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Del estanque a la puerta

Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticosEn éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.”  Juan 5:2-3

Aquel estanque no estaba en cualquier puerta.  Estaba al lado de la puerta de las ovejas.  Cuatro tipo de personas había allí.  Gente debilitada, sin visión, sin inspiración y sin pasión.  Allí estaban todos reunidos en el estanque de Betesda porque a la sociedad le fascina agrupar a ese tipo de personas en un lugar; y lo triste es que lo hacen al lado de la puerta de las ovejas, una de las puertas donde más negocio se hacía.  Así que allí estaba la gente entrando y saliendo, haciendo negocios, prosperando, haciendo, alcanzando; y en la puerta de al lado, agrupamos a todos los debilitados sin visión, que están esperando que algún día un milagro les llegue.  La pregunta para ti hoy es ¿en qué puerta tú vas a estar?  ¿Te vas a quedar en la puerta del estanque de Betesda, donde el pasado te ha debilitado, donde los problemas del ayer te han quitado la visión, donde no deseas nada porque no tienes pasión por nada porque nada te inspira?  ¿O vas a estar en la puerta de las ovejas, donde está la acción, donde hay algo pasando, donde hay movimiento?

Jesus fue al lugar donde nadie quería, pero no fue para quedarse allí, sino para sacar a aquel hombre de aquella puerta y llevarlo a otra.  Dios quiere llevarte de una puerta a otra; la pregunta es si quieres, o si piensas que te conviene seguir viviendo como víctima, viviendo del gobierno, de las ayudas.  ¿Qué es lo que te conviene?  Este ministerio no es un estanque de Betesda, sino una puerta de las ovejas, donde las cosas pasan.  Si otros se quieren quedar estancados, allá ellos.  Podemos ir de tiempo en tiempo, pero no para quedarnos en aquel lugar, sino para sacar a la gente de allí.

Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo[a] aquel día.”  Juan 5:8-9

Jesús no le preguntó al paralítico por qué estaba allí; Jesús dijo: ¿quieres?  Y le dijo: Levántate.  En otras palabras: haz algo, ¿qué haces esperando?  Y la pregunta para ti hoy es ¿qué esperas?  Mientras la gente esperaba que el ángel moviera las aguas, Jesús estaba moviendo las aguas por toda la ciudad.  A veces, esperando un movimiento, perdemos de vista el movimiento real.  Todo aquel que se metió en el mover de Jesús, recibió el milagro que esperaba.  Cuando esperas que algo se mueva, pierdes de vista todo lo otro que se está moviendo a tu alrededor, que debería decirte: prospera, progresa.  Hay gente esperando a ver quién gana una elección.  ¡¿Qué te importa a ti quién gana?!  ¿Para ver con quién te vas a alinear?  Esas aguas se mueven, y tú te quedas como paralítico, diciendo: los que se van a beneficiar son los amigos del alma.  ¿Pues para qué estás esperando que venga un ángel de tiempo en tiempo a mover el agua, cuando hay aguas que se están moviendo, que son las que deben provocarte a levantarte para seguir hacia delante?

Levántate, toma tu lecho y anda; comienza a caminar.  El resultado de una elección sí es importante; hay gobiernos que te van a favorecer, otros que no.  Pero el gobierno cambia de tiempo en tiempo, así que habrá momentos en que tengas un poco más de ventaja.  Pero si tú estás esperando que cada cuatro años venga alguien a mover tu estanque, te quedas allí esperando, te paralizas en ese lugar.  Esto pasa en los matrimonios; hay uno esperando a que el otro decida; pero si el otro no decide, decide tú.  Es Dios quien pone el querer como el hacer, la pregunta es si quieres.

Así nos agrupamos en la sociedad: entre la puerta de Betesda y la de las ovejas.  Jesús nunca le preguntó por qué le estaba pasando lo que le estaba pasando; la pregunta es: ¿quieres?  Porque si quieres, él tiene una palabra para ti: levántate.  Y él es el que pone el querer como el hacer.  Aquellas palabras inspiraron a aquel hombre porque si él no hubiera querido ser sano, aunque Jesús le diera el poder para levantarse, no se hubiera sanado, pero es Dios quien pone el querer como el hacer.  Aquel hombre salió de aquel lugar, caminó hacia delante y comenzó a ver su vida totalmente transformada, luego de treinta y ocho años de estancamiento en aquel lugar.

