Jesús no peleó con el título de amigo de pecadores, pero él no llamó amigo a cualquier persona. El hecho de que dijeran que él era amigo de pecadores, no fue que él se hizo amigo de todo el mundo. El término amigo en la Biblia es algo muy importante. Dios usó ese término para describir su relación con ciertos hombres; entre ellos, Abraham. El mismo Jesús, en Juan 15, les dice a sus discípulos: Ya no los voy a llamar más siervos, sino amigos; y no me escogieron ustedes a mí, yo los escogí a ustedes, así que ustedes son mis amigos. Él los escoge, así que no todo el que decía ser amigo de Jesús en realidad lo era; lo que a Jesús no le molestó fue que le llamaran amigo de gente con los que otros no querían ser relacionados. El hecho de que tú estés con alguien, y estés asociado y conectado con alguien y compartas con alguien, no necesariamente es que tú le has hecho tu amigo. Puede parecerle a la gente que son amigos porque andan juntos, pero Jesús tuvo cuidado a quién seleccionaba como amigo, aunque no tuvo problema en ser culpado por asociación. No tuvo problema en ir a casa de Zaqueo, en ir con la mujer samaritana, en encontrarse con los publicanos, en llamar a Mateo –que era un publicano – a su grupo de trabajo. Cuando la prostituta le lavó los pies, cuestionaron si él era profeta o no. La religión dijo: Si este fuera profeta, él sabría qué clase de mujer es la que le lava los pies. Jesús no tan solo sabía qué clase de mujer le lavaba los pies; sabía también qué clase de religioso era el que estaba pensando de esa manera. Jesús no tuvo problema con esa asociación.
Gloria a Dios que Él no tiene problema en conectarse contigo. Muchos no tendríamos posibilidad, si Jesús no hubiera venido a morir por nosotros para acercarnos a él.
¿Y qué si la religión piensa que tú no debes invitar a la mesa a ciertas personas? Que no te importe lo que la gente piense. Esa actitud de Jesús le daba la oportunidad de verdaderamente transformar a una persona. Antes de la gente recibir a Jesús, tienen que recibirte a ti. Si no te reciben a ti, no reciben a Jesús, nunca recibirán corrección, cambio. Y si no hay alguien que pueda acercarse a esas personas, a pesar de lo que otros puedan pensar o decir, nunca podremos transformar nuestras ciudades.
Hay varios riesgos que tú te corres cuando te asocias con gente que es llamada pecadora:
Contaminarte. La verdad es que es un riesgo andar con cierta gente. Si eres débil, caminar con un mal amigo en un mal momento es un problema. Es un riesgo montarte en el auto incorrecto, ir a la fiesta incorrecta.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.” Salmos 1:1-2
Tienes que cuidar con quién andas, dónde andas. En Proverbios hay montones de versos que te dicen que tengas cuidado con los impíos; en Corintios, Pablo decía: Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Pero la pregunta es si tú estás dispuesto a correr el riesgo. Piensa bien tu respuesta, porque tu salvación proviene de alguien que se atrevió a correr el riesgo. Dice la Biblia que no escatimó ser igual a Dios ni todo lo que tenía, lo puso todo en la línea, se metió en un cuerpo y experimentó todas las tentaciones que tú experimentas y se arriesgó por ti y te salvó, no cuando tú eras perfecto, sino que dice la Biblia que siendo pecadores, él dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario. Él se tomó el riesgo de pecar, por ejemplo. Si no hubiera sido posible que él pecara, no te hubiera podido salvar. Siempre fue posible, y gloria a Dios que no lo hizo; por eso hoy tú puedes ser salvo. Pero de que tomó el riesgo, lo tomó.
El problema está siempre adentro, y no afuera. Tú corres el riesgo de contaminarte, no por con quien andes, sino por lo que hay dentro de ti que todavía tú no has eliminado. La palabra del Señor dice que no es lo que entra por tu boca lo que te contamina, sino lo que sale de dentro de ti. La carne está viciada. No te pegues con cierta gente, si todavía tú no has sometido tu carne, porque la tentación no viene de afuera, sino de adentro. Para vivir sin contaminarte, tienes que vivir muriendo a la carne constantemente. Cuando tú buscas de Dios, quemas tu carne; cuando resistes al enemigo, quemas tu carne; Dios ve agrado en eso. Si tú quieres vivir sin contaminarte, tienes que morir a tu carne.
Tu reputación. Cuando tú te asocias con alguien, está tu reputación de por medio. Y la pregunta es si tú estás dispuesto a arruinar tu reputación por alguien. ¿Puedes amar a alguien de tal manera que tú arruines tu reputación? Puede ser que en el barrio hablen mal de ti porque tú andes con una persona, porque permites la proximidad con una persona; no es que tú consientas lo que la persona está haciendo, pero tú sabes que, si tú no estás cerca de esa persona, no tendría posibilidad alguna. ¿Por cuántos tú estarías dispuesto, por amor, a arriesgar tu reputación? Tú sabes de su reputación, pero sabes también que el hecho de que tú estés cerca, es la única oportunidad que tienen. Mientras otros te dicen que te alejes, tú te mantienes cerca porque, mientras tú estés cerca, tendrá oportunidad.