Las personas que hacen cambios intencionales en sus vidas suelen verse motivadas a hacerlos por sus necesidades, metas o deseos. Los creyentes no somos la excepción.
La Escritura nos da la certeza de que la vida cristiana no involucra solo un cambio de conducta, sino también una transformación total del ser, partiendo de un arrepentimiento genuino por la fe en Jesucristo (p. ej., 2 Ti 3:16; Tit 3:5; Ro 12:2). Por eso los creyentes tenemos un llamado a ser santos como Dios es santo (1 P 1:16-16). Pero ¿cómo responder a ese llamado de manera adecuada?
Al respecto, en su nuevo libro De gloria en gloria: Un evangelio que salva y santifica (B&H Español, 2023), el pastor Sugel Michelén escribe:
Ningún creyente podrá crecer y madurar en su vida cristiana a menos que posea un entendimiento cada vez más claro del evangelio y se apropie de ese evangelio cada día por medio de la fe (p. 14).
En este recurso, el pastor Michelén provee un material que aborda la soteriología (doctrina de la salvación) y sus implicaciones en la santificación del creyente, en sus dos categorías bíblicas: la posicional y la progresiva, las cuales establecen las dos partes en las que está dividido el contenido de este libro.
El evangelio y la santificación posicional
El pastor Michelén define el evangelio como «el anuncio de lo que Dios ya hizo en Cristo a favor de hombres y mujeres que de ninguna manera hubiesen podido acercarse a Él por sus propios méritos» (p. 16). Para tener una comprensión adecuada del evangelio es importante entender los resultados de la obra de Cristo, partiendo de la grave situación de la humanidad. En la cruz, Dios propició un intercambio glorioso: la imputación de nuestro pecado sobre Jesús, y entonces la impartición de la vida justa de Cristo al pecador redimido, al trasladarlo de la muerte a la vida.
En estos primeros ocho capítulos podrás ver un amplio análisis teológico sobre la unión de los creyentes con Cristo en seis aspectos (sobrenatural, espiritual, orgánico, vital, exhaustivo y misterioso) y cómo esta unión brinda a los cristianos una nueva identidad, nuevos deseos, una nueva capacidad para obedecer a Dios y un nuevo destino.
Además, podrás conocer más sobre el ordo salutis u orden de la salvación, expresión que engloba doctrinas que todo creyente debe estudiar, pues amplían nuestro entendimiento de la obra de redención.
2) El evangelio y la santificación progresiva
Esta segunda parte explica cómo Dios usa el evangelio para promover la santificación progresiva del creyente (caps. 9-13). El autor menciona que la santidad es el brillo de la gloria de Dios (p. 123) y desarrolla cómo nos afecta:
La santidad no es opcional para el creyente ni es un bono reservado para los súper miembros de la iglesia. Tampoco está asociada en la Escritura con santurrones amargados y aburridos (p. 124).
¿Por qué esto es importante? Una comprensión adecuada de la santidad desmiente bíblicamente el argumento de que vivir para Dios se trata de algo doloroso y restrictivo. Por el contrario, el evangelio nos llena de gozo no circunstancial, pues, debido al poder impartido por el Espíritu Santo, todo creyente es capaz de cultivar una vida piadosa que le lleva a ser cada vez más semejante a Jesús.
La salvación implica un cambio de afectos y entendimiento. Por eso un cristiano maduro no ve la ley como una privación, sino como sabiduría de Dios para vivir conforme a Su diseño. Para un cristiano no existe una meta más alta que vivir para la gloria de su Salvador.
El pastor Michelén afirma que nos convertimos en lo que adoramos y en la medida que crecemos en nuestra comunión con el Señor Jesucristo, en esa medida crecemos en santidad (pp. 132, 138). Por lo tanto, la santificación progresiva se refiere a crecer en santidad, en semejanza y admiración a Cristo, mientras renunciamos a aquellas cosas que luchan por el control de nuestro corazón.
El capítulo 10 analiza tres obstáculos que impiden el progreso espiritual del creyente: la idolatría, el legalismo y el antinomianismo. ¿De qué manera estos pecados obstaculizan el progreso espiritual? El antinomianismo, por ejemplo, enseña que «los cristianos no tienen que prestar atención al pecado del que han sido justificados» (p. 152).
