Día de sol abrasador, la calle está tan rota que trato de tomar una acera que se corta un poco más adelante, pero este pequeño tramo es un alivio para mis pies. Un hombre relativamente joven viene caminando hacia mí, aún nos separan unos cuantos metros, veo que se detiene, mira hacia el piso a su izquierda, vacila por un instante, pero decide continuar la marcha, pasa por mi lado y yo prosigo, la curiosidad me invade, ¿Qué fue lo que le hizo detenerse y quedar meditabundo?
Paso por el lugar donde él se paró y miro, entonces entiendo su indecisión, hay un cigarrillo en el suelo, se ve bien, nadie lo ha tocado, está en condiciones de ser fumado, la tentación debe haber sido terrible, pero, ¿por qué no lo tomó? ¡Porque sabía que yo lo estaba mirando! Todo hubiese sido diferente si yo no hubiese venido de frente a él.
Y nosotros, ¿Qué tenemos que ver con esto? ¡Ah, hermanos! Es increíble la metamorfosis que se opera en nosotros en algunas ocasiones en que “No nos están mirando”
Esto me recuerda los cuentos de hadas que escuchábamos cuando niños. ¿Recuerdan? Princesas que a ciertas horas eran bellas y en otras eran brujas, o ranas, en fin. ¿Cuánto de común tenemos con estos personajes? ¿Hasta qué punto actuamos para los que nos están mirando? ¿Es siempre nuestra forma de conducirnos, vestir, comunicarnos la misma? ¿Qué pasa cuando creemos que nadie nos está mirando?
Recuerdo que un día salí de una iglesia y pude ver a unas cuantas cuadras a un hermano, esposo además de una líder de la iglesia, fumando tranquilamente a los ojos de todos. La pregunta que cabe hacernos entonces es: ¿Realmente nadie nos está mirando? ¿No sientes su mirada sobre ti? ¿O es que solo crees que te está mirando unas veces y otras se entretiene? ¿No nos dice Dios en Job 34.21? “Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre y ve todos sus pasos.” Esto incluye nuestros buenos y malos pasos.
¿Hasta cuándo vamos a tentar a nuestro Dios? ¿Hasta cuándo haremos mofa de Él? ¿Cuántos de nosotros hemos escuchado alguna vez la frase? “Si este es cristiano, yo no quiero serlo” ¡Qué estamos haciendo con Dios! ¡Qué imagen estamos mostrando de Él! Estamos convirtiendo a nuestro Dios en objeto de burla. Sí, los ojos de Dios siempre están sobre nosotros. El Espíritu Santo que siempre nos acompaña se contrista. Las lágrimas vertidas en el huerto de Getsemaní vuelven a regar la tierra cada vez que nos desviamos de nuestro camino de santidad.
El cigarrillo no fue el problema, el verdadero problema es lo que representa: El pecado, la tentación. Tú decides si lo recoges o lo dejas. Pero puedes estar seguro: ¡Alguien te está mirando y esos ojos escudriñan hasta el fondo de tu alma!