La pregunta para ti hoy es: ¿por qué no quieres?  ¿Por qué has dejado de querer más?  ¿Porque es mucho trabajo, porque es muy difícil, por los problemas que has tenido, por los fracasos que has pasado, por las traiciones, por tu edad?  ¿Tienes una buena excusa para no querer?  Desde hoy, di: voy a querer, y como quiero, voy a encontrar la manera de hacer.

El día que tú dejas de caminar, que dejas de hacer, dejas de ver lo que Dios quiere alcanzar en tu vida.  La invitación de Jesús a sus discípulos siempre fue: ven sígueme, déjame mostrarte lo que voy a hacer.  La invitación de Jesús a Natanael fue: ¿porque te vi debajo de la higuera, crees?  Cosas más grandes vas a ver, así que ven y sígueme.  Tu vida siempre está entre lo que eres y lo que deseas ser, lo que puedes ser.  Tu vida es 50% lo que eres, y 50% lo que puedes llegar a ser.  Hoy tú eres mitad pasado y mitad tu aspiración.  El problema es que tu pasado te hala más que tu futuro.  Cuando tienes más presente tu pasado, te inmovilizas; y el día que dejas de caminar, dejas de ver todo lo que Dios quiere que tú seas.  La invitación de Jesús a sus discípulos fue: Ven, camina conmigo.  ¿Tú no crees que cada milagro era una inspiración para ellos?  En medio de todo, tenían problemas, pero vieron a Jesús cambiar el agua en vino, calmar el mar, multiplicar panes y peces; y mientras seguían caminando, más iban viendo y realizando que ellos también podían hacer, alcanzar, lograr aquellas cosas.  El día que dejaban de caminar, de hacer, ese día dejaban de ver todo lo que Dios tenía para ellos y les ataba más el pasado que el futuro.  Eso fue lo que le pasó a Juan el Bautista; un día vio a Jesús entrar en las aguas, y dijo: este es el Cordero, el Hijo de Dios, inmolado desde la fundación del mundo, el Mesías; y lo bautizó.  Comenzó a ver los milagros, pero dejó de caminar con Jesús y un día terminó en la cárcel y comenzó a cuestionar si Jesús era o no era quien él mismo había dicho que era.  Llegaron los mensajeros de Juan el Bautista ante Jesús, y dijeron: Juan el Bautista nos manda a preguntarte si tú eres el Mesías.  Y Jesús comenzó a sanar y a liberar a la gente, y les dijo: díganle a Juan que los ciegos ven, que si él estuviera aquí, estuviera viendo esto; si hubiera seguido caminando conmigo, estaría aquí hoy y no en la cárcel.

Nunca permitas que tu cárcel te haga cuestionar el Dios al que dejaste de seguir, al Dios que te invitó a caminar sin detenerte hacia cosas más grandes.  El día que tú dejas de caminar, ese día dejas de ver todo lo que Dios quiere que tú seas.

El reto ahora es que se despierten en ti el querer y el hacer.  La casa de la que desististe, que la quieras otra vez; que no te acomodes a la que tienes.  No se trata de que te den el préstamo ni de tu puntaje de crédito; se trata de si todavía la quieres.  Tu negocio no depende de que consigas un socio.  Si Dios te dio un negocio, una idea, ¿por qué no te puede dar los recursos?  ¿No fue Él quien puso el querer?  Y si fue Él, ¿no puede también poner el hacer?   Lo que pasa es que no estamos dispuestos a esperar, a trabajar, a hacer lo que tenemos que hacer.  Buscamos el camino más fácil, el más rápido.

Sal de la puerta del estanque de Betesda.  Ve a la puerta de las ovejas.  Comienza a caminar, sal de ese pórtico.  Sé de la gente que está en movimiento.  Que nada quite tu ambición, que nada quite tu deseo, tu pasión, la visión que hay en tu vida.  Que nada te debilite.  Ya comenzaste tu camino con el Señor; ahora termínalo para que puedas ver todos los milagros que Él va a hacer en tu vida, día tras día.

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