La gente no solo quiere escuchar acerca de Dios; quiere verlo reflejado en nosotros. Anhela percibir Su amor en nuestras palabras, en nuestras actitudes y en la forma en que caminamos cada día. El verdadero testimonio no se grita: se manifiesta. Éxodo 34–35
En Éxodo 34, Moisés desciende del monte después de estar en la presencia del Señor, y sin darse cuenta, su rostro resplandecía con la gloria de Dios. No fue por su esfuerzo humano, ni por una estrategia espiritual, sino por haber permanecido en comunión íntima con Él. La gloria no se fabrica; se refleja.
Dios nos enseña que las cosas grandes del cielo suelen estar escondidas en lo pequeño. En Éxodo 35, el Señor pide ofrendas sencillas: telas, madera, oro, habilidades, corazones dispuestos. Nada parecía extraordinario por sí mismo, pero en manos de Dios, lo pequeño se convirtió en morada de Su presencia. Así también ocurre con nosotros.
Cuando permitimos que Dios obre en lo cotidiano ,en una palabra amable, en una decisión correcta, en un acto de obediencia silenciosa. Su gloria se hace visible. Él desea resplandecer Su rostro sobre Sus hijos, no para asustarnos, sino para que el mundo conozca Su amor a través de nosotros.
No se trata de aparentar santidad, sino de vivir transformados. Cuando estamos cerca del Señor, algo cambia: nuestra mirada, nuestro trato, nuestra forma de amar. Y entonces, sin decir una sola palabra, otros comienzan a ver a Dios.
Permanece en la presencia del Señor; ahí nace el resplandor verdadero.No subestimes los pequeños actos de obediencia; Dios los usa para revelar Su gloria y Permite que el amor de Dios se vea en ti antes de intentar explicarlo.
Oración
Señor, queremos que tu amor sea visible en nosotros. Transformarnos desde adentro, para que Tu gloria se refleje en nuestra vida diaria. Que al mirarnos, otros puedan ver Tu rostro, sentir Tu paz y conocer Tu amor. Amén.
