En Génesis 22:15-17, vemos la promesa de Dios a Abraham, luego de hacer su mayor sacrificio, su mejor ofrenda, que fue el presentar a su hijo en sacrificio. Dios le habla a Abraham en tres momentos: Antes de la ofrenda, cuando presentó la ofrenda y después de la ofrenda. Esta es la experiencia de una verdadera ofrenda. Sabemos que estamos dando la ofrenda correcta, cuando Dios nos habla antes de darla, mientras la estamos dando y luego de haberla entregado.
Llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y le dijo:—Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado a tu hijo, tu único hijo, 17 de cierto te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; tu descendencia se adueñará de las puertas de sus enemigos.
En la Biblia, las puertas de los enemigos, es una declaración muy importante. Son lugares particulares donde ocurren cosas necesarias para un pueblo. Momentos determinantes del pueblo de Israel y de ciertos hombres en la Biblia ocurrieron en las puertas.
Las puertas de las ciudades eran el lugar donde los ancianos hacían juicio; lugar de reunión del pueblo; lugar donde se hacían negocios, intercambios económicos. Cuando el enemigo quería tomar posesión de una ciudad, lo más importante era tomar las puertas.
Dios desea darte las puertas de tus enemigos y darte las posibilidades económicas para que puedas vivir con autoridad y libertad.
La palabra de Dios es poderosa y es más fuerte que una espada de dos filos; pero, lamentablemente, hay muchos en el pueblo de Dios que viven cargados, oprimidos por la presión económica. Debemos estar viviendo en la totalidad del poder de la palabra de Dios. ¿Por qué esto no ocurre? La Biblia nos señala dos cosas que son más poderosas que la palabra de Dios: La religión, la tradición que invalida la palabra de Dios; y el afán.
En Mateo 13:18, la parábola del sembrador nos enseña que el afán y el engaño de las riquezas es más poderoso que la palabra de Dios. Lucas 12 dice por nada estéis afanosos, y Mateo 6, no os angusties.
La palabra de Dios se hace infructuosa cuando hay afán y engaño de las riquezas. Afán es miedo, pensar que todo va a estar mal, nada va a salir bien. Engaño de las riquezas no es tener riquezas, sino pensar que la solución de tu vida es las riquezas. Nuestra solución es Jesucristo, el Padre Celestial que cuida de nosotros y suplirá siempre; que, si cuida de las aves, cuidará también de ti.
Hasta que no quites el afán de tu vida y el engaño, la esperanza de que la solución de tu vida son las riquezas, todo lo que Dios te hable se hace infructuoso. El ataque más grande está en la mente, el pensar que no hay manera de prosperar. Vas a la iglesia y te dan una palabra profética y piensas que Dios puede prosperar a otro, pero no a ti en tu país. Lo mismo aquellos que piensan que la solución está en los partidos políticos.
Hay que hacer cambios, planes y prioridades, por supuesto, pero hay que salir de la angustia y confiar en las promesas del Dios Todopoderoso.