
«Revestíos de amor, que es el vínculo perfecto» Colosenses 3-14
«Porque el Señor se complace en su pueblo; a los humildes concede la victoria. Salmos 149-4
En un mundo donde el egoísmo y la prisa han endurecido muchos corazones, un abrazo sincero se convierte en un acto casi profético. Es un lenguaje del alma, una expresión silenciosa que dice: “Estoy contigo, te valoro, te honro.”
Pero ese abrazo no nace de la apariencia, sino de un corazón humilde, uno que reconoce que la vida no se mide por logros terrenales, sino por los frutos eternos: amor sembrado, fe compartida, esperanza restaurada, y paz otorgada.
La humildad es esa virtud que nos permite ver a los demás con compasión, y a nosotros mismos con verdad. El humilde no presume, no exige, no juzga. Solo abraza con la certeza de que Dios está obrando, aunque no se vea aún el resultado.
Y cuando vivimos así, en humildad y fe, los resultados se manifiestan: relaciones sanadas, corazones consolados, cargas aliviadas, y vidas tocadas por el amor de Cristo.
🙏 Oración:
Señor, enséñame a dar abrazos de amor que lleven consuelo, fe y esperanza. Líbrame del orgullo y revísteme de humildad. Que mis gestos hablen más fuerte que mis palabras, y que todo lo que haga sea movido por Tu amor. Amén