“Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor. Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” Daniel 4: 28-30
Cuenta la historia que un hombre llamado Nabucodonosor rey de Babilonia poderoso entre los pueblos de esa época, se olvido por completo de agradecer a aquel por quien son todas las cosas. Error que muchas veces todos cometemos.
Tu puedes tener grandes talentos de parte de Dios, puedes ser el mejor para muchas cosas, pero cuando tu te olvidas de quien fue el dador de tu virtud, entonces caes en el síndrome de Nabucodonosor.
Este hombre había obtenido grandes riquezas, es mas hoy en día aun podemos disfrutar de los jardines colgantes de babilonia, construidos en los tiempos de Nabucodonosor rey de Babilonia, pero este hombre comenzó con los “yo” y los “mi”, para atribuirse su gran riqueza y poderío a sus fuerzas y capacidades, error que todos estamos expuestos a caer.
Pero es que Dios puede bendecirte en sobremanera, pero cuando los “mi” y los “yo” aparecen, entonces Dios te derriba del lugar de donde estas.
Según la historia bíblica Nabucodonosor se paseaba en el palacio, cuando de repente comenzó a alabar lo que “el” había hecho y construido, el dijo estas palabras: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”.
Si somos cuidadosos notaremos un “yo” y dos “mi”, el dijo: “yo edifique”, “con la fuerza de mi poder”, “para gloria de mi majestad”.
¡Ay Dios mío!, que triste es cuando no queremos reconocer que lo que somos y tenemos es por la pura misericordia de Dios. ¿Cuántas veces hemos usado los “yo” y los “mi”?, en mas de alguna ocasión nos hemos atribuidos resultados, creyendo que fue por tu incomparable capacidad, cuando realmente ha sido porque Dios ha tenido misericordia de ti.
Dice la Palabra que todavía estaban las palabras en la boca de Nabucodonosor cuando vino una voz del cielo y le dijo: “Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (v. 31, 32).
¡Que tremendo!, imaginate por un momento, que tu estés vanagloriándote de algo que hiciste, cuando de repente eres interrumpido con una voz del cielo juzgando tu arrogarían y castigándola de tal manera que de ser el rey mas poderoso de esa época, pases a comer hierba con los bueyes del campo, en un periodo de locura.
Verso 33: “En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves”.
Es que Dios no soporta la arrogancia ni la vanagloria, pero ¿Cuántos lideres hay que son arrogantes al extremo?, ¿Por qué vanagloriarte de algo que no hiciste tu?, ¿Para que ser arrogante por algo que jamás provino de ti, sino que del Señor?
Amados hermanos, hay momentos en la vida en donde Dios nos dará una de esas lecciones para que no olvidemos ser humildes en todo tiempo, que nunca se te olvide de donde vienes y quien fue el que te llevo ahí. Si tu estas pasando por un momento en donde las puertas del servicio se te han abierto en gran manera, JAMÁS, léelo bien: JAMÁS te vayas a vanagloriar de lo que hiciste o vayas a hacer, que de tu boca siempre salga un: Gloria a Dios.
Habrá muchas personas que querrán exaltarte por tus lindas cualidades o por tu forma de actuar frente a las circunstancias, pero recuerda siempre que lo primero que salga de tu boca sea un: ¡Gloria a Dios!. Con eso reconocerás que la Gloria se la merece Dios, pues el ha sido el único que ha permitido que tu hagas o tengas lo que tienes.
La ultima parte de esta historia impacta en sobremanera mi vida, literalmente dice el verso 34: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades”.
Y es que se necesita “ALZAR LOS OJOS AL CIELO”, para recordar que no eres tu, que no son tus talentos ni tus lindas cualidades, es EL SEÑOR, es EL y nadie mas.
Amados hermanos, no podemos pasarnos la vida cristiana creyendo que por lo bueno que somos haremos esto o aquello, reconozcamos en cada momento de nuestra vida que Dios es quien hace TODO y que tan solo somos instrumentos que por su misericordia somos usados por el.
Cuando alguien quiera venir a exaltarte, recuerda quien eras antes y hacia donde vas, por lo tanto reconocerás quien se merece TODA la GLORIA, la HONRA y la ALABANZA.
No permitas que Dios te de una de esas lecciones tremendas como la de Nabucodonosor, no hay necesidad de ir a comer hierba, no hay necesidad de estar juntos a los bueyes, al contrario, reconozcamos quien es el DADOR de TODO, alzando nuestros ojos al Cielo y Glorificándolo por TODA la ETERNIDAD.