“7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” Juan 4:7-10
Esta mujer había tenido 5 maridos, y el que tenía no era de ella; por eso iba a la hora sexta, hora del calor, hora a la que más nadie iba; porque ninguna mujer quería verla. A esa mujer samaritana, que no se ama, que nadie ama, que no ha cogido una clase de bautismo, que él todavía no ha muerto por ella, él le dice: Si tú supieras quien yo soy y lo que yo tengo, y me lo pides, te lo doy. En otras palabras, Dios no tiene que cambiarte para darte. Cuando todo el mundo te deja solo porque no te aman, si conoces quien es Él y conoces lo que Él tiene, y te atreves a pedirlo, Él te lo da. Pero, ¿por qué no lo pedimos? Porque no entendemos quien es Él, el regalo que Él tiene, y no creemos que lo merecemos. ¿Por qué no creemos merecerlo? Porque en esta vida, en todos los intentos de amor, muchas veces fracasamos. Todos queremos ser amados, aceptados, queridos.
“7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.” Hechos 3:7-8
A un cojo de nacimiento, Pedro lo tomó por la mano y afirmó sus pies y tobillos. Eso es lo que hace el amor de Dios, el amor de la gente. Cuando tú manifiestas amor, afirmas a la gente para que puedan andar, saltar, alabar a Dios. El problema es que todos te han rechazado, nadie te ha amado, y quien te amó te lastimó; y ahora tú proyectas eso hacia Dios. Piensas:
Dios no me va a hacer lo que otros me hicieron, pero tampoco me va a amar. No experimentas el amor de Dios porque tu experiencia natural de cómo otros te han amado, te hace pensar que todo el fracaso en el amor que has tenido es porque ellos tienen razón; que no te aman porque no te lo mereces y por quien eres. Tus fracasos de amor te hacen no creerte digno del amor de Dios. Pero, si tú conocieras quien Él es, y el don que Él tiene, tú le pedirías, y Él te lo daría.
Vivimos en un mundo escéptico, cínico; pensamos que la gente no nos quiere, que son más los que nos odian, los que buscan dañarnos. Y hay gente que sí, gente imprudente; pero son más los que te van a amar, los que te van a querer, los que están a favor tuyo. Pero si tú proyectas lo incorrecto, eso es lo que vas a tener. Y eso es lo que nos pasa con Dios.
No se trata de entender, sino de aceptar. ¿Aceptarías tú que Dios te amara al punto tal de desatar en ti la grandeza? ¿Te atreverías pedirle a Dios el don que hay en Él para ti? Tus hijos cometen errores hoy por una sola cosa: No entienden cuánto tú los amas y cuánto Dios los ama. Tú les has demostrado tu amor, pero ellos todavía no lo entienden. Para ellos, tú eres la razón de sus problemas. Y así les pasa a muchos con Dios.
Pablo decía que tenemos que conocer la anchura del amor de Dios. El amor de Dios es extenso, amplio; cubre todas las áreas de tu vida. Es largo, va a la distancia contigo; cuando otros se quitan a mitad de camino, Dios sigue ahí. El amor de Dios es alto; sobrepasa todas tus expectativas. Cuando tú piensas que Dios no te puede amar más, te ama más; cuando piensas que no puede bendecirte más, te bendice más. Cuando piensas que no puede hacer nada por ti, lo hace por ti. Su amor es profundo, intenso; te busca, te persigue, te bendice. Cuando otros piensan que tú no deberías estar allí, allí Dios te lleva. El amor de Dios afirma hoy tus pies para que tú puedas seguir caminando. Eso es amor. El amor de Dios obra a través de gente, afirmando tus pies. Y tú tienes que aprender a recibir amor. Las experiencias del pasado lo que te dicen es que tú no eres digno de recibirlo; que todo el mundo te va a acusar, te va a amenazar, que van a querer dejarte; y siempre habrá quien sí, pero Dios te ama tanto que siempre va a tener gente que te va a bendecir. Y tú lo que tienes es que aprender a recibirlo, a aceptarlo, tienes que creer que lo mereces. Déjate amar, déjate querer por Dios.
Todo lo que Dios ha hecho por ti, no ha sido necesariamente por la fe; no siempre tú has tenido fe. Has querido renunciar, dejarlo todo; pero has aprendido que Dios te ama. En vez de enfocarte tanto en tener fe, enfócate en quien es Dios, el don que Él tiene, y a pesar que nadie te haya amado, atrévete a pedírselo porque Él te dice: “Te lo voy a dar, te amo tanto que te lo voy a dar. Déjame sorprenderte, déjame amarte al máximo, déjame hacer algo por ti, déjame ir más allá.”
Dios te ama tanto que a veces te sientes mal. Recibe el don, el amor de Dios en tu vida. La grandeza se desata cuando tú dejas que Dios te ame. Si tú dejas que Dios te ame, con tus imperfecciones, con tus problemas, con tus dificultades, con tus corajes, con tus errores, con todo lo que tú eres, a pesar de que no te han amado, no te han querido, te han herido, te han lastimado, te han hecho daño; si tú dejas que el amor de Dios fluya en ti, ten por seguro que su grandeza se va a desatar en tu vida.
Rompe hoy en tu mente todo esquema, todo paradigma que diga que tú no eres digno de ser amado. Te han utilizado, maltratado, usado y abandonado, pero acepta el amor de Dios. Deja que Dios te ame, que su amor exceda tus expectativas, que su amor se extienda hacia ti, y vas a experimentar cosas que jamás habías experimentado. Tú vas a llegar a lugares grandes no tan solo por tu fe, sino por el amor de Dios. Dios te ama tanto que Él va a hacer por ti lo que tú no estarías dispuesto a hacer por ti mismo; te va a poner en lugares que tú jamás habías pensado, te va a dar más de lo que tú pides y entiendes, porque Dios te ama de manera que tú no puedes entender. Te vas a dar cuenta que te ama más y más. Cuando abras tus ojos al amor de Dios, verás tu vida en una dimensión diferente. Acepta el amor de Dios por encima de todas las cosas, y su grandeza se va a desatar sobre ti.