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Cuando faltan las fuerzas

Jerusalén sitiada. Senaquerib, rey de Asiria (2 Crónicas 32) intentando tomar la ciudad con su poderoso ejército. El pueblo atemorizado. El temor debilita las fuerzas y hace desfallecer el corazón. Ante la incertidumbre de lo que está por suceder, afloran las dudas. Dios te lleva a los desiertos de la vida para poner a prueba la fe y descubrir las maquinaciones del corazón. Senaquerib se burlaba del Dios de Ezequías “…el Dios de Ezequías no librará a Su pueblo de mi mano.” (2 Cr 32.17)

El Rey de Judá arengó al pueblo: “Sean fuertes y valientes; no teman ni se acobarden a causa del rey de Asiria, ni a causa de toda la multitud que está con él, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él.”(2 Cr 32.7). Ezequías, acompañado por el profeta Isaías, clamó al Señor de los Ejércitos y un ángel del Señor libró al pueblo de los invasores. Dice la Biblia que Ezequías prosperó en todo lo que hizo (2 Cr 32.30).

Ezequías como David, fue un hombre de oración. La búsqueda de Dios en los momentos difíciles. La confianza en las misericordias de Dios por encima de los proyectos humanos. Cuando la oración se convierte en un estilo de vida para quien confía y cree en el poder de Dios ante las dificultades, es milagro ocurre, porque Dios extiende su mano para el que se humilla en oración y clama por la justicia divina. Las lágrimas que causan las pruebas y el desfallecimiento espiritual consecuencia de nuestros propios actos concupiscentes, pueden convertirse en alabanza y canto si nos volvemos al que es fuente de consuelo y de amor, Jesucristo, nuestra Roca y Señor.

El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; En El confía mi corazón, y soy socorrido; Por tanto, mi corazón se regocija, Y Le daré gracias con mi cántico. Salmos 28:7

La vida del cristiano también puede ser sitiada. Los soldados de las potestades espirituales no cejan en su intento de poner cerco a nuestra fidelidad y amor al Señor, rodearnos con sus trampas sutiles de promesas aparentemente pueriles, pero engañosas; hostigarnos con las tentaciones para achicar la fe. ¿Qué es la vida cristiana, sino una auténtica guerra espiritual?

El pueblo se desanimó, pero Ezequías confío en su Señor y le animó a confiar en Él. Dios respondió con poder. Él no puede ser burlado. Él responde cuando ponemos toda nuestra confianza en su misericordia y poder. El temor de Dios es fuente de vida y paz para el que le busca y confía en sus promesas de fidelidad y restauración. Cristo es el pronto auxilio, la Roca donde podemos sostenernos firmemente cuando las fuerzas faltan y el corazón desfallece; es el motivo de nuestra adoración aun cuando la maldad asedia y nos causa tropezadero. El corazón que humillado se vuelve a Dios, experimenta gozo y bendición.

Las fuerzas del hombre no son las de Dios. Parece un simplismo, pero a veces creemos en nuestros “carros y caballos” (Salmo 20.7 RV) y no en la provisión sobrenatural de Dios, que es Cristo nuestro Señor. Por eso flaquean y desfallecen, se abruma el alma y trae tristeza al corazón. Pero Dios es bueno y para siempre es su misericordia. ¿A quién iremos sino a aquel que tiene palabra de vida eterna? (Juan 6.68). Jesús espera. Él es especialista en esperar por el que duda, por el que se arrepiente de su incredulidad, por el que cae en la trampa del cazador, pero pone sus ojos en Él para salvación y restauración. Su brazo extendido nos da aliento, fuerzas renovadas y bendición. Volvernos a Él cuando flaquean nuestras fuerzas trae gozo y paz.

Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en El para vida eterna. 1 Timoteo 1:16

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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