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De la bendición sacerdotal a la bendición apostólica

Conocida como la bendición sacerdotal o Aarónica consiste en una bendición especial del sacerdote al pueblo. Dios le dio a Moisés las palabras para una bendición especial, que hablaba de seguridad, gracia y paz mediante el uso de la cual los sacerdotes debían bendecir al pueblo.
El y Ti, son formas singulares en hebreo, y se usan para dirigirse de manera individual, aunque aquí pueden ser interpretadas como una referencia a todo Israel. Se incluye aquí en poema con tres versos; cada uno de ellos contiene dos verbos que aluden a YAWEH. Se le conoce como la bendición de Aarón o sacerdotal y muchos cristianos hoy en día la citan literalmente.

En el mundo antiguo se creía que las bendiciones y maldiciones tenían un poder propio que podía hacer que se cumplieran. Es evidente que la fuente de toda bendición es Dios y el pecado la fuente de toda maldición. Es obvio que era la bendición de Num. 6:22-27, la que los sacerdotes debían dar al pueblo después de participar de algún ritual en el tabernáculo de Moisés, templo de Salomón, de Zorobabel y templo de Zorobabel remodelado por Herodes. Dos pequeños rollos de plata fueron encontrados en Jerusalén del siglo VI o VII a.C., y contenían esta bendición.

El concepto de la brillantez del rostro de Dios que produce misericordia se encuentra en documentos de Mesopotamia del siglo XII a.C, así como la invocación de la carta de Ugarit pidiendo cuidado y bienestar. También se usaba en los saludos ugariticos y acadios, y la frase el Señor te bendiga y te guarde también está incluida en Hebreo en las palabras de una Jarra del siglo IX a.C. encontrada en el nordeste del Sinaí.

La bendición apostólica de Pablo a los Corintios es el punto mas alto de la bendición sacerdotal de Num. 6:22-27. (La bendición cristiana). La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amen. (2Co. 13:14). Significa que la bendición de Números apunta a la bendición congregacional que proviene de la santísima trinidad.

BENDICIÓN SACERDOTAL O AARÓNICA
El Señor te bendiga y te guarde. La bendición sacerdotal comienza con lo mejor, con el origen de todas las bendiciones… El Señor mismo. Dios es la mejor bendición, no solo porque su presencia es lo que mayor satisfacción nos trae, sino también porque Él es el portador y la fuente de todas las demás bendiciones. Luego de pedir por la presencia de Dios y todos sus beneficios, pasamos a la segunda petición: “El Señor te guarde”. “Guardar” en hebreo es Shamar. Literalmente significa: poner un cerco de espinas alrededor de algo para protegerlo y cuidarlo. ¿Por qué necesitamos un “cerco alrededor”? Porque hay amenazas afuera. Después de darnos la bendición, Dios quiere que la mantengamos y que nadie nos la robe. El quiere que la guardemos, la atesoremos, la conservemos.

Por lo general nosotros no pedimos protección sino hasta que el peligro que amenaza está sobre nosotros. Pero Dios quiere protegernos mucho antes que eso (Sal. 121:1-8). El quiere poner un cerco a nuestro alrededor para evitar el peligro. “Guardar (heb. Shamar”), es la misma palabra que se usa para obedecer, es decir, “guardar los mandamientos” (Ex. 20:6). Cuando obedecemos a Dios, Él nos guarda de todo mal.

El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti. “Resplandecer el rostro” es una figura idiomática utilizada en hebreo. El verbo que se traduce como “resplandecer” es “OHR”, que literalmente significa: Luz. pero cuando su pueblo obedece, el Señor resplandece su rostro sobre ellos. Esto es lo que clamó David: Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo; ten piedad de mí, y respóndeme. Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, Señor, buscaré. No escondas tu rostro de mí; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, oh Dios de mi salvación. Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá. Señor, enséñame tu camino, y guíame por senda llana por causa de mis enemigos (Sal. 27:7-1). “Esconder el rostro” implica salirse de su presencia, y de su gracia. Por el contrario, cuando Dios “resplandece su rostro”, esto significa que nos lleva ante su presencia. Implica tener una buena relación con Él, y por consiguiente contar con su gracia y favor.

El resultado de estar en la presencia de Dios, en el resplandor de su rostro, es que nosotros también comenzamos a “resplandecer”, es decir, reflejamos la luz del Señor a los demás. Esto fue lo que le sucedió a Moisés. (Ex. 34:29) Al descender del monte, Moisés no sabia que la piel de su rostro resplandecía por haber hablado con Dios. También nosotros somos llamados a ser luz, a reflejar el resplandor de Dios en el mundo. (Sal. 119:135). Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? ¡Alza, oh Señor, sobre nosotros la luz de tu rostro! (Sal. 4:6) Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt. 5:16).

