En estos días nos encontramos con mi familia fuera de nuestro país. Han sido varias semanas y todavía nos quedan unas más para volver a casa. Lo bueno es que el departamento quedó asegurado, los equipos electrónicos desenchufados, las ventanas bien cerradas y las cámaras de seguridad en modo alerta de movimiento. Esperamos volver para encontrar todo tal como lo dejamos, solo con un poco más de polvo y, de seguro, un poco de olor a humedad porque todo estuvo cerrado por tanto tiempo.
Tengo claro que encontraré mis «cosas» en su mismo estado. Sin embargo, hay solo algo en la casa que sí nos preocupa porque está vivo. No, no hemos dejado ninguna mascota encerrada esperando por nosotros. Lo que sí hemos dejado es una orquídea que mi esposa ha cuidado por varios años. Esta planta requiere de un cuidado especial en términos de iluminación, espacio e irrigación. No tengo dudas de que mi Mac Mini encenderá cuando la vuelva a conectar a la electricidad, sin importar cuánto tiempo haya estado desconectada. Sin embargo, una planta, un ser vivo, no correrá la misma suerte si la dejamos de cuidar por un tiempo prolongado.
Eso mismo sucede con nuestra vida cristiana. Nuestro cristianismo no es una «cosa» inmaterial que podemos dejarlo en un cajón olvidado de nuestra mesa de noche por un tiempo indefinido, para que cuando nos acordemos y desempolvemos lo usemos como si nada hubiera pasado. Como cualquier otro aspecto vital de nuestra existencia, el abandono y la falta de cuidado no solo propiciará su estancamiento, sino que producirá un proceso de decadencia profunda y dolorosa.
Actúa con perseverancia
El cristianismo nunca entra en «suspenso» por falta de uso y cuidado. Es inevitable que nuestra vida espiritual sufra, se debilite y entre en un proceso de descomposición cuando la descuidamos y no perseveramos en buscar el crecimiento. Actuar con perseverancia es fundamental en ese proceso vital. La vida espiritual, al igual que una planta, requiere de atención permanente. Por eso entendemos a la perseverancia como continuar haciendo lo mismo por el resto de nuestras vidas, con el mismo esfuerzo intenso y constante (Mt 24:13).
Nuestro Señor Jesucristo dijo con mucha claridad: «Pero la semilla en la tierra buena, son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia» (Lc 8:15). El énfasis de Jesús está en dos palabras que expresan sumo cuidado: retención de la Palabra con todo el corazón y perseverancia hasta dar fruto.
El pastor Eugene Peterson decía que el discipulado es una obediencia larga (en el tiempo) y en la misma dirección. Mantener con vida nuestra espiritualidad requiere de trabajo constante y no solo esporádico; de disciplinas espirituales rutinarias y no solo de eventos fortuitos; de firmeza, paciencia y no de una actitud apática e inestable que suele basarse más en un optimismo sin fundamento de que todo saldrá bien, a pesar de que no la cuidamos como corresponde.
Pasos para decrecer en la vida espiritual
Bueno, ya la exhortación está dada y no quisiera abundar en ella porque en estos días de inicio de año escuchamos mucho de este tema con diferentes voces y tonos. Lo que quisiera señalar a continuación son los cuatro pasos que nos llevarán a decrecer espiritualmente en este 2025. Estos pasos no son un invento mío, sino que fueron mencionados por el autor de la carta a los Hebreos cuando exhortó a los cristianos de su tiempo.
Hebreos no es una carta fácil de entender. El autor desarrolla sus argumentos con mucha profundidad mientras busca develar la inmensa grandeza de nuestro Señor Jesucristo. Él estaba desarrollando las diferencias entre el sumo sacerdote humano y el sacerdocio de Cristo cuando decide detenerse con el desarrollo de su argumento bastante complejo para exhortar a sus lectores. Hace un paréntesis para decirles que, si caen en ese proceso de decrecimiento que va a describir, no podrán tener la fortaleza espiritual para poder entender y vivir lo que él, guiado por el Espíritu Santo, está enseñándoles. Desarrollemos su argumento paso a paso.