El pastor Michelén refuta este argumento:
La ley moral de Dios se encuentra íntimamente ligada al evangelio al ser el instrumento usado por Dios para revelar al pecador su condición pecaminosa. Nunca Dios tuvo la intención de justificar al pecador por guardar la ley. El que justifica es Cristo, por medio de la fe. Pero la ley es el ayo (p. 153).
Esta sección me ayudó a entender mejor cómo operan tanto el legalismo como el antinomianismo; aunque estos parecen opuestos, realmente son «mellizos». Mientras el primero pretende cumplir la ley de Dios sin dependencia de Él, el segundo intenta separar la cruz del aspecto moral de la ley. No obstante, Jesús vino a cumplir la ley, no a eliminarla.
La importancia de comprender la gramática del evangelio
Si bien muchas ideas de este libro capturaron mi atención, el siguiente enunciado clave hizo un eco particular en mí: «En la gramática del evangelio, los indicativos vienen primero y los imperativos después» (p. 161). Esto significa que el Señor nos indica en qué consiste Su obra de redención por medio de Su Palabra. Es decir, estos «indicativos» son previos a los mandamientos o «los imperativos» de Dios que deben regir la vida del nuevo creyente.
El pastor Michelén explica que en la carta a los Romanos, Pablo ocupa once capítulos para los indicativos del evangelio y desde el capítulo doce vienen los imperativos, es decir, cómo vivir la nueva vida en Jesús. Asimismo, en el Éxodo, Dios primero libera a Su pueblo y luego le entrega Su ley.
Cuando era adolescente y recién convertido, tuve temor al darme cuenta de mi incapacidad de cumplir la ley de Dios. Eso generaba en mí una fuerte carga emocional. Un día, leyendo la carta a los Romanos llegué al capítulo ocho, donde el apóstol Pablo afirma: «No hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (v. 1). Esa verdad me llenó de paz, y esta sección del libro De gloria en gloria me hizo recordar aquel evento.
Resulta reconfortante saber que el mensaje del evangelio declara que en Cristo somos perdonados y que la ley no nos condena porque la justicia de Jesús nos ha sido imputada.
Ahora bien, ¿cómo opera la gracia de Dios y la responsabilidad del ser humano en la santificación progresiva? El autor ha dispuesto una sección titulada «la responsabilidad dependiente», donde afirma que nosotros somos los verdugos que debemos llevar a cabo el fusilamiento del pecado:
Eso es algo que nadie puede hacer por nosotros. Pero al mismo tiempo, es imposible hacerlo por nosotros, si es que no lo hacemos en dependencia del Espíritu Santo… la obra de Dios en nosotros y a favor de nosotros siempre antecede nuestro obrar (pp. 169, 175).
En este apartado se nos brinda ayuda para entender cómo la responsabilidad humana del creyente y la obra de Dios apuntan hacia la misma dirección.
La santidad perfeccionada
Hacia el final, el libro expone cómo las disciplinas espirituales y la vida en comunidad son medios de gracia que Dios ha dispuesto para un proceso de santificación fructífero, sosteniendo que la santificación progresiva no es individualista, sino un proyecto de comunidad (p. 186). Por la trascendencia del tema, pienso que hubiese sido bueno que el autor ampliara más en esta sección, puesto que ocupa un espacio muy corto del libro.
Por otro lado, mientras el título del libro resume de manera adecuada su contenido, los colores elegidos y la ilustración del diseño de portada me parecen muy tenues y que se relaciona poco con el tema del libro enfocado en la esperanza, el gozo y la santificación que trae a nuestras vidas el glorioso evangelio de Cristo.
Un punto de oportunidad que veo es que el libro está dividido en dos partes, pero no se indica dónde inicia o termina cada parte de los capítulos uno y dos, lo cual facilitaría más la lectura. Noté esto porque no tuve esta dificultad al leer el libro De parte de Dios y delante de Dios (B&H Español, 2016) del mismo autor.
Finalmente, las personas suelen querer ver cambios en sus vidas por mérito propio. No obstante, los creyentes sabemos por la Escritura que los cambios que deseamos han iniciado y se completarán en Jesús cuando vuelva. Esto es algo que comprenderás mejor al leer De gloria en gloria, una lectura que será de mucha edificación para la iglesia.
Recuerda las palabras del apóstol Pablo: «Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6).