La luz será nuestra obediencia y buenas obras. De esa forma, reflejaremos al mundo quién es Dios, y lo glorificaremos. (Sal. 67:1-3) Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, y haga resplandecer su rostro sobre nosotros; para que sea conocido en la tierra tu camino, entre todas las naciones tu salvación. Te den gracias por los pueblos, oh Dios y le conocemos como Él es, no nos queda más que dar gracias. (Sal. 89:15-16) ¡Cuán bienaventurado es el pueblo que sabe lo que es la voz de júbilo! Andan, Señor, a la luz de tu rostro. En tu nombre se regocijan todo el día, y por tu justicia son enaltecidos.

Tenga de ti misericordia. En la Biblia se habla de varios tipos de “misericordia”. La que se menciona acá es “Janan” que literalmente significa doblarse o inclinarse en bondad hacia un inferior. Es moverse a favor de alguien mediante una petición. Este tipo de misericordia se conoce más como “gracia”. Es un favor no merecido. Aun así, Dios se inclina a favor de uno, en toda su bondad, y nos lo concede. Nosotros no merecemos estar en su presencia; sin embargo, ése es el deseo de su corazón. El nos creó para que viviéramos con Él. Aunque hayamos pecado, Él está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos de toda maldad para que podamos regresar a su presencia. Esa es su gracia, su misericordia y su gran amor.

El Señor alce sobre ti su rostro. La expresión “Alzar el rostro” se aplica a alguien que va a pedir un favor. Por ejemplo, cuando un súbdito se presenta ante el rey, lo hace con los ojos bajos, en señal de humildad. Pero cuando el rey atiende su causa y concede su petición, el súbdito puede levantar su vista y agradecer al rey. Sabiendo esto. Puede extrañarnos que esta expresión pueda aplicarse al Señor, al Rey de Reyes. ¿No somos nosotros quienes nos presentamos con humildad ante el Señor, esperando levantar el rostro cuando Él responda? Para entenderlo, debemos aprender otra expresión hebrea.

En un sentido opuesto, encontramos la expresión de “rostro caído”, la cual se aplica a alguien que está molesto o lleno de ira. La Biblia describe a Caín con un “rostro caído” cuando el Señor no aceptó su ofrenda (Gn. 4:6). Esta misma expresión la encontramos en Jeremías: (Je. 3:12) Ve y proclama estas palabras al norte, y di: “Regresa, infiel Israel” – declara el Señor -, “no te miraré con ira, porque soy misericordioso” – declara el Señor -; “no guardaré rencor para siempre. Donde dice: “no te miraré con ira”, en hebreo literalmente dice: “mi rostro no caerá”.

A causa de nuestro pecado, el Señor debería tener “su rostro escondido” de nosotros, al igual que el “rostro caído” en señal de enojo por nuestra infidelidad. Deberíamos ser nosotros quienes nos presentáramos ante Él con humildad, con rostro bajo. Lamentablemente, el pueblo de Dios tarda en arrepentirse. Por eso, el Señor mismo sale a buscarnos. Como Jeremías dice, Él no tiene rostro caído, no guardará rencor ni ira para siempre, porque es misericordioso con su pueblo. El Señor ha alzado su rostro –no sólo en señal de que perdona a su pueblo, sino en espera de que nosotros nos arrepintamos y regresemos a Él. “Alzar el rostro” es el equivalente a sonreír y tener una disposición favorable.

Y ponga en ti paz. En el diccionario la definición de “paz” es la ausencia de conflicto. Pero la paz bíblica va más allá que eso. Paz en hebreo es Shalom, que literalmente quiere decir: completo. Es no tener necesidad de nada; es tener bienestar total e integral, en todas las áreas de la vida. El deseo de Dios es que su pueblo no tenga necesidad de nada y que esté en paz, sobre todo en paz con Él. Para reconciliarnos consigo, Dios envió a su Hijo para pagar el precio de nuestros pecados. Todo lo que tenemos que hacer es creer en Él, y seguirle. (Ro. 5:1-2) Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré.

Bendición con el Nombre
¿Cuál será el efecto que tendrá esta bendición sobre el pueblo? El objetivo de la bendición es poner el Nombre de Dios sobre ellos. Al hacerlo, el Señor derramará su bendición sobre ellos. (Num. 6:27) Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.

El Señor explica que lo que el sacerdote está haciendo al proclamar esta bendición sobre el pueblo es “invocar el Nombre de Dios” sobre ellos. En hebreo dice literalmente “pondrás mi Nombre (V’Simu et Shemi) sobre los Hijos de Israel”. ¿Cómo se pone el Nombre de Dios sobre alguien? Hoy se podría comparar con poner el apellido. En cierta forma, el Señor los está adoptando como hijos, como ciudadanos de su Reino. Si los Israelitas llevan el Nombre de Dios es porque ya son considerados de su familia, pues llevan su Nombre.

