Muchas veces para dar como es debido, tenemos que dar en la zona de la incomodidad. Es precisamente en esa dimensión, cuando damos a Dios o a los demás liberalmente, con extremada, consistente generosidad, donde se dan los grandes milagros que Dios quiere hacer en nuestra vida. Y yo quiero sugerirte a ti que lees esta reflexión: Adopta esto como una ética de vida. Abrázalo.
Dite a ti mismo: “Yo voy a ser un dador generoso. Voy a ser una persona conocida por mi generosidad y voy a ser generoso con los demás y con todo lo que yo tenga. Y voy a dar en el nombre del Señor siempre. Voy a repartir a siete y a ocho, como dice el escritor del Eclesiastés. Y en toda ocasión que yo pueda ayudar a alguien y bendecir a alguien con mis dones, mis posesiones, lo voy a hacer, siempre en el nombre del Señor, como un acto espiritual, como algo intencional. No porque me pongan presión para hacerlo, no porque yo quiera manipular a Dios haciéndolo, no porque me gusta que la gente diga ‘oh, qué persona más espléndida’, sino porque al hacerlo yo estaré entrando en un pacto secreto con mi Dios. Y aunque nadie más me vea, mi Dios me va a ver y me va a bendecir”.
A través de la Biblia vemos que Dios tiene un amor especial por las viudas generosas, que dan de su pobreza y su condición de fragilidad. La Biblia no sólo nos habla de la viuda de Sarepta, que alimentó al profeta Elías durante un tiempo de hambre en la tierra. Nos habla también en el Nuevo Testamento de otra viuda generosa que tocó el corazón de Jesús por su profunda generosidad para con Dios.
Dice la Biblia que los ricos iban al templo y daban mucho dinero y lo metían en las arcas, pero había una viuda que solo tenía un peso para comprarse un café, y llegó al templo y tenía tanto amor por Dios que cogió lo único que le quedaba, su único sustento–era todo lo que tenía en el mundo, y lo echó en la urna de las ofrendas. Y, ¿qué sabía ella que el Señor la estaba observando a distancia? El ojo de Dios lo registra todo, y observó el gesto generoso de esta humilde mujer. Y la Biblia registra estas cosas para que nosotros entendamos importantes principios espirituales.
No hay nada que puedas hacer que Dios no lo vea. Ni aún los movimientos íntimos de tu alma están fuera de la visión de Dios. No me preguntes cómo Él lo puede hacer, porque eso está más allá de la mente para poder explicar, pero Dios sabe. Aún los pensamientos fugaces que te pasan en un microsegundo, Dios los registra. Y por eso es que tenemos que caminar así, sabiendo que todo lo que hacemos, aunque nadie más lo vea, es visto por Dios. Y Él nos recompensará conforme a nuestras acciones, sean públicas o secretas.
Esta viuda no sabía que ahí estaba el Señor, mirando quizás desde una escalera del templo, mirando a la gente debajo de él, cómo los ricos daban de su abundante dinero, y esta viuda, de su profunda pobreza. Y Jesús se tornó hacia sus discípulos y dijo “Miren, muchachos, ¿Vieron esa escena? Esos ricos dan mucho dinero, pero dan del exceso que tienen. A ellos no les cuesta nada. Ellos dan, digamos, mil pesos, pero es porque tienen un millón de pesos en el banco. Y para ellos 100 pesos o mil pesos no es nada. Ellos no lo sienten. Uno dice ‘guau, dio mil pesos, imagínate qué ofrenda’”.
Ahora, para esta viuda esos diez pesos que ella dio, representaba todo lo que ella tenía. Y eso, proporcionalmente, era mucho más que esos miles de pesos que esos ricos hubieran dado y que Dios en última instancia no necesita…. para Dios diez pesos o un billón de pesos, no es nada, porque El es dueño de todo el universo.
Pero lo que a Dios le agrada es el movimiento interno del corazón. ¿Usted entiende? Dios se agradó del gesto sacrificial de la viuda. Lo que representaba esa acción de preferencia desesperada hacia Dios, de fe en Él, de amor militante y feroz para con Él. Y el Señor Jesús declaró: “Esa mujer dio más ante los ojos del Padre, que esos ricos, porque ellos dieron en la zona de la comodidad, de lo ordinario, de lo que no les causa dolor ni incomodidad. Esa ofrenda no amenaza su economía, no amenaza su bienestar, no amenaza su supervivencia, nada. Ellos dan de su exceso, no de su pobreza, como la viuda”.
Pero esta mujer se metió en la zona de la aventura, de la incomodidad, del riesgo, de la posible muerte, de la imprudencia, y por eso al Señor le agradó mucho más la ofrenda de esta mujer, y seguramente se fue bendecida y aprobada por Dios.
Necesitamos entender ese profundo principio de la generosidad para con Dios y los demás a cabalidad, porque allí hay un gran secreto de cómo desatar la bendición de Dios, y cómo hacer correr el poder de Dios en nuestra vida en todas las dimensiones. Cuando aprendemos a dar siempre, a dar sacrificialmente, generosamente, en el nombre del Señor, desatamos el favor de Dios en nuestras vidas. Las fuentes de la prosperidad y la bendición a largo plazo se abren a nuestro favor, y podemos vivir vidas bendecidas y llenas de la provisión divina.
Fuente: predica.org