblia. Varios estudiosos han escrito libros indicando cuántas veces se puede confirmar la fiabilidad histórica de la Biblia en lugares donde es posible cotejarla con otros registros antiguos.

La autoridad divina del Texto escrito de la Biblia
Podemos apelar a la autoridad divina de la Biblia a favor de los milagros. El Nuevo Testamento no es una mera obra de varios autores humanos que podrían intentar ser confiables y, sin embargo, a veces podrían fallar. También es una obra de autoría divina encargada por Jesucristo. Cristo envía Su Espíritu a Sus apóstoles y a otros (como Marcos y Lucas) que nos entregaron de manera fiel Su Palabra por el poder del Espíritu (2 Ti 3:16; 2 P 1:21).

Los milagros fuera de la Biblia
Por último, podemos inspeccionar los informes de los milagros fuera de la Biblia. Estos, por supuesto, no tienen la infalibilidad de la autoridad divina de la propia Biblia. Pero pueden atestiguar aún más el hecho de que vivimos en un mundo personal gobernado por Dios, un mundo que también tiene espíritus angélicos y demoníacos.

El significado de los milagros de Cristo
¿Cuál es el significado y la importancia de los milagros de Cristo? Esta pregunta es en realidad más profunda y polifacética que la cuestión de si realmente ocurrieron. ¿Por qué ocurrieron? ¿Qué estaba haciendo Dios?

El gran plan de Dios para la historia
Los milagros se producen dentro del plan general de Dios para toda la historia y especialmente para la historia en la que realiza la redención del mundo. Cristo y Su venida están en el centro de esa redención. Las obras que realizó, sobre todo Su sufrimiento, muerte y resurrección, son el fundamento más importante de todo el plan de redención de Dios. El Antiguo Testamento anticipó la venida de Cristo y la llegada del reino de Dios. En los evangelios vemos que esa venida se produce en realidad. Vemos las consecuencias de esa venida en el resto del Nuevo Testamento, tanto en los acontecimientos históricos del libro de Hechos como en las explicaciones, exhortaciones y advertencias de las cartas del Nuevo Testamento. Las cartas muestran el significado de la salvación de Cristo y el modo en que esta se manifiesta en sus vidas al pueblo de Dios del Nuevo Testamento.

Jesús como Mesías
Los milagros de Cristo demuestran y confirman algunas verdades sobre el propio Cristo. Muestran que Él es el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento que predicen la venida del Mesías, el gran Rey en la línea de David, el que gobernará para siempre (Is 9:6-7).

Jesús como Hijo divino de Dios
Los milagros muestran el poder divino de Cristo. Es cierto que algunos de los profetas del Antiguo Testamento hicieron milagros, como Moisés y Elías. Pero está claro, por los contextos, que estos profetas no hicieron milagros por su propio poder y fuerza. Eran meros servidores de Dios. En cambio, los adversarios religiosos de Jesús se sentían ofendidos por Él porque se comportaba como alguien que era más que un simple profeta. Tenía una autoridad innata. Reclama la autoridad para perdonar los pecados en la curación del paralítico, algo que solo corresponde a Dios (Mt 9:1-8). Después de calmar la tormenta, los discípulos se preguntan: «¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?» (Mt 8:27). Después del incidente en el que camina sobre las aguas, «Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: “En verdad eres Hijo de Dios”» (Mt 14:33).

Los milagros de Jesús muestran el poder divino. Dios está presente en ellos. Dios muestra que Su reino está llegando. Dios Padre está haciendo Su obra en el Hijo: «el Padre que mora en Mí es el que hace las obras» (Jn 14:10).

Los milagros como signos de la redención
La llegada del reino tiene otra cara. Dios no está presente simplemente para mostrar quién es. Está presente para llevar a cabo la salvación que prometió durante todo el Antiguo Testamento.

La expresión «el reino de Dios» en los evangelios no se centra en el hecho, aunque sea cierto, de que Dios gobierna todo el mundo y toda la historia (Sal 103:19). Se centra en el nuevo ejercicio de Su poder divino en el curso de la realización de la salvación culminante y definitiva. Jesús, en quien habita Dios Padre, es el Salvador. Los milagros son milagros del reino. Por lo tanto, son también milagros de salvación. Eso no significa que todas las personas a las que Jesús curó se salvaron eternamente. La fe salvadora llegó a algunos, pero no necesariamente a todos los que fueron sanados físicamente. La sanación física fue algo bueno. Pero en sí misma no era definitiva. Las personas que fueron sanadas, eventualmente morirían físicamente.

Así que los casos de curación en el ministerio de Jesús apuntaban a algo más. Eran signos que apuntaban más allá de sí mismos (el Evangelio de Juan utiliza con frecuencia la palabra «señal» para describir los milagros de Jesús, señalando así su significado más profundo). Los milagros se referían a personas que se salvaban de enfermedades físicas o representaban la liberación de un poder demoníaco. Ambas liberaciones eran reales en sí mismas. Pero también mostraban toda la estructura de la salvación en su conjunto. Jesús no vino simplemente a realizar algo temporal en la vida de varias personas, sino a traer una salvación duradera y permanente. Esta salvación incluye, en primer lugar, la liberación de la muerte espiritual, liberación del pecado, la culpa y del poder del reino de Satanás. Estas liberaciones fueron realizadas por Jesús mediante Su sufrimiento, muerte y resurrección. Su resurrección implica para nosotros la liberación permanente del pecado y de la condenación. También garantiza la resurrección de nuestros cuerpos. En el futuro seremos perfectamente liberados de toda enfermedad y dolencia corporal e incluso de la propia muerte. Los milagros que realizó Jesús fueron el anticipo de esta liberación en dos etapas, en Su resurrección de entre los muertos y luego, finalmente, en nuestra resurrección del cuerpo, en unión y por el poder de Su resurrección.

Consideremos, como ejemplo, la curación del siervo del centurión (Mt 8:5-13). Jesús curó al siervo de la parálisis, porque estaba «sufriendo mucho» (8:5). La liberación de la discapacidad corporal de la parálisis prefigura la liberación final de toda discapacidad corporal, que vendrá con la resurrección corporal. La parálisis física es también una analogía adecuada de la «parálisis» espiritual del pecado, que nos impide cumplir la voluntad de Dios. Jesús asume nuestro pecado en Su muerte y en Su resurrección entra en una nueva vida que nos da el poder de ser libres del pecado y de su culpa (Ro 4:25). Por medio de la resurrección del cuerpo entramos en una vida totalmente libre de sufrimiento, en lugar de sufrir en el cuerpo (Ap 21:4). En lugar del sufrimiento espiritual por el pecado, entramos en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro 8:21, 23).

De la misma manera, muchos de los milagros de Jesús efectuados durante Su vida terrenal son imágenes a pequeña escala, anticipos o presagios de las dos etapas de Su realización definitiva: primero Su muerte y resurrección y luego Su segunda venida, incluyendo el establecimiento de un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21:1).

 

Fuente:
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.

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