Pero este privilegio no sólo implica tener las bendiciones y los derechos que eso trae, sino también las responsabilidades. Ahora somos ciudadanos del Reino, hijos del Rey de reyes, y debemos proceder como príncipes y princesas. Si llevamos el Nombre de Dios, no nos faltará nada porque el Señor bendecirá a sus hijos en todo lo que necesiten y más (Mt. 6:31-33). La bendición proviene de “conocer a Dios” –saber quién es Él, cómo es Él, de lo que es capaz, entender su carácter, confiar en sus promesas y entrar en una relación íntima, personal y profunda con Él a través de Cristo. Todo lo cual nos llevará a obedecerle y vivir como Él manda. Todo esto traerá todo tipo de bendición a nuestra vida.

La Bendición Apostólica
Pablo dice en su impresivo a los Corintios: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión dl Espíritu Santo, sea con todos vosotros (2Co. 13:14). Al final de la carta el apóstol dispensa esta bendición a favor de la iglesia de Corinto y de la iglesia de Cristo de cada generación “Es la bendición apostólica”. La bendición inicia con la gracia del Señor Jesucristo: que es una frase vinculada a la salvación que es la primera y mas importante de las bendiciones que Dios ofrece al hombre que se entrega a Cristo. (Ef. 2:8-9).

El termino gracia procede de la acepción del griego del nuevo testamento “Chari” que significa lo máximo en belleza, favor, buena voluntad nacida de amor profundo e incondicional, sin esperar nada a cambio. También alude toda obra digna de elogio con virtudes fuera de lo común.

Los griegos disfrutaban el Chari (La Gracia) a través de la filosofía, los deportes, la poesía, el teatro, la escultura y la arquitectura. Cuando contemplaban las montañas, ríos, costas, un amanecer y el atardecer, ellos decían que estas cosas estaban llenas de gracia; por tal razón el significado de Chari también incluye las obras, acciones y pensamientos bellos. Todo lo que se considere lleno de gracia.

La belleza de la gracia de Dios manifestada al hombre a través de Jesucristo, el hijo eterno, es donde Chari encuentra su verdadero sentido. Juan dice: Vimos su gloria, gloria como del unigenito del padre lleno de gracia y de verdad (Jn. 1:14), y reitera: pues la ley por Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Jn. 1.17), y Pablo dice a los efesios: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios (Ef. 2:8), la gracia del Señor Jesucristo apunta hacia la belleza de la salvación.

El Amor del Padre
De cuatro términos que existen en la cultura griega para amor, solo se usan dos en el griego del Nuevo Testamento, Philos y Ágape. El 1ro. trata del amor filial dispensado a la familia y amistades, en tanto que ágape y Agapao es el amor de Dios, es el amor transparente, puro, fiel y eterno. Es el amor que se sacrifica por sin esperar recompensa, es el amor mas valioso en este mundo. Una vez quebrantados los demás todos por el pecado la 1ra. Pareja humana., fue expulsada del huerto y desde entonces, Dios en su amor hacia el hombre comenzó a prometer un salvador (Gn. 3:15), el cual se hizo hombre para morir en la cruz por el hombre caído y todo lo hizo por amor. Le dio el triunfo de vida eterna con su resurrección y con el sentarse a la diestra de Dios y promesa de su regreso le vindicó.

Jn. 3:16 es la historia de la salvación revelada en amor en miniatura (en un solo texto Bíblico), bien dice el apóstol Juan; Dios es amor (1Jn. 4:8), en esto se mostró el amor de Dios para con nosotros , en que Dios envió a su hijo unigénito al mundo, para que viviéramos por él.

En esto consiste el amor; no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo en propiciación por nuestros pecados. (1Jn. 4:9-10).

La Comunión del Espíritu Santo, con todos nosotros
Comunión significa compartir juntos, una asociación, un compañerismo con otro al hacer algo, participación conjunta, participación en el mismo pensar, comunicación, compañerismo compartido. Cada aspecto de este detalle contribuye como una llave a la restauración de presencia y gloria del Espíritu. La comunión del Espíritu de Dios no es un método, no es un programa, no es un sistema, es una relación de intimidad que se fundamenta en la sensibilidad del devoto.

La relación creciente con el Espíritu Santo es la comunión con él. Esa comunión es la llave a todo despertamiento del poder de Dios para producir grandes moveres del Espíritu en iglesias de centros urbanos y comunidades rurales.

Recapitulando, debo decir que la bendición apostólica está llena de gracia, belleza y autoridad y cuando es declarada o soltada sobre un pueblo se produce una activación de bendición aplicada que pasa del mundo invisible al mundo visible. Que la bendición sacerdotal y apostólica se constituyan en un norte de gracia de Dios en Cristo a favor de su pueblo. Gracia, misericordia y paz de Dios, bendiciones.

Fuente:
Pastor Luis A. Reyes

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