Como dije, él se detiene y les dice: «Acerca de esto [el desarrollo del argumento del sumo sacerdocio superior de Jesucristo] tenemos mucho que decir y es difícil de explicar…» (He 5:11a). Hoy tendemos a huir de todos los que nos digan que la explicación de una verdad requiere de «mucho que decir» y peor aún que sea «difícil de explicar». Sin embargo, el problema para el autor de Hebreos no está en lo difícil o largo de la respuesta, sino en la actitud del receptor.
Él señala que sus oyentes tomaron pasos para decrecer espiritualmente y por eso se les dificulta en extremo la tarea de crecer espiritualmente. Veamos estos pasos a continuación:
Paso 1: Dejar de prestar atención a la Palabra.
Ustedes se han hecho tardos para oír (He 5:11b).
Esto no se trata de algo que les pasó por tener un mal pastor o maestro, ni tampoco son solo víctimas de las circunstancias. Se trata de algo que los cristianos mismos han perdido por su indiferencia voluntaria. El gran problema es que estos creyentes perdieron la disposición para entender o aprender y, por lo tanto, entorpecieron su capacidad de comprensión. Era como si ya no les importaba siquiera escuchar con atención y menos gastar un poco de energía y tiempo para comprender lo que se les quería enseñar. Si no es rápido y fácil, ni hacemos el esfuerzo. Eugene Peterson lo explica en su paráfrasis al decir que era como si los cristianos «hubieran adquirido el mal hábito de no escuchar».
Dejar de prestar atención con diligencia a la Palabra de Dios es el primer paso para el decrecimiento espiritual, la primera manifestación que nos advertirá que nuestra vida espiritual no va por buen camino. El maestro de sabiduría lo sabía muy bien y por eso le reitera a su discípulo que tenga la actitud correcta por sí mismo:
Hijo mío, presta atención a mis palabras;
inclina tu oído a mis razones.
Que no se aparten de tus ojos;
Guárdalas en medio de tu corazón.
Porque son vida para los que las hallan,
Y salud para todo su cuerpo
(Pr 4:20-22, énfasis añadido).
Paso 2: Vivir de alimento espiritual del pasado.
Pues aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios (He 5:12a).
Conozco muchos cristianos que tienden a vivir, por así decirlo, del recuerdo de las glorias pasadas. Se acuerdan, como si fuera ayer, de las clases que tomaron y dieron, los campamentos a los que asistieron y los libros que leyeron. Lo malo es que todos esos hermosos recuerdos sucedieron hace tanto tiempo que, en el mejor de los casos, solo dejaron algunas ideas aisladas que perdieron la fortaleza de las convicciones bien entendidas para sus vidas actuales.
Las personas que pasan muchos años en una iglesia, de acuerdo con la lógica del autor de Hebreos, deberían al menos ser «maestros» para otros. Sin embargo, al igual que mi orquídea, el agua que recibió hace tres años no puede hacer que produzca flores hoy. Tan simple como eso sucede en la vida cristiana. El libro que leíste hace tres años cumplió su propósito espiritual en su momento, pero no significa que ya no debas leer ningún otro libro hoy.
El autor de Hebreos nos dice indirectamente que los cristianos que no se alimentan con frecuencia decrecen espiritualmente. En lugar de ser maestros, la necesidad real que tienen es de volver a ser aprendices, que se les enseñen nuevamente los fundamentos, el ABC del mensaje de Dios.
No demos por sentado que el alimento espiritual que nos fortaleció hace unos años será eficiente para darnos el vigor que necesitamos hoy. Si hemos dejado pasar el tiempo sin alimentarnos, seamos humildes y no esperemos ser maestros cuando, en realidad, tenemos que volver a aprender de los fundamentos para empezar a crecer nuevamente.
Paso 3: Olvidarse de lo fundamental.
Y han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. Porque todo el que toma solo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia porque es niño (He 5:12b-13).
Una persona que ha estado privada por muchos días de alimento y agua no puede simplemente comer y beber en abundancia, como seguramente quisiera, solo porque ya puede hacerlo. El cuerpo humano, así como nuestra vida espiritual, están diseñados para consumir alimentos y líquidos con cierta periodicidad constante. Si el cuerpo es sujeto a largos períodos de ayuno, pasa a un estado de inanición y sus diferentes órganos no estarán en la capacidad de recibir la cantidad de alimentos y agua acostumbrados. Ellos deberán ser tomados en pequeñas dosis que vayan permitiendo que el cuerpo vaya nutriéndose y fortaleciéndose para realizar sus tareas, desde las más elementales a las más complejas.
El autor de Hebreos me sorprende con una afirmación categórica: cuando hemos perdido la costumbre de perseverar en la palabra de justicia, no solo decrecemos, sino que categóricamente volvemos a ser «niños» espirituales. Esto va contra toda lógica física, pero no espiritual. Tengo que afirmar con tristeza que he conocido a hombres y mujeres que llegaron a madurar en sus vidas espirituales hasta verlos convertirse en adultos fructíferos, pero luego de un período largo de inanición espiritual volvieron a ser niños espirituales. Algunos mantuvieron sus cargos ministeriales, pero era como ver a niños jugando a ser adultos.
La leche es el alimento básico que provee los nutrientes esenciales que necesita el ser humano en sus etapas iniciales de vida. Un bebé no está preparado para digerir comidas complejas o sólidas, pero la leche le proporciona todo lo que necesita para crecer. En términos espirituales, lo que un niño espiritual necesita es el evangelio, las buenas noticias de salvación, volver a consumir el mensaje esencial de la obra de Cristo en la cruz del calvario y el arrepentimiento para el perdón de los pecados.
Si un largo período de inanición espiritual por falta de alimento de la Palabra te ha llevado a ser niño otra vez, no trates de ocultar tu estado tratando de consumir grandes cantidades de carne teológica compleja que no podrás digerir y solo te harían daño. Mejor sigue el consejo de Pedro: «deseen como niños recién nacidos, la leche espiritual de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor» (1 P 2:2-3). Para volver a crecer espiritualmente deberás volver a crecer en tu entendimiento de lo más fundamental, que es la maravillosa comprensión y vitalidad de tu salvación en Cristo.
Paso 4: Abandonar la práctica espiritual.
Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal (He 4:14).
Nada nos hace decrecer más que creer que toda nuestra vida espiritual es solo una serie de pensamientos y doctrinas que solo defendemos en términos intelectuales. Por el contrario, pasamos de niños a adultos cuando somos capaces de poner en práctica la verdad de la Palabra de Dios en nuestras propias vidas.
La lógica de este decrecimiento es clara. De nada me sirve «saber» cómo nadar si nunca lo he practicado en la piscina. La teoría puede ser muy buena en mi mente, pero mi cuerpo requiere de práctica y esfuerzo para realmente permanecer en el agua sin ahogarme. Ser buenos comentaristas de la vida espiritual no nos hace tener una buena vida espiritual. No solo eso, sino que el desear realmente poner en práctica una disciplina nos permitirá descubrir lo que nos hace falta para crecer realmente en ella. Deberemos mejorar los músculos de la espalda para ser buenos nadadores o la precisión con las patadas para ser buenos futbolistas. En la vida espiritual no basta con saber lo que hay que hacer, es necesario ejercitar los sentidos para realmente descubrir lo bueno de lo malo.
Sin la disposición a poner en práctica la verdad de la Palabra, no podremos experimentar lo que dice Santiago: «Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace» (Stg 1:25). Crecemos cuando no buscamos solo hacer por hacer, sino que nos esforzamos por crecer espiritualmente hasta el punto de poner en práctica de manera eficaz y perseverante lo que Dios nos demanda en Su Palabra.
Persevera hacia el crecimiento
No dejes de prestar atención a la Palabra; no vivas de los recuerdos, sino aliméntate continuamente de la verdad; si has vuelto a ser niño espiritual no te hagas pasar por adulto, vuelve al evangelio; y no dejes de practicar lo que crees hasta vivirlo eficazmente.
Si te mantienes perseverando en estos pasos positivos de desarrollo de tu fe no solo crecerás espiritualmente, sino que podrás comprender más la grandeza de nuestro Señor Jesucristo para que lo ames y le adores con todo tu corazón.
Que Él se goce contigo y le seas útil todos los días de este año nuevo que recién empieza.