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Cuando pecamos contra Dios siempre hay algún tipo de costo

Uno de los pasajes del Antiguo Testamento que más me ayuda a visualizar y entender el llamado de Dios al balance entre la santidad y la gracia es el pasaje donde se nos presenta la vida del rey David, en ese episodio triste donde el rey David cae en adulterio con Betsabé, la esposa de uno de sus generales más competentes y honorables, Urías.

Y en ese pasaje conocemos la historia bien, el rey David tentado en una forma muy poderosa ve esta bella mujer desde su azotea bañándose desnuda, se llena de lujuria, ordena que la traigan a su casa, tiene una relación ilícita con ella y esta mujer queda encinta y David tratando de esconder su pecado y de evitar un escándalo nacional y sobre todo que se trata de uno de sus generales más honorables trata de esconder esto y llama a Urías a su casa del campo de guerra para que vaya a su casa y se acueste con su mujer y que como de esa manera tratar de disimular lo que sucedió, pero Urías un hombre de honor se rehúsa a ir a su casa pensando que sus hombres están pasando tantos trabajos en el campo de guerra y no se acuesta con su mujer y entonces David acude a una solución maquiavélica terrible de que se asesine a este hombre honorable para tratar de encubrir la situación.

Pero sabemos que Dios ve todas las cosas y es una de las cosas que tenemos que entender, que cuando nosotros pecamos y ofendemos al Señor Dios siempre va a conocer las cosas, no podemos escondernos jamás del ojo de Dios y antes de nosotros pecar siempre tenemos que saber eso.

Yo digo que hay dos seres, yo digo que tres seres que siempre saben lo que hacemos: el primero es nuestra conciencia, que se hiere y sufre daño cuando nosotros pecamos contra Dios. Como Adán y Eva sentimos temor, sentimos distancia entre Dios y nosotros. Una de las cosas que nos debe impedir pecar es simplemente el hecho de que cuando pecamos ensuciamos nuestra mente, sentimos que se establece distancia entre Dios y nosotros y ya no podemos acudir a Dios con la misma soltura y la misma libertad.

Y esto nos distancia entonces y nos neutraliza en nuestra vida de oración, nuestro estudio de la Palabra, nuestros ministerios, nuestra capacidad para disfrutar de la comunión con Dios y por lo tanto pecar es terrible porque hay una consecuencia inmediata que se posa sobre nosotros mismos.

La segunda persona que ve lo que nosotros hacemos evidentemente es Dios, Él conoce todas las cosas. Cuando Adán y Eva pecaron Dios lo sabía, cuando David peca supuestamente encubiertamente Dios ve todo el espectáculo terrible y cuando cada uno de nosotros comete un pecado ya sea de pensamiento, de palabra, de acción, de omisión Dios lo ve y nosotros tenemos que saber que no hay que nosotros podamos hacer de lo cual Dios no esté conciente y que Él como Padre justo, como Dios de justicia y que respeta Su Palabra se ve obligado a tener algún tipo de disciplina sobre nuestras vidas.

Cuando nosotros pecamos contra Dios siempre va a haber algún tipo de costo, va a haber algún tipo de disciplina y de pérdida en alguna dimensión porque la justicia de Dios siempre se cumple. Pienso en un versículo aquí mismo de Gálatas 6, interesantemente en este capítulo 6 de Gálatas donde se habla tanto de la gracia y la restauración hay un versículo que dice, versículo 7: «No os engañéis: Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también segará.»

Dios ve todas las cosas y cuando lo ofendemos hay un costo también muy serio que es el de cosechar lo que nosotros sembramos. Es decir que nos ve nuestra propia conciencia, nos ve Dios y finalmente nos ve Satanás, el que no perdona absolutamente. Satanás sí que no conoce de misericordia, de gracia, de amor él solo conoce de acusación y de malas intenciones y él va a venir delante de Dios como gran fiscal que él es y nos va a acusar y va a querer y va a exigir que Dios nos castigue, y va a tratar de desacreditarnos delante de Dios y Dios en Su justicia va a tener muchas veces que tocarnos con Su Dedo de justicia y de juicio y vamos a recibir condena.

La Biblia dice que Satanás como león rugiente anda alrededor buscando a quién devorar, a quién atacar. Dice que no le demos cabida tampoco al diablo y cuando nosotros pecamos hay costo, hay pérdida y todo eso lo reflejamos en la vida de David. David escribe en un Salmo y dice que: «Mientras callé se envejecieron mis huesos» mientras no confesé mi pecado sentía la Mano de Dios hundiéndose dentro de mí y me envejecí porque cuando uno está en pecado y no tiene restauración y no hay confesión, no hay arrepentimiento uno siente la carga dentro de uno y el envejecimiento de su psiquis y de su espíritu ¿no? David experimentó todo eso.

Entonces vemos primeramente este llamado de la santidad. David abusó de su posición de sacerdote de Dios y de monarca divinamente asignado y vemos claramente que hubieron terribles consecuencias. Dios ve su pecado y envió al profeta Natán como veremos más adelante para que lo señalara y denunciara el pecado que él había cometido en secreto pero no había sido así.

Entonces en esta meditación sólo quiero señalar ese aspecto ¿no? el llamado a la santidad porque estamos hablando de balance. Por una parte vamos a ver eso ¿no? que Dios no dejó eso ahí tranquilo sino que Él tomó cartas en el asunto y se aseguró de sacar esto a la luz y esa parte constituye el llamado de este texto a una vida santa. En nuestra próxima meditación vamos a ver el llamado a la gracia y a la misericordia y cómo Dios balancea ambas cosas.

Fuente:
predicas.org

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