
Muchas veces nosotros creemos que para sentir gozo primero tenemos que tener buenas circunstancias alrededor de nosotros. La Biblia nos dice todo lo contrario: para tener buenas circunstancias tenemos que primero confesar gozo y cultivar el gozo dentro de nosotros.
Lo único que justifica esa idea es que el gozo del cristiano no es un gozo superficial, no es lo que llamaríamos alegría, no es el resultado simplemente de una circunstancia buena que genera en nosotros una actitud como superficialmente emocional de alegría, no. Es el gozo sublime del que sabe que hay cosas buenas a pesar de que en la superficie pueda que las circunstancias puede que no sean prometedoras.
Es el gozo digamos de la persona que quizá sabe que ahora mismo la despensa no tiene mucha comida pero que mañana viene un cheque que va a permitir que haya pronto una mesa con todo tipo de cosas deliciosas y que mientras pasa por la prueba espera que vienen buenas cosas. Es el gozo del heredero que aunque quizás en un momento está pasando por situaciones de pobreza sabe que pronto le va a llegar su herencia y que va a entrar en una vida nueva.
El cristiano siempre está gozándose porque siempre está lleno de esperanza, de que la bondad de Dios se va a manifestar, que pronto vienen buenas cosas y que hay razón para que aunque en el momento de tribulación nos podemos regocijar por todas estas cosas que hemos recibido de parte del Padre.
Y por eso es que yo creo que Pablo dice que: «Dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz.» Le damos gracias al Señor y nos gozamos porque tenemos una gran herencia. Esa herencia permite que no importa qué esté pasando en nuestras vidas siempre hay esperanza de que algo bueno va a suceder. Es la gratitud y el gozo que vienen de saber que nuestra vida está escondida con Cristo dice, de que nos espera la vida eterna, de que Dios está contento con nosotros, de que tenemos acceso a los dones del Espíritu Santo, de que Dios nos ha elevado de categoría y que ahora tiene un propósito mucho más alto para nosotros y eso debe ser un motivo de gozo y de esperanza.
Dios nos ha hecho aptos para participar de la herencia, no es algo que tenemos en nosotros mismos, no es algo que nosotros nos hemos ganado, no es como que somos merecedores por la forma en que nos comportamos o por alguna cualidad de nuestro carácter sino que Dios mismo nos ha hecho aptos, nos ha dado el derecho de participar de esa gran herencia que tienen todos los santos, todos los seguidores de Jesucristo. Y eso debe ser un motivo de gozo y de gratitud para nuestros corazones, el hecho de que somos parte de una gran familia que Dios ha creado por medio de Cristo Jesús.
Así que continuemos pidiéndole al Señor que cree en nosotros esa actitud de gozo y de gratitud que será la fuente entonces de mayor bendición y de mayor triunfo para nuestras vidas