LUCAS 13:18-19 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
Nuestro Señor Jesucristo comparó el Reino de Dios con una semilla de mostaza la cual es una semilla muy pequeña, pero que al ser sembrada llegó a ser un árbol muy grande.
Y podemos ven en la vida de todo cristiano que esta parábola es una realidad, pues el Reino de Dios no vine a nuestra vida por medio de grandes sacrificios o grandes inversiones, ni por medio de grandes esfuerzos, sino por medio de cosas sencillas tales como OÍR, CREER Y CONFESAR (Efesios 1:13) En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
Verdaderamente el Reino de Dios vino a nuestra vida de una forma sencilla, de una forma tan pequeña como una oración confesando a Jesús como Señor y salvador de nuestra vida, y desde ese momento la semilla del Reino de Dios comenzó a crecer en nuestra vida y a transformarnos con su poder.
VEAMOS POR MEDIO DE LA PALABRA DE DIOS QUE OCURRIÓ EN NUESTRA VIDA CUANDO EL REINO DE DIOS VINO A NOSOTROS POR MEDIO DE JESUCRISTO:
I) CUANDO EL REINO DE DIOS VIENE A NUESTRA VIDA NOS LIBERA DEL PESO DE NUESTRO PASADO (2 CORINTIOS 5:17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Posiblemente nosotros vivimos por mucho tiempo cargando la pesada carga de nuestro pasado, de las heridas que nos causaron y que nos llenaron de amargura, de resentimiento y de dolor.
Quizás vivimos cargando el peso de nuestra culpa por los errores cometidos, por las malas decisiones tomadas, por las oportunidades perdidas o desperdiciadas, y por todos nuestros pecados. Pero cuando el Reino de Dios vino a nuestra vida por medio de nuestro Señor Jesucristo NUESTRA VIDA TUVO UN REINICIO, Cristo tomó nuestra culpa y nos dio su perdón, su misericordia y su gracia.
No podemos cambiar nuestro pasado, pero ya no pesa sobre nuestra vida, fuimos libres para dejarlo atrás y avanzar en la vida nueva que Cristo nos ha dado.
II) CUANDO EL REINO DE DIOS VIENE A NUESTRA VIDA TRANSFORMA NUESTRO PRESENTE (Gálatas 2:20) Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Cuando el Reino de Dios vino a nuestra vida por medio de Jesucristo una nueva vida comenzó en nosotros, nuestra vida antigua murió con Cristo, crucificada junto con él en la cruz.
Ahora vivimos una vida de fe y de esperanza por el amor que nuestro Señor Jesucristro demostró muriendo por nosotros en la cruz.
Ya no vivimos dominados por nuestras pasiones y deseos (Gálatas 5:24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Ya no vivimos angustiados y afanados por las cosas terrenales, sino con nuestra mirada en lo celestial, es decir confiados, sabiendo que nuestra vida está bajo el cuidado y la protección de nuestro Dios (Colosenses 3:1-3) Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
III) CUANDO EL REINO DE DIOS VIENE A NUESTRA VIDA NOS DA UN NUEVO FUTURO
No podemos negar que si algo nos ha preocupado siempre ha preocupado a los seres humanos es el futuro, saber qué ocurrirá, saber que nos espera en nuestra vida.
Pero desde el momento que el Reino de Dios vino a nuestra vida por medio de Jesucristo ya no tenemos temor por el futuro.
El Reino de Dios en nosotros hace que estemos seguros que mientras estemos en este mundo veremos la bondad y el poder de Dios manifestado en nuestra vida aunque hoy estemos viviendo circunstancias difíciles (Salmos 27:13) Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes.
Pero también el Reino de Dios nos da la seguridad de que nuestra muerte no es para perdición sino para ganancia, para bendición de nuestra vida, por la vida eterna que tenemos por nuestro Señor Jesucristo (Filipenses 1:21) Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.