Hay cristianos que todavía no han aprendido a valorar lo que son, no valoran que son hijos del Rey de Reyes y por lo tanto príncipes y coherederos con Cristo del reino celestial, ya lo “dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey” Daniel 1:3-4; esto es lo primero que debemos recordar los cristianos, que somos hijos de Dios, es decir, hemos sido escogidos por Él.
Y cuando leemos a Jeremías diciendo: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes” Jeremías 15:19-21, debemos asumir que nuestra condición como hijos de Dios es superior a quienes están en el mundo, y si aún no lo somos debemos esforzarnos para serlo.
Leamos la Palabra de Dios en Daniel 1:17-20 “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino”.
El sentirse un hijo de Dios debe ser una convicción que nos lleva a actuar como tal en forma concreta a la hora de vivir nuestra vida diaria, y si creemos que somos más que vencedores en Cristo Jesús, debemos actuar en esa convicción en todas las circunstancias, aunque algunos, por ser creyentes, se auto-excluyen del poder progresar, prosperar y tener el éxito que Dios pone en sus vidas como si esto fuera mundano o significara entrar en la competitividad negativa que el mundo mantiene.
Hay cristianos que tienen problemas con la palabra éxito, y llegan a creer que no figura en la Biblia a pesar de que aparece varias veces, como cuando “salieron a campaña los príncipes de los filisteos; y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre” 1 Samuel 18:30, o cuando oraba Nehemías diciendo: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón” Nehemías 1:11.
Es cierto que el éxito del mundo nada tiene que ver con los cristianos, pues el verdadero éxito para el creyente es descubrir el propósito que Dios tiene para él en la Tierra y edificar su vida sobre la roca que es Cristo para poder llevarlo a cabo; pero también es cierto que muchos cristianos le tienen miedo al éxito a consecuencia de los ejemplos negativos de personas a quienes Dios les ha hecho prosperar tremendamente, o les cubrió de sanidad, o les restauró la familia, y luego se alejaron de Dios, pero se olvidan que también hay personas que al fracasar también se apartaron del Señor.
También están los que confunden humildad con mediocridad, y se creen que siendo mediocres en sus actividades o emprendimientos son humildes, cuando en realidad para ser humilde ante el Señor, primero hay que desarrollar una vida de logros y éxitos para mantenerse pequeño frente a todo lo logrado, ya que la humildad del cristiano es la capacidad de morir a sí mismo para que Cristo sea quien se manifieste en su vida.
Como también están los que sienten culpa al ver que ellos se desarrollan, son sanados, restaurados y prosperados, mientras que otros a su alrededor no reciben lo mismo de parte del Señor, y en vez de buscar que los demás avancen hacia arriba a cumplir sus propósitos en Cristo, resignan su crecimiento, se estancan, y dejan de ser de inspiración para otros.
Estas son algunas alternativas o pensamientos, pero la verdad es que la mayoría de los cristianos rechaza el éxito por la simple razón de no estar dispuesto a pagar el precio que se debe pagar para ser exitoso, ya que el ser diez veces mejor no es creer que lo somos, sino verdaderamente ser parte del propósito de Dios para nuestra vida, pues el Señor quiere que lideremos a quienes nos rodean en el ámbito donde Él nos ha colocado; y es por esto que siempre debemos tener presente que somos hijos de Dios, para que eso se traduzca en nuestra nueva forma de vivir y podamos destacarnos en este mundo siendo la sal y luz a los demás.
La pregunta que hoy debemos hacernos cada uno de los cristianos es: ¿Hoy se dice esto del Pueblo de Dios?; cuando alguien desea consultar sobre temas importantes que requieren de sabiduría e inteligencia, ¿buscan al Pueblo de Dios para hacerlo?; ¿Se encuentra hoy en el Pueblo de Dios ese nivel de integridad e idoneidad diez veces mayor que en los que están en el mundo y no tienen al Señor?.
Y también debemos saber que para mejorar las cosas de nuestra vida y nuestro caminar en el Señor, no podemos hacerlo sin introducir mejoras, pues los cambios que vienen para mejorar nuestra vida vienen de la mano de las mejoras que introducimos en ella, tanto en lo que ya estamos haciendo como en las cosas que hasta hoy no hacíamos, incluso en las que apenas estábamos planificando hacer.
Y si verdaderamente queremos cambiar nuestra vida, es necesario saber que por lo general las mejoras que debemos producir en nuestra vida para crecer y progresar en el propósito de Dios con nosotros producen incomodidad pero son éstas modificaciones de hábitos, formas de pensar y de actuar, las que luego hacen que puedas vivir mejor, ya que para vivir mejor y en mejor relación con el Señor, hay que mejorar, y para mejorar hay que hacer cambios.
Los cambios guiados por el Señor a través de Su Palabra son los que nos hacen mejores, tanto en lo espiritual, como en lo familiar, o en lo ministerial; y no miremos a nuestro lado para desentendernos pues todos tenemos cosas por cambiar para mejorar nuestra relación con el Señor porque todos siempre podemos ser mejores para la gloria de Dios, para nuestra propia bendición y para testimonio a los demás, y es eso lo que nos convertirá en la sal de la tierra y la luz del mundo.
El presente es un tiempo difícil, conflictivo en todos los aspectos, pero a pesar de los conflictos y las pruebas que podamos estar pasando, como hijos de Dios “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” Romanos 8:28, en este tiempo difícil es cuando más debemos aferrarnos a las promesas del Señor sabiendo que “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8:37-39.
Si hoy esta palabra ha llegado a tu corazón, si el Espíritu Santo te está tocando y hablando en este momento, hoy es el día en que puedes inaugurar el tiempo del cambio para tu vida, hoy puedes inaugurar el tiempo de mejoras en todas las áreas de tu vida conforme a la guía y voluntad del Señor para que puedas cambiar tu situación en el ámbito familiar, en tu vida laboral, en tu vida económica, en tu vida ministerial, y sobre todo, en tu servicio a Dios.
Y “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4:21:32.
Este es el tiempo en que el Señor te llama para que hagas los cambios necesarios e incorpores las mejoras que te convertirán en ese verdadero hijo de Dios que Él quiere que seas, y de esta forma logres mejorar en todo para convertirte en un cristiano exitoso diez veces mejor que lo que venías